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Pese a la edad que marcan sus DNI, a todos ellos les queda mucho recorrido a juzgar por sus trayectorias. A pesar de tanto trabajo y de los tópicos relativos a la barrera que existe en el deporte en general para aquellos que cumplen cierta edad, son muchos los que dan constancia de nuevo de un gran espíritu competitivo y de superación. Es ese tipo de deportista que es mucho más que la etiqueta que marca su edad. Profesionales a los que se les respeta y admira por su longevidad, por su frescura mental, por negarse a rendirse ante el tiempo.
José Antonio López-Fombona se siente un hombre con suerte, bendecido por una vida plena de éxitos deportivos a los mandos de un coche. El carismático piloto, de 70 años, incorporó a su botín en 2021 su octavo título de campeón de España de montaña. Mientras, los aficionados del Urraca, club de fútbol de Tercera, premian las actuaciones y también las trayectorias de los futbolistas gemelos Jorge y Alejandro García Torre, que se mantienen firmes a sus 38 años.
Con veinte más, el veterano nadador Kimbo Vallejo sigue volando sobre el agua. No pasan los años por el exdeportista olímpico y exentrenador del Santa Olaya. Tampoco para una referente histórica para la vela nacional como Ángela Pumariega. Tocó el cielo en los Juegos de Londres, pone cara y voz a la oposición del grupo popular en el Ayuntamiento de Gijón y, a sus 37 años, se convirtió en 2021 en la mejor regatista de la clase snipe.
Por su parte, el carné de la atleta Rocío Ríos, olímpica en Atlanta 1996 y gran referente del atletismo asturiano y nacional, certifica su edad, 52 años, pero, pese a los infortunios que le dan las lesiones, mantiene una mentalidad que desdeña la rutina. Sigue firme. Y con un año menos, el atleta Pedro Pablo Nolet, dos veces campeón de España de 100 metros y una de 200 y que participó en Atlanta 1996, brilla en el powerlifting y ha tomado la batuta del futuro de varias promesas asturianas.
Jorge y Alejandro nunca han dejado de ser futbolistas. A sus 38 años, los gijoneses, emblemas años atrás del Sporting y de la cantera rojiblanca, y dos de los jugadores más veteranos a día de hoy de la Tercera asturiana, se han negado a rendirse a un tiempo que los devora. Siguen marcando territorio. Uno en la defensa y otro bajo palos. Ahora con la elástica del Urraca.
«Me encanta competir. Toda la vista me ha gustado. Estoy disfrutando de esta etapa. Además junto a mi hermano. Por eso sigo. Si no me ilusionara, lo dejaría», afirma uno de los más longevos centrales del fútbol asturiano. Padre de un niño, Jorge trabaja en el Parque Científico Tecnológico de Gijón para la firma TSK. «Tengo que esforzarme para organizarme, pero es lo que llevo haciendo toda mi vida», asegura.
Mientras los jóvenes llaman a la puerta –«intento no ser ejemplo para nadie, tan solo aconsejar y, sobre todo, ser el primero en todo»–, ambos veteranos cierran su áreas de influencia tras tantas etapas quemadas con éxito. Jorge subió, enrolado en aquel Sporting de Preciado, a Primera. A lo más alto. «En el momento en el que físicamente no me vea ya no al 100%, sino al 90%», lo dejaré». Entrenador de nivel 3, lee mucho, escucha, pero la competición sigue siendo lo suyo. Futbolistas que entrenan tres días en Gijón y uno en Llanes para conciliar las vidas deportivas y laborales.
Kimbo Vallejo, por su parte, ejemplifica más que nadie un deporte que desde la infancia ha marcado sus pasos. La natación. «Es algo que llevo dentro desde pequeño, desde los doce años. Además, lo necesito. Me ayuda a encontrarme bien», asegura. El nadador, presente en las principales citas de aguas abiertas, pasó por un mal momento precisamente por, entre otras cosas, cerrar la puerta de su disciplina por temas laborales. «Estuve seis meses bajo la sábana», bromea. «Fue un año sin nadar. El psicólogo me dijo 'ponte el bañador y tírate a nadar, aunque sean 500 metros'», añade.
A sus 58 años, este nadador olímpico en Los Angeles 1984, múltiples veces campeón de España tanto en categoría absoluta como en másters y poseedor de diferentes récords de España másters en la actualidad, sigue cerca de la mar. «La natación es un deporte en el que contar con una buena técnica te ayuda, al igual que una buena forma física», hace hincapié. No encuentra escollos en las bajas temperaturas. Tampoco en los fuertes vientos. «Me encuentro fenomenal. Sigo pensando como si tuviera 18 años», explica Kimbo. Le gusta entrenar. «Yo disfruto, muchos no hacen», afirma quien, cuando no está en la mar, trabaja en un gimnasio en Oviedo.
«Continúo con los coches porque mantengo la ilusión por competir, por subirme a una maquina de más de 600 caballos... Además valoro otras cosas al margen, como compartir amistades, descubrir paisajes, lugares para comer...», explica José Antonio López-Fombona, que practica pilates. «Me sirve para mantener el tono muscular y, paralelamente, me ayuda con el equilibrio, los reflejos», asegura.
El piloto gijonés se toma su tiempo. «No sé si es mérito o casualidad, pero soy el primero en la historia que ha ganado campeonatos en tres décadas distintas. Pero nada de veteranos. Absolutos», puntualiza con ese aire de normalidad propio de Fombona, que nunca ha renunciado a su esencia. Arrancó con los rallys en los 70 –«con más golpes que resultados», bromea–, incluso probó con un fórmula –«no me gustó llevar la cabeza al aire»–, pero, en 1984, ante la dificultad de conciliar la vida deportiva con la laboral, apagó el motor.
