AMADOR GÓMEZ
MADRID.
Sábado, 14 de septiembre 2019, 00:36
Con Marc Gasol y Ricky Rubio pletóricos y una defensa sobresaliente de todo el equipo en los momentos decisivos de un durísimo partido que necesitó dos prórrogas, España se clasificó con un tremendo sufrimiento y con épica para la segunda final de su historia ... en un Mundial, para asegurarse su cuarta medalla consecutiva en los últimos grandes campeonatos, a un paso de su segundo título planetario, 13 años después del conquistado en Japón.
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Marc y Ricky, los dos líderes de la selección, los dos referentes a los que se ha agarrado España para mantener vivo el sueño de un oro que parecía una utopía en China, firmaron un encuentro colosal para aprovechar una oportunidad única y llevar al equipo de Sergio Scariolo al podio, propulsado hacia una corona labrada con el enorme sacrificio que caracteriza a un equipo repleto de orgullo.
Volvió a exhibir la Selección su espítitu ganador y carácter competitivo para firmar otro encuentro memorable, en el que la luchadora España, a la que a casta, corazón y hambre no gana nadie, sacó a relucir su experiencia y soberbia mentalidad, tras estar contra las cuerdas a cuatro segundos y siete décimas del final del tiempo reglamentario. Patty Mills falló entonces un segundo tiro libre que podría haber sepultado a España, pero salió cara, y, después de una primera prórroga agónica resuelta desde la línea de personales por Marc, la Selección, que tanto ha trabajado en este Mundial, no iba a permitir dejar escapar una ocasión irrepetible.
Se esperaba a Marc Gasol, uno de los dos únicos supervivientes, junto a Rudy Fernández, del equipo que alcanzó la gloria en el Mundial de 2006 con la que fue la mejor generación de la historia del baloncesto español, y el campeón de la NBA se hizo aún más gigante, echándose el equipo a la espalda cuando peor lo pasaba la selección, para acabar con 33 puntos, su récord de anotación, para otros tantos de valoración, con seis rebotes y cuatro asistencias.
Tras el mediano de los Gasol volvió a brillar Ricky, que a sus 19 puntos añadió 12 asistencias, también plusmarca personal del base catalán, y siete capturas, con una personalidad y valentía que contagiaron al resto del equipo, relanzado también hacia el partido por el título por la espléndida defensa de Sergio Llull, que anuló a Mills en las dos prórrogas y cuya influencia fue tal que España llegó a un +17 con el escolta balear en pista.
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En defensa, Rudy Fernández, Víctor Claver y Pau Ribas también volvieron a vaciarse, y la intensidad y ayudas de España llegó a tal punto que provocó hasta 22 pérdidas de la física e incómoda Australia, a la que no le bastó con la producción anotadora de Patty Mills ni con el despliegue inesperado de Nic Kay, autor de un doble doble (16 puntos y 11 rebotes) que de nada sirvió a los 'aussies', ya que la Selección, que llegó a perder por 11 (39-50), reaccionó como hacen las campeonas, a base de esfuerzo, capacidad de sufrimiento y temple, después de un mal segundo cuarto del que se recuperó con un encomiable esfuerzo colectivo, y de estar por detrás en el marcador durante 38 minutos.
Contra un rival superior en altura y capacidad atlética, y cuya intensa defensa provocó que España se tambalease en el tercer período, Scariolo había reclamado a sus jugadores competir al máximo, consciente de que ahí nunca le iban a fallar los suyos, y tras ese 39-50 que encendió la luz de alarma mediado ese parcial, la selección comenzó su escalada, beneficiada también por el descanso concedido a Mills.
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La mejoría experimentada por el equipo a partir de ese momento en el que el técnico italiano solicitó un obligado tiempo muerto llevó a España a afrontar el último cuarto, pese a sus lagunas y su nerviosismo en ataque que rozó a veces el desquiciamiento, con sólo cuatro de desventaja (52-55).
Al corazón se sumó la cabeza de España, que después de una primera parte en la que se atascó en ataque, estuvo débil en defensa y acusó precipitación (ocho triples fallados en el segundo cuarto para irse al descanso con 4 de 17 desde el exterior (24%), también supo tener paciencia. Esta España será inferior en talento a las anteriores, pero también destila una ambición y una grandeza extraordinarias. Y en el partido definitivo espera mañana a Argentina (14 horas, Cuatro), una selección que también exhibe un espíritu y un orgullo indomables, aunque no tan elevados como España.
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