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Vaca engalada, paisano sonriente... Disparo y foto. Sostiene Juaco López, el director del Muséu del Pueblu d'Asturies, que la fotografía ganadera es un subgénero en sí mismo en este arte que documenta la vida. Y en Asturias, donde la vaca es el animal totémico, lo es más aún. Los fondos que atesora la fototeca del espacio etnográfico gijonés demuestran a las claras su existencia y además en una doble vertiente, la de los mercados y ferias y la de los concursos de ganados.
Fue en el año 1857 cuando en Madrid se organizó el primer concurso de ganado de los que se tienen noticias en España. A Inglaterrra habían llegado ya en el siglo XVIII esas competiciones. Pues bien, a aquella cita acudieron animales de todo el país, y también dos vacas asturianas, y una de ellas, de nombre pinta, ocho años, negra y blanca, se llevó una medalla de plata. Muestra ya este hecho la importancia que se le iba a dar a estas competiciones que llegarían a Asturias a finales del siglo XIX. Pero no hay testimonio gráfico de ellas hasta principios del siglo siguiente. A partir de entonces, la profusión fotográfica va in crescendo, a medida también que los concurso llamados a ayudar en la mejora de la raza se iban multiplicando. Y, por supuesto, la vaca ganadora debía ser fotografiada perfectamente arreglada para la ocasión, con su medalla y su escarapela, una vez ganaba. «Estos concursos fueron fundamentales para la mejora de las razas en un mundo rural muy fuerte», asegura López.
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En la exposición 'Racionales e ¿irracionales? Retratos con animales (1865-1977)', que hasta el día 28 de este mes se puede visitar en el Centro de Cultura Antiguo Instituto de Gijón y que está previsto que viaje después a Nava, para instalarse en Semana Santa en el Museo de la Sidra, y hará, asimismo, escala reducida en el Museo Etnográfico del Oriente de Asturias, da cuenta de esa realidad fotográfica ganadera de la que fueron partícipes grandes fotógrafos asturianos, como los mismísimos Constantino Suárez o Valentín Vega. En todo caso, muchas de esas imágenes conservadas con mimo en la fototeca asturiana proceden del álbum de Julio Antonio Fernández Lamuño.
Pero más allá de los concursos y de las vacas de campeonato está la vida misma, de cualquier día de feria o mercado, del deseo de cualquier propietario de inmortalizarse junto a ese animal que era fundamental en el medio rural asturiano. «Los fotógrafos de calle, los ambulantes, iban a los lugares donde concurría la gente, a los mercados y las ferias de ganado, y allí hombres, mujeres y niños se fotografiaba con sus vacas, porque era un honor, un orgullo para las familias; la vaca era un animal muy especial en la sociedad rural asturiana, daba la leche, el abono, era fuerza de trabajo para tirar del carro y los aperos», detalla López. Un animal para la foto, para ocupar un lugar de honor en el álbum de la historia cotidiana.
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