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JOSÉ L. GONZÁLEZ
GIJÓN.
Domingo, 30 de septiembre 2018, 01:12
Chechu Rubiera (Gijón, 1973) no recuerda cuál fue su primera bicicleta. Tan niño era que este exciclista profesional que se codeó con los más grandes, que corrió en los mejores equipos de su época, que conoció en plena carrera a estrellas de Hollywood, que recorrió el planeta gracias al deporte de las dos ruedas, ni siquiera recuerda cuál fue la máquina con la que recorrió sus primeros metros. Alejado de las carreras desde hace ocho años, ahora trabaja como diseñador de bicicletas en la empresa MMR, disfruta de sus dos hijos y aún siente de vez en cuando las ganas de involucrarse de nuevo en un equipo profesional. Eso sí, se le quitan pronto.
-¿Cuándo supo que le gustaba competir?
-Fue de chavalín, con 14 años. Coincidió que a través de mi hermana, por conocidos, accedí a Las Mestas, con Jesús Rodrigo.
-Perico Delgado, a quien llegué a conocer y con quien tengo relación. Era el corredor más importante de los ochenta, muy lejos quedaban las victorias de Bahamontes y Ocaña.
-Fue diferente a la de la mayoría, pero como no cambiaba la bici por ningún bar... El Jardín, el Tik, el Oasis, claro que los conocía, pero en épocas donde no había competiciones. Luego, la mayor ilusión era salir a entrenar bien temprano por la mañana para hacer un montón de kilómetros, ir a conocer algún puerto o ir con la escuela a correr a algún sitio.
-Ir a Cangas del Narcea te podía ocupar todo el día, tenías que llevar la comida en el táper y parábamos a comer en cualquier orilla de la carretera. En ese ambiente no echaba de menos salir de fiesta. Nunca fui muy fiestero, para mí el mayor interés estaba en despertar pronto y estar fresco a la mañana siguiente para entrenar.
-No era mal estudiante. La exigencia de la bici a veces me obligaba a seleccionar un poco el calendario. La prioridad eran siempre los exámenes, aunque mis padres siempre confiaron en mí. A veces había que renunciar a entrenar y luego, en la universidad, ya como profesional, fue al revés.
-En el 97, cuando voy al Giro y gano una etapa, veo que si tengo un poco de suerte puedo vivir de la bici. Antes creía que mi aventura como profesional se acabaría en un par de años. Al final fueron 16.
-En el ciclismo pesa todo. Tiene un nivel de desgaste físico muy grande y cuando los resultados no acompañan o tienes que tirar de un líder hay muchos momentos de estrés en los que cuesta dormir. A veces recuerdo esas experiencias y pienso que ahora vivo muy bien, mucho más tranquilo.
-Complicado. Es muy importante la estabilidad. La familia y Laura, que ahora es mi mujer, siempre me apoyaron. Lo que nunca me planteé como profesional fue tener críos. Eran más de 150 días al año fuera de casa. Tenía compañeros que contaban que los hijos les escondían la maleta para que no marcharan. Ahora veo que me hubiese perdido lo mejor.
-Con 19 o 20 años. Tuve mucha suerte, siempre entendió mi modo de vida. Nunca me dijo nada porque no estuviésemos de fiesta hasta las tantas, al contrario, me animaba a pensar en el entrenamiento del día siguiente. Me acuerdo cuando salíamos de chavaletes y andábamos buscando en qué sitio nos daban de cenar antes de las ocho y media.
-(Risas). Lo tiene merecido, sí. Ahora hay días que me dice que estoy como enjaulado, que por qué no busco algo con un equipo profesional. Con el corazón pienso que estaría muy bien y con la cabeza que muy mal. Estamos con dos críos de 8 y 6 años y es un momento muy guapo para disfrutar de ellos.
-Fueron años muy buenos. A nivel deportivo fue muy bien, estuve con los mejores equipos del mundo. Quitando un poco la tensión, viví experiencias increíbles. Estuve en muchas partes del mundo y en algunos de los momentos más importantes de la historia del ciclismo reciente, como las victorias de Armstrong, aunque haya quien diga que no los ganó. Muchos aficionados lo recordarán y yo no solo lo recuerdo sino que estaba dentro.
-No, decepción ninguna. Cualquiera que conociese el ciclismo de esa época ya se puede imaginar lo que había. Cuando le quitan los siete tours no se los dan ni al segundo ni al tercero, porque entienden que todos corrían en igualdad de condiciones. Habría que ser muy hipócrita para decir que me defraudó. El ciclismo que me tocó a mí fue el que fue.
-No es de un día para otro. Tienes ganas de tener críos, de otras cosas, el cuerpo no responde igual y la cabeza tampoco iba como años atrás.
-Mi madre ya me decía que no corriese, porque nos veía bajar muy rápido. Estaba deseándolo desde el minuto uno.
-Es otra suerte que tuve en la vida, estar vinculado a un fabricante de bicis en Asturias. Había estudiado ingeniería técnica industrial y aunque mi rama no tenía mucho que ver con el diseño, la experiencia profesional te permite reciclarte. Estoy muy ilusionado.
-Haría lo mismo que hice, porque este material está a la mejor altura. Pero siempre tuve claro que la diferencia estaba en el indio y no en la flecha. Lo que me gustaría es volver a tener las piernas del 97.
-Sí, pero les gusta más para derrapar. Son muy pequeños e iniciarlos en competición tan pronto no me gusta mucho. Los míos no quieren correr, de momento, y tampoco les animo a ello.
-Yo veo una bici y veo mi historia y mi vida. Desde muy pequeño anduve en bici, gracias a ella tengo una casa pagada, vivo con tranquilidad y puedo trabajar a media jornada. Hasta tiempo me dio.
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