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García Márquez en su 87 cumpleaños, apenas un mes antes de morir. afp
El último de García Márquez

El último de García Márquez

Inédito. Una obra que linda con el género erótico, donde el gran escritor profundiza de modo inusual en la psicología femenina

Iñaki Ezkerra

Viernes, 15 de marzo 2024, 19:16

Las novelas que los grandes autores dejan inéditas a su muerte sin dar por terminadas ni conceder permiso para su publicación suelen dejar, por lo general, en su lectura, una innecesaria sensación de desolación postrera. Están en esas páginas, pero a la vez no están. Ya no son ellos mismos y no aportan nada nuevo en ellas, más que el desdibujado nervio que les hacía reconocibles. El caso de 'En agosto nos vemos', la novela que Gabriel García Márquez dejó inédita, es distinto en ese sentido. El desarrollo de la trama argumental resulta, en su sencillez y linealidad, absolutamente coherente. Su discurso narrativo no tiene, como es lógico, el pulso que tuvieron sus obras de plenitud, pero muestra una solvente eficacia técnica, pese a la lucha que –sabemos– el escritor mantuvo en aquellos últimos años de su vida contra la pérdida de facultades, entre ellas la de la memoria, tan imprescindible para pergeñar una trama novelesca.

La antigua tensión creativa, la ironía soterrada y la concentración de 'sentido literario' que ya se apreciaba en sus primeros cuentos han sido reemplazadas por un formal y semántico esponjamiento, que en su caso disimula la caída de la voluntad de estilo, pero que, por otra parte, es más que habitual en la deriva que ha experimentado la literatura que hoy pasa por más comercial y que muestran las obras de novelistas con una excelente salud que hoy ganan Planetas y Nadales. Dicho de otra forma, el peor texto del Nobel de Aracataca daría sopas con honda al mejor de cualquiera de esos premiados autores.

Pero lo más importante de 'En agosto nos vemos' es que nos muestra a un García Márquez inédito en la temática y en el propio enfoque del personaje femenino, al que aborda con una atención intimista que en él es desconocida. Ana Magdalena Bach, la protagonista, no es Isabel viendo llover en Macondo, ni es la críptica Eréndira que se hallaba en manos de una abuela desalmada, ni es tampoco Rebeca, la niña que comía cal de las paredes en 'Cien años de soledad' ni ninguna de esas mujeres herméticas que pueblan sus más conocidas páginas. Es una mujer culta y moderna de ciudad y de una acomodada clase media, hija de un director de Conservatorio y casada con un director de orquesta, con el que ha tenido un hijo veinteañero que es el primer cello de la Orquesta Sinfónica Nacional, y una hija de dieciocho que quiere meterse monja mientras mantiene una relación sexualmente relajada con un novio trompetista de jazz. Ana Magdalena, que tiene cuarenta y seis años al inicio de la novela y que llega a la cincuentena hacia el final de esta, combina su afición a la lectura con el hábito de hacer una visita anual y solitaria a la tumba de su madre, que se halla en una isla caribeña. Es esa costumbre, que le obliga a hacer una noche de hotel al año, la que le brinda la oportunidad de iniciar las fugaces aventuras extramatrimoniales que constituyen el material argumental del libro y que hacen lindar a este con el género erótico, dados los prolijos detalles en los que se explaya.

Uno de esos detalles es el que conforma el nudo principal de la acción narrativa: el primero de esos efímeros amantes, que muestra una inseguridad y una devoción de las que ella se burla, desaparece antes de que ella despierte, dejándole en un libro un ofensivo y humillante billete de veinte dólares que llega a obsesionarla y que delata en ese sujeto una naturaleza fea que le había ocultado. De este modo, el deseo de libertad, de disfrute y empoderamiento femenino del personaje quedan enturbiados por la sombra de esa afrenta. Lo que llama la atención de esta obra menor, pero impecable, escrita en un pretérito verbal de omnisciente tercera persona, es el minucioso seguimiento que el narrador hace de los estados psicológicos de la heroína, cómo un escote atrevido puede hacer que se sienta de pronto desvalida, pero cómo unas joyas pueden, al contrario, subirle la moral y aumentar el fulgor de sus ojos.

'En agosto nos vemos' es una encantadora 'nouvelle' sin grandes pretensiones, sino escrita con el espíritu lúdico de un maestro que se sabe en su etapa final. Pese a ello, sorprende el modo en el que este García Márquez tardío bucea en la intimidad física y anímica, tanto en las relaciones de cama que su verosímil personaje mantiene con esos desconocidos como en los gestos cotidianos del trato conyugal y doméstico que esta lleva a cabo con el propio esposo. Son precisamente estas novedosas facetas en su modo de novelar las que hacen justificable y digna de celebración la publicación de este libro.

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