El argentino Mario Salvador Sutton y la avilesina Sandra Fernández, recién casados en Villaviciosa. OMAR ANTUÑA

«El calor humano de Avilés no se da en otras carreras»

Biografías. Finalizado ya el Mundial de duatlón, atletas de diveros países comparten con LA VOZ sus historias personales y su balance de la cita

BORJA PINO

Lunes, 8 de noviembre 2021, 01:09

Tras el velo dorado de las medallas y trofeos, de los vítores y de los aplausos, cada deportista oculta una historia personal, a menudo secreta y siempre única, que le ha llevado hasta el momento presente. Y, por espacio de dos días, el Campeonato del ... Mundo de duatlón reunió en Avilés cientos de ellas, procedentes de los rincones más dispares del mundo. Un crisol de culturas y biografías, hermanadas por el amor al deporte y el afán de superación.

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De ese amor, pero no solo a la competición, sabe mucho, a sus 34 años, Mario Salvador Sutton. Porteño de pura cepa, aunque criado en España, este ingeniero agrónomo afincado en Holanda abandonará Asturias no solo orgulloso de haber representado a su Argentina natal; también con la felicidad de partir con la alianza de casado en su mano.

«Lo hicimos en Villaviciosa el fin de semana pasado», reía ayer, agotado tras la carrera pero satisfecho. Y abrazado a su mujer, la avilesina Sandra Fernández, a la que conoció en Reino Unido hace ya seis años. Ese noviazgo ha llevado a ambos de país en país, de competición en competición, hasta recalar en la villa. «Espero que vuelvan a organizarlo aquí; repetiré, seguro».

También del otro lado del Atlántico, aunque, en su caso, del estado norteamericano de Colorado, procede Steve Eles. En una forma física envidiable a sus 42 años, millones de usuarios de la aplicación Zoom desconocen que este profesor universitario de Tecnología de la Información es el 'service manager' de dicha compañía. «Me ha apasionado esta ciudad», admitía. «El calor que hemos recibido no se puede comparar con el de ciudades mayores. Y se forma un sólido hermanamiento entre deportistas».

Con solo un año más, la historia de Jean Paul Guillén es la de tantos miles de exiliados a los que la realidad del régimen castrista obligó a abandonar Cuba. En Suiza desde hace dieciséis años, donde trabaja como entrenador, este luchador inagotable ostenta con orgullo sus raíces caribeñas, pese a correr llevando la camiseta de su país de acogida, aquel que «me ha dado la oportunidad de ser libre y de estar aquí, en esta ciudad que es un sueño».

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Para el mexicano Francisco Miguel Menchaca, que apenas suma 27 años, el sueño este pasado fin de semana ha sido que su madre, Marcela, le haya visto en la pista, luciendo el águila y la serpiente de su bandera nacional. «Empecé en triatlón a los 19 y, desde entonces, no he podido parar», relataba ayer, arropado por su progenitora. Ingeniero especializado en desarrollo sostenible, la que ha sido su primera recala en España le ha permitido conocer «un lugar acogedor, en el que la gente se vuelca con los deportistas. Es un estupendo lugar en el que competir, y al que volver».

Pese a cruzar la línea de meta entre los últimos, también ansían regresar los portugueses Marco Leite, de 40 años y primerizo en el mundo de la competición, y su inseparable amigo Mario Olivera, de 38 y ya veterano de muchas carreras. De buen humor, henchidos de orgullo y decididos a seguir intentándolo, el que Leite fuese la inspiración de Olivera ha reforzado un lazo de amistad surgido del ámbito del entrenamiento personal, en el que ambos se desempeñan como profesores, en la ciudad de Oporto. «La experiencia ha sido muy buena; y la comida... Quizá por eso hemos llegado de los últimos», bromeaban al finalizar.

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Frente a la alegre resignación de los vecinos lusos, el triunfo quedó ayer representado por deportistas de la talla de la asturiana Beatriz Tenreiro. Tercera en la general, y medalla de oro en el grupo de 35 a 39 años a punto de cumplir cuatro décadas de vida, esta opositora nativa de Cudillero, pero residente en Luarca, lleva ya desde 2007 corriendo sin parar. «Para mí, el deporte lo es todo; después de horas de estudio, me ayuda a desconectar, a evadirme y a llegar a casa nueva. Y seguiré haciéndolo».

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