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M. F. ANTUÑA
GIJÓN.
Domingo, 29 de diciembre 2019, 01:24
Dice Moha Bakkali que la playa de San Lorenzo le recuerda a la de Tánger. En ambos mares, en sus arenas y olas, se mece la vida de este deportista que nació en 1995 en Marruecos, que con seis años se vino ... a España y que los dos últimos 31 de diciembre se subió al pódium de la San Silvestre de Gijón. Sus recuerdos de sus años en Tánger son más imaginados que reales, son más del paraíso perdido de una infancia feliz en Sania Kadima, un pequeño pueblo de 15 o 20 casas a unos cuatro kilómetros del centro de la ciudad, en el que los críos disfrutaban de la libertad, de la calle, de la vida. Recuerda -o cree recordar- que cuando su padre llegaba en verano de España con una bicicleta o con regalos, los compartía con los demás niños en un lugar donde la pobreza hacía que todo se valorara más. Pero llegó un buen día en que Mustafá, trabajador de la construcción, no volvió solo a España, sino con Faouzia y la prole. «Cuando mi padre se asentó y vio que podíamos tener un futuro aquí, rápidamente nos trajo», relata Moha, que tiene cuatro hermanas.
Lugones fue su segundo lugar en el mundo. Con seis años tocaba llegar al colegio, aprender castellano e integrarse. No le costó. Al mes ya jugaba de delantero en el Atlético de Lugones. Estudió en La Ería y el IES Astures y un profesor del instituto vio en unas pruebas de resistencia que podía tener cualidades para el atletismo. Le pasó el contacto con un entrenador, fue a verle, le dio una equipación y le dijo que el domingo correría el Campeonato de Asturias. «Jugué un partido el sábado y el domingo en la competición quedé quinto». Sin entrenar. Tenía 17 años. Empezó tarde, pero claro está que nunca es tarde, así que el futbolero del Oviedo y del Madrid dejó el esférico para no apearse ya nunca más las zapatillas. Y eso que con 17 años le tocó renunciar a mucha fiesta: «Algo hay que perder, lógicamente, yo tenía un grupo de 12, 15 amigos y éramos bastante canallas, pero empezar en el atletismo me privó de salir por la noche». No bebe, pero alguna vez la lio parda. Sabe lo que es llegar a las siete de la mañana este chaval orgulloso de sus orígenes, de las tradiciones, del árabe que se habla en su casa, que cada verano vuelve dos semanas a Tánger, que disfruta de la gastronomía marroquí, que adora la sobredosis de azúcar de su repostería, pero que, al tiempo, se siente -y es- profundamente asturiano.
Hace cinco años que vive en Pola de Siero y cada día viaja a Gijón - «conozco bastante bien la minera, sí»- para entrenar. Porque Gijón es también un lugar importante: «Es la ciudad en la que quiero vivir en el futuro». Un día a la semana deja Las Mestas para entrenar en la arena de San Lorenzo, y mira a ese mar que le da paz, que«es un lugar de desconexión». Le gusta peregrinar por Asturias, por Somiedo, Arenas de Cabrales, Cangas de Onís, perderse por pueblos como Lastres o Cudillero. «Soy muy familiar y cuando tengo oportunidad me gusta salir con ellos por Asturias, siempre dije que si tuviese mucho dinero prefería conocer Asturias a fondo que Europa», afirma este joven que trabaja en un centro de menores magrebíes en Cantabria: «Es una profesión que me encanta y me gratifica muchísimo».
Ni la asturianía, ni la españolidad, están aún reflejadas en un pasaporte. En ello anda. Esperando poder competir algún día con España. «Los trámites son lentos y hay que tener paciencia». La nacionalidad le conduciría a lugares fantásticos, que son para él un sueño. «Tokio está muy cerca, pero en París 2024 hay que estar, hay que tener fe y trabajar duro, estoy en la edad perfecta para arriesgar». No sabe «si por casualidad o por causalidad», pero el caso es que París es una de sus ciudades favoritas. Habrá que volver. Habrá que ir algún día a Nueva York y a Pekin, y habrá que cumplir un gran anhelo: «Me gustaría el día de mañana poder llevar a mis padres a La Meca, a ellos les haría mucha ilusión y a mí más».
Mientras llega el futuro, el presente discurre mirando al mar de Gijón. El martes toca San Silvestre: «Hay que terminar el año a la carrera, ya seas de élite o corredor popular, la San Silvestre es muy especial».
-¿No hay dos sin tres?
-Por supuesto. Yo voy a intentarlo con todas mis fuerzas.
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