No se arrepiente. «Repetiría la misma decisión», dice. Pero dieciséis años después ese olor a gasolina llamó de nuevo a su puerta. Con la misma pasión, pero distinto coche. «Opté por la montaña, pero no porque no me gustaran los rallys, sino porque no necesitaba tanta preparación, y solo en pruebas, no en campeonatos. Solo para divertirme», explica. «Mi sorpresa fue que, en vez de estar a la cola, acababa en puestos punteros», dice. Ahora planta cara a nuevas generaciones. «Gente muy válida, con buenos vehículos, que nos lo ponen difícil», reconoce el actual campeón de España de montaña.
«Nadie creyó nunca que pudiéramos llegar a los Juegos de Londres 2012 y mucho menos que pudiéramos ganar. Solo nosotras y nuestras familias», suele recordar la asturiana Ángela Pumariega. No tenían ni barco cuando las tres tripulantes se juntaron. Y, casi diez años después, la campeona olímpica y actual portavoz del grupo popular en el Ayuntamiento de Gijón sigue mostrando el mismo empuje, ilusión, tenacidad y talento que entonces.
«Intentaré alargar mi vida deportiva todo lo que pueda, aunque eso no significa que no la haya tenido que adaptar. Cada día cuesta más compaginarlo con mi vida laboral», explica la regatista, que sigue cargada de ilusión para nuevas travesías. «Todo el mundo debería buscar un hueco para sí mismo, para disfrutar de ese momento propio. Sobre todo hoy en día, cuando se habla tanto de la importancia de la salud mental», explica Pumariega.
Entrena cinco días por semana. Habitualmente, en el gimnasio, aunque con alguna escapada, incluso, para hacer surf. Y come, dice, una dieta saludable. Sin más. «Cada día me adapto a lo que toque», señala la campeona olímpica. «Antes, procurábamos entrenar en el agua un par de días antes de la regata, pero ahora ni eso».
Pumariega, en cualquier caso, sigue domando los vientos. Puro espíritu olímpico, no deja de cumplir sueños. El último, su reconocimiento como la mejor regatista de la clase snipe en 2021. Porque, parar, lo que es parar, la gijonesa no lo ha hecho nunca. El febrero, en Motril, comenzará una nueva temporada. Pero su gran cita será en agosto. El Mundial de Cascais es la fecha marcada en rojo.
Rocío Ríos, en su caso, no lo ha tenido fácil. Referente de la historia del atletismo asturiano y nacional, desde 2006 empezó a vivir un mar agitado de lesiones. «Llegó un momento en el que me recuperaba, empezaba y me volvía lesionar», se sincera la atleta gijonesa, quinta después de 42,195 kilómetros en la prueba de maratón de los Juegos de Atlanta. Desde marzo de 2021 ha recaído siete veces. Pero no tira la toalla. De hecho, nunca lo ha hecho. Lo certifica su currículo: campeona de España de 10.000 metros, de medio maratón y de maratón, con récords nacionales en estas dos últimas pruebas... «Yo quiero competir, me gusta, aunque no sea como antes», hace hincapié. «Siempre peleé por ello», puntualiza. En diciembre corrió la Carrera de la Mujer, la Carrera de Nochebuena y la San Silvestre. Y se ha ido, dice, «animando».
La ahora monitora de atletismo en el Grupo Covadonga y juez de nivel 1 tiene dos hijos. «A los 40 días de tener a Samuel ya estaba corriendo», explica Rocío, a la que las microrroturas le han amargado muchos días de su carrera. Pero sigue en la brecha. Entrenando, participando en campeonatos másters… «Me dice la gente que 'siendo lo que tú fuiste, para qué vas a quedar mal' y yo les contesto que lo paso bien, que ya hice en su día lo que tenía que hacer, que lo hago porque me gusta», asegura.
Pedro Pablo Nolet es también prueba de que los sueños se hacen realidad. Llegó al atletismo a raíz de una lesión que tuvo cuando era portero del equipo infantil del Oviedo. Hacía la rehabilitación corriendo en la pista. Un día se apuntó a unos controles de velocidad y se hizo atleta. Fue dos veces campeón de España de 100 metros y una de 200, y participó en Atlanta 1996.
«Nunca he dejado el atletismo. Cuando me rompí el talón de Aquiles en 2002, me negué a decir que lo dejaba. Para mí era una forma de vida», asegura. Tras unos años de dudas, se impregnó del espíritu competitivo de las categorías máster. «Soy un deportista al que le encanta superarse y tener récords». Pero, hace un par de años, decidió parar. «No merecía la pena romperme de nuevo porque llevaba mucho».
Enamorado del mundo de la fuerza, cambió el atletismo por el powerlifting, que no es otra cosa que el levantamiento de pesas con máxima potencia, que consiste en tres levantamientos. Y llegaron los resultados. «Me venía bien para mantener el nivel de fuerza para correr. Me apunté al Campeonato del Norte de España, quedé segundo en 2020 en categoría absoluta y me enganchó», hace hincapié. Y empezó más serio. Se puso en manos de un profesional, batió un récord de España (265 en peso muerto) y piensa ya en una medalla en el próximo mundial... «Quien me escuche pensará que tengo veinte años. Pero es mi mentalidad. Mientras que pueda y me sienta bien...», dice.
No obstante, no olvida lo que lleva haciendo desde 1997 y sigue tomando la batuta de nuevas generaciones de promesas asturianas, a las que entrena entre las pistas de San Lázaro en Oviedo y de Las Mestas en Gijón. En sus manos aparecen nombres de espléndido futuro como los de Manuel Palanco e Iñaki Cañal.
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