El tren y sus mundos. Y el tren, en diferentes países del mundo. El Museo del Ferrocarril de Asturias acaba de ver crecer casi en un 25% sus fondos de diapositivas merced a la última donación recibida. No llega de Asturias, sino de Madrid, de ... quien fundó en los ochenta y dirigió durante lustros la que todavía sigue siendo la principal revista dedicada al mundo ferroviario en sus vertientes tanto de pura realidad como de modelismo, 'Maquetren'. Son más de 20.000 las diapositivas bien conservadas y archivadas que se hallan en el museo de Gijón, después de que hayan sido recogidas en Madrid, donde hace un par de años moría Antonio García Portas, un apasionado de todo lo que tenía que ver con el ferrocarril y también del museo gijonés, al que siempre estuvo muy vinculado. De ahí que su deseo expreso, cumplido ahora por su viuda, Mercedes Teijeira, fuera que el material recopilado a lo largo de toda una vida de pasión ferroviaria acabara aquí. Vio nacer y crecer el museo, colaboró para darle visibilidad e incrementar sus fondos y ahora todas esas imágenes que recorren el mundo ferroviario y su propia peripecia personal encuentran aquí el mejor acomodo.
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«Es un fondo excepcional, de gran importancia tanto nacional como internacional», apunta Javier Fernández, el director del museo, feliz con el notable crecimiento de las colecciones y de que las donaciones no dejen de llegar, y además, desde lejos de Asturias, como es el caso. Que una personalidad tan destacada del mundo ferroviario haya querido que su legado acabe aquí es motivo de alegría. No es la primera vez que pasa.
Mercedes Teijeira es quien realiza la donación que, como ella misma explica, aún no está concluida. Porque a esas más de veinte mil diapositivas se unen también un gran número de copias en papel que están ya en Gijón y otras que están llamadas a viajar después. Todas ellas, estampas captadas desde 1971 que conducen a la historia ferroviaria y al corazón de Mercedes. «Está nuestra vida juntos», dice ella desde Madrid mientras relata cómo conoció a aquel hombre «nacido en Gerona cuando todavía se llamaba Gerona» en 1954 y que con diez años llegó a Madrid, donde hizo su vida y falleció en 2021. Eran un par de jovencitos de la pandilla de Cruz Roja Juventud cuando se encontraron. «Había otro chico que también le gustaban los trenes y nos subíamos a verlos a Navacerrada. Luego ya, cuando nos hicimos novios, era 'hoy por la tarde a Príncipe Pío' y mañana a otra estación, siempre de estación en estación», relata.
Llegó la mili, su primera cámara de fotos, y empezó a tomar diapositivas y a hacer crecer, junto a ella, esa afición por los trenes que les habría de llevar por medio mundo. «Con el tiempo nos casamos, y cada vez que pasábamos por una estación, que podíamos hacer un viaje para conocer otro sitio, Antonio decía: 'Vamos a parar en tal sitio porque hay un paso de trenes, una línea de vía estrecha». Siempre ha estado presente en nuestra vida, es una afición maravillosa», concluye ella, que aún rememora, cómo lo hacía él, esos viajes que le llevaban de niño de Madrid a Gerona para visitar a sus abuelos, sin pegar ojo, siempre asomado a la ventanilla observando las estaciones y absorbiendo información.
Llegó un momento en el que la afición dio un paso más. Se hicieron de la Asociación de Amigos del Ferrocarril de Madrid y comenzaron a editar y difundir una publicación llamada 'Tracción'. Era una suerte de boletín que la propia Mercedes se encargada de pasar a máquina en aquellos tiempos sin ordenadores. Pero acabaron dejándolo ambos y, poco después, surgía la oportunidad de poner en marcha 'Maquetren', que los dos compatibilizaron durante años con sus respectivos trabajos.
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Son fondos personales, pero también de la propia revista, los que obran ya en poder del Museo del Ferrocarril. Fueron para ellos años de mucho trabajo, pero lo afrontaron con ganas y les deparó también viajes, conocer ferias sobre modelismo, visitar lugares, una estación aquí, un museo allá. Y quitarle sueño a la vida, alargar los fines de semana hasta el infinito para cerrar la edición. Pero mereció la pena: «He sido muy feliz con Antonio y con los trenes», resume ella, que no niega que enfrentarse al adiós de esas cajas llenas de recuerdos tiene su puntito de nostalgia. Pero sabe que están a buen recaudo: «Antonio lo tenía muy claro, quería que estuviesen en Asturias. De hecho, ya le hizo una gran cesión al museo, la colección de diapositivas de Robert F. Collins», rememora. Eso sucedió en 2013 y permitió la llegada a Asturias de una serie de imágenes realizadas por un fotógrafo estadounidense de locomotoras de los años sesenta. «Él tenía mucho amor por el museo, vino aquí cuando lo estaban construyendo», revela Javier Fernández. Hubo portadas y relevantes informaciones también en su revista y hubo múltiples visitas a Asturias, porque era, además, como recuerda su mujer, «un enamorado de la vía estrecha».
En todas esas imágenes que ahora deberán ser catalogadas y digitalizadas para engrosar los fondos del museo asturiano se nos muestra un mundo ferroviario en evolución permanente desde los años setenta hasta 2005. Mercedes lo cuenta así: «Primero viajábamos mucho por España, luego ampliamos hacia Europa, en nuestro coche, siempre por libre. Si queríamos ver estaciones, era la única manera. Luego Francia fue nuestro primer viaje fuera de España». Llegarían después visitas frecuentes a Núremberg, la feria del juguete más importante de Europa y la segunda del mundo, para dar cumplida información sobre el universo del modelismo. «Él conducía y yo estudié alemán, lo justo para poder defenderme con los fabricantes de trenes, con los clubes y en las exhibiciones de maquetas». Múnich o París fueron otros destinos en su camino, puesto que la colección donada incluye numerosas imágenes de esos trenes en miniatura, pero estas estampas eran captadas no por ellos, sino por fotógrafos profesionales, para la revista.
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Por una lado, estaban los trenes en maqueta y, por otro, los reales, esas máquinas de vapor que enamoraban a Antonio y que les llevaron también a Dinamarca o a Polonia... Hasta que se decidieron a dar el salto del Atlántico. «Canadá prácticamente lo cruzamos de punta a punta, lo hemos machacado, y en Estados Unidos estuvimos en Colorado, en Montana, Washington, California»... Hasta en Sudáfrica fueron en un tren de vapor.
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