De finales del siglo XIX a los años ochenta del XX. Es un viaje por espacios, tiempos y maneras y formas de enseñar, un periplo por cómo Asturias ha ido progresando a medida que las aulas se llenaban de niños. El Muséu del Pueblu ... d'Asturies acaba de inaugurar la exposición 'La fotografía escolar (1880-1980)', que extrae 182 imágenes de la fototeca del equipamiento cultural para mostrar, básicamente, cómo hemos cambiado. Las primeras fotos retratan colegios privados y, a medida que el tiempo avanza, el gusto por posar de profesores y alumnos llega también a los públicos. Cambian las poses, los pupitres, los libros de textos, se dejan ver colegios urbanos y rurales, niños y niñas vestidos y calzados conforme a las épocas. En el camino del tiempo se va configurando un género propio, con fotógrafos dedicados en exclusiva a retratar de forma ambulante a los niños de todo sitio y lugar, de Langreo, de Mieres, de San Martín del Rey Aurelio, de Gijón o Tineo. Porque la muestra, engarzada de manera cronológica, exhibe cómo fueron mirando los fotógrafos primero a lo colectivo y luego a lo individual. Del todos al uno por uno, con su pluma, su esfera terrestre y su sonrisa.
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Ángel Mato se ha encargado de comisariar una muestra que presenta copias de época y que exhibe también un audiovisual con imágenes de 'El progreso de Asturias'. Cada una de las instantáneas oculta una historia apasionante. Juaco López, director del museo, recordaba en la inauguración de la muestra cómo el nieto de un emigrante asturiano en México, Fernando Fernández, regresó años atrás con la fotografía de los años veinte que su abuelo portaba siempre con él. Estaba captada en Asiego (Cabrales) y él reconstruyó la historia de todos aquellos niños a partir de la foto y lo convirtió en un libro. Seguramente todas y cada una de esas imágenes que se pueden escudriñar con ánimo investigador oculten un libro. Como sucede igualmente con la peripecia de muchos de esos fotógrafos, como el francés Jules David, que recorrió España realizando retratos a finales del XIX, o Feliciano Pardo, de Oviedo, que estuvo activo hasta los años 30 del XX, o el laboratorio Utrilla, de Valencia, que coloreaba preciosos retratos por el norte peninsular.
Construyen esas imágenes juntas y por separado una historia de lo cotidiano que a todos nos apela y que es también un homenaje expreso a los maestros y las maestras encargados de formar a distintas generaciones. Porque, además, ¿quién no posó para la foto en el colegio? La alcaldesa de Gijón, Ana González, lo hizo y conserva las suyas. Ella, orgullosa profesora, recordaba esas estampas y clamaba por que esta muestra que mira atrás nos sirva también para enfocar al hoy y el mañana para ver qué tipo de escuela queremos. Ese «instrumento de transformación social» es hoy más necesario que nunca, a su juicio, para crear conciencias críticas. «Espero que esta exposición sirva para volver a hablar sobre el valor fundamental de la escuela, cuyo objetivo es formarnos como personas», concluyó.
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