a. maese
Domingo, 1 de noviembre 2020, 20:00
La Vuelta ha pasado por Asturias sin despejar incógnitas sobre quién será el maillot rojo dentro de siete días en Madrid. Todo está por decidir, aunque Roglic ha conseguido sacar adelante dos días complicados en los que ha minimizado la teórica ventaja de un ... escalador más puro como Richard Carapaz. El Angliru no decepcionó aunque dejó claro cuales son los aspirantes a quedarse con la ronda española.
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Al igual que sucedió el sábado en Villaviciosa, La Vuelta a España confeccionó una burbuja de seguridad a la que resultaba imposible acercarse a menos de 200 metros. De nuevo, los autocares de los equipos comenzaron a llegar dos horas antes del inicio de la carrera al recinto situado en el centro de la localidad. Laviana recibió a La Vuelta como pudo y como le dejaron.
Algunos curiosos intentaron ver desde lejos a sus ídolos, pero tal y como están las cosas y por más que un aficionado se desgañite resulta imposible que Valverde, Roglic o Carapaz, los tres más solicitados por los amantes al ciclismo, puedan llegar a escuchar algo. Es lo que les ha tocado vivir tanto a los profesionales como a los seguidores. Esta Vuelta es especial.
Puntuales sobre la hora marcada por la organización, el pelotón tomó la salida controlada de Pola de Laviana. Pocos podrán decir que vieron pasar al pelotón porque en los primeros kilómetros volaron. Con una media de 51 kilómetros por hora, los ciclistas atravesaron Langreo para poner rumbo al primer alto del día. La velocidad impidió distinguir a nadie.
El primer paso por Langreo fue como si se intentara distinguir a los ocupantes de un coche que circula por una vía a más de 50 kilómetros por hora. Los pocos vecinos de Langreo que se dejaron ver por la calle literalmente quedaron asombrados de la velocidad del pelotón.
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Eran las 14.30 horas de un domingo. La gente prefirió quedarse en su casa y seguir la carrera desde sus televisores. Langreo dio paso a Olloniego antes de que los corredores emprendieran la ascensión de El Padrún. Público a cuentagotas, casi nadie en una subida sencilla para los profesionales.
Mieres fue el punto donde más curiosos se acercaron, sin olvidarse de las mascarillas y el distanciamiento social, a presenciar el paso de los ciclistas. El pelotón no llegó a entrar en el núcleo urbano porque el recorrido les llevó a ascender el Alto de San Emiliano camino, de nuevo, de Langreo.
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Una decena de aficionados esperaron impacientes en el alto de la tercera subida de la tarde. El segundo puerto de tercera categoría, que fue la antesala de La Mozqueta, El Cordal y L' Angliru. Dos subidas de primera y un fuera de categoría. Asturias no iba a defraudar en su despedida a La Vuelta.
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Por desgracia para los amantes al ciclismo, noviembre acudió a su cita de 2020 de la misma manera que se despidió octubre. No hizo sol, el cielo estuvo cubierto durante todo el día, pero la temperatura fue más que agradable para los asturianos que, en su mayoría, se encuentran confinados en Oviedo, Gijón y Avilés.
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Apenas se vieron cicloturistas por las carreteras asturianas. Tampoco las autovías tenían un gran número de vehículos. Asturias estaba vacía mientras La Vuelta mostraba a todo el mundo la belleza de su naturaleza.
Con el Alto de la Mozqueta como primer plato, el Alto del Cordal también estuvo a la altura de las circunstancias. Apenas se vieron seguidores en sus cunetas. Los lugareños animaron el paso a los ciclistas, pero poco más. De nuevo, y por segunda jornada consecutiva en el Principado, el pedaleo del pelotón generaba más ruido que los pocos aplausos que pudieron escuchar los profesionales.
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El postre de la tarde fue L' Angliru. Resultó desangelado que el infierno de sus rampas se congelara sin el calor de los aficionados. El infierno menos infierno se convirtió en un auténtico suplicio para los profesionales del ciclismo que, desde la televisión, parecía que iban completamente parados.
Ni una sola bandera de Asturias, ni una autocaravana aparcada en la cuneta de un coloso como es L' Angliru. La espectacularidad de la naturaleza quedó intacta. Sus vistas son espectaculares, pero se echó de menos la emoción de los asturianos sobre el asfalto sintiendo la fatiga de los mejores escaladores del mundo en el infierno.
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