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Grito. Primoz Roglic desata su euforia al cruzar la meta de los Lagos como vencedor. EFE

Los Lagos devuelven la épica al ciclismo

Bernal, valiente, lanza un ataque a 62 kilómetros de la meta, pero Roglic acepta el reto, se va con él y sentencia la ronda en la mítica cima asturiana

J. GÓMEZ PEÑA

LOS LAGOS DE COVADONGA.

Jueves, 2 de septiembre 2021, 04:38

«¿Qué he pensado cuando ha atacado Bernal a 60 kilómetros de meta? No he pensado. Sólo quería divertirme», contó Primoz Roglic tras ganar en los Lagos de Covadonga y casi sentenciar su tercera Vuelta tras una etapa que devolvió la épica al ciclismo, que recuperó el ciclismo de antaño, el de las grandes gestas, las de los 'grandes'. «Bernal ha sido muy valiente», concedió el esloveno después de lograr su triunfo más espectacular. Por aplastamiento. Gritó como nunca al cruzar la meta. Y Bernal, que no ganó nada, dijo lo mismo. «Yo sólo quería divertirme, reivindicarme». Dijo más: «¿Valiente yo? Valiente ha sido Roglic. Yo no tenía nada que perder en ese ataque desde tan lejos, pero él podía perderlo todo».

De esto trata el ciclismo. De victorias como la de Roglic en los Lagos de Covadonga y de desafíos locos como el de Bernal a más de 60 kilómetros de esta histórica meta. Un día así justifica toda una Vuelta. Y esta, si el Gamoniteiro, la nueva cima mítica asturiana, no lo desmiente hoy, ya es de Roglic. Bernal ha engrandecido su triunfo. El esloveno se quedó con todo, con la etapa, con el liderato y con minuto y medio más de renta sobre los que le siguen en la clasificación general, ya lejos: Enric Mas (a 2 minutos y 22 segundos), López (a 3.11), Haig (a 3.46) y Bernal (a 4.29), que, atrapado y vacío, llegó bajo la niebla en ese grupo. Derrotado como ellos, pero con algo que le diferencia. La manera de perder. Al ataque.

Imagen. Emoción en la Vuelta a su paso por los Lagos de Covadonga

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Imagen. Emoción en la Vuelta a su paso por los Lagos de Covadonga

Lluvia en Asturias tras dos semanas de calor. Riego natural sobre la semilla de los valientes. De esos ciclistas que no encajan en ningún molde. Como Bernal. El colombiano, ganador del Tour y el Giro, no aceptaba la derrota en la Vuelta. Soltó un órdago. Golpe en el tapete, en la parte más dura y empapada de la segunda subida a la Collada Llomena. Faltaban 62 kilómetros de curvas, peligro, aguacero y rampas hasta la meta en los Lagos de Covadonga. Bernal se apuntó a la locura. Puso el corazón por delante de la cabeza. «A mí no me vale de nada ser quinto», había avisado. Tiene palabra. A todo o nada.

Situado en la general a casi tres minutos de Roglic, sólo le quedaba ese camino. La gesta. Salió a por ella. Y sólo otro se atrevió a tanto: Roglic. De su misma especie. El esloveno tenía en ese momento dos gregarios en los que apoyarse, Kruijswijk y Kuss. Pudo cobijarse a su rueda, pero eligió ser como Bernal. Valiente. Sin pensarlo. Ya eran dos. A pasarlo bomba.

Tras dos semanas de tanto calor, la lluvia se metió en los pulmones. Bernal quería ahogar a todos. No miró atrás. Con Roglic a su rebufo, distanció al resto en la Collada. 'Supermán' López intentó coger a ese dúo y sucumbió. «Quedaban muchos kilómetros y se podía pagar», argumentó el ciclista del Movistar. Tuvo que subirse con su compañero Enric Mas en el vagón en marcha del que tiraba por detrás el Bahrain de Haig y Mader. Con ellos resistía, puro coraje, Guillaume Martin, el segundo en la general. El líder, el ya exlíder Eiking, rodaba calcinado bajo el agua. No tuvo fuerzas ni fortuna. Patinó en el escalofriante descenso sobre curvas de cristal de la Collada, alfombrada con hojas muertas. Cáscaras de plátano en el suelo.

Ni ese peligro arrugó a Bernal, que casi se salió en una curva. Ya abajo, el colombiano tampoco frenó. Roglic, a su lado, se unió a su aventura. Los dos mejores se enfrentaron a dúo con los 40 kilómetros que les separaban del inicio a la subida a Los Lagos. Tenían una meta común: Bernal adelantaba al resto; Roglic los alejaba aún más. Se hermanaron. Detrás, el Bahrain luchó y perdió en la defensa de Haig.

Imagen. Asturias recibe a la Vuelta Ciclista a España

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El Movistar ni siquiera peleó por evitar la derrota: López no podía y Enric Mas, que pidió con urgencia en un momento un chubasquero, parecía ir tiritando. Helado en el momento más vibrante de esta Vuelta. Y así, la diferencia, que en la cima era de 45 segundos, subió enseguida a dos minutos.

Sin tregua desde el inicio

La etapa había empezado también así, descosida. La Vuelta descubrió una maravilla, la Collada Llomena. Como si esta pared salvaje del parque natural de Ponga tuviera algo en el aire que acelerara a los corredores. David de la Cruz fue el primer atrevido. Usó su bala en el primer paso por este puerto para unirse a una fuga de casi treinta corredores. Pronto se le sumó otro dorsal valiente: Mikel Landa. En dos fogonazos, el alavés alcanzó la escapada. Quería ganar en los Lagos (al final abandonó la ronda).

Pero por detrás, el equipo Ineos, el equipo de Bernal, activó la trituradora. Acabó con ese intento justo en la puerta de la segunda ascensión a la Collada. Anunció así lo que venía: el ataque suicida de un ciclista que sólo corre para ganar. Bernal. Bernal y Roglic. Se quedaron solos en la Vuelta.

La historia de este deporte se ha escrito muchas veces a cuatro manos. Un mito contra otro. Rivales que al pronunciarlos suenan inseparables: Coppi y Bartali, Anquetil y Poulidor... Bernal y Roglic. Les quedaba aún la subida a los Lagos, uno de los escenarios más bellos de esta carrera y, de nuevo, histórico. Roglic se mantuvo firme y antes de encaramarse a la pared de La Huesera dejó atrás a Bernal. La niebla lo vio claro. En una etapa de alta montaña disputada a ¡40 kilómetros por hora!, dos colosos se divertían. Uno lo ganó todo, Roglic, y otro, Bernal, se ganó la admiración de todos, ese premio que dura más que los trofeos.

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