Aida Folch y Francesc Garrido en una escena de la serie.

Algo chirría en 'Sé quien eres'

A la gente le gusta la serie y es verdad que está bien, pero fallan esas escenas con Eva Santolaria en plan fiscal borde y con prisas y Aida Folch de súper abogada encadenando jornadas de trabajo sin dormir

Yolanda Veiga

Sábado, 11 de febrero 2017, 19:05

Estos días están grabando el final de 'Sé quién eres', la serie de Telecinco que ha vuelto a hacer girar el foco de la audiencia hacia la ficción española. No es que tenga una audiencia excepcional como la tuvo 'El Príncipe', por ejemplo, porque no llegaron a tres millones los espectadores del pasado lunes, pero hay run run. Y lo hay porque es una intriga diferente a las que hemos visto y con un protagonista interpretado magistralmente por Francesc Garrido que no tiene nada que envidiar a los personajes principales de las series americanas. Blanca Portillo se mete en la piel de su mujer y también está magnífica. Tienen dos hijos en la ficción, que pasan un auténtico trago, y están muy bien resueltos por el actor adolescente y la niña que los interpretan.

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Pero fuera del círculo familiar los personajes empiezan a cojear. Empecemos por Eva Santolaria, que hace de fiscal. De fiscal dura, segura de sí misma, una chica moderna de vuelta de todo. Como vimos a Santolaria en 'Compañeros' se nos ha quedado incrustada la imagen de la resuelta Valle... y este papel tampoco es muy distinto del de la líder del instituto. La mayor parte de las escenas en 'Sé quién eres' Santolaria las pasa caminando, rápido y hacia ninguna parte. Si se fijan bien, se darán cuenta de que ella va siempre uno o dos metros por delante de su interlocutor, sin hacerle mucho caso, arreando a buen paso, doblando esquinas y enfilando pasillos que luego realmente no llegan a ningún destino y que parecen creados e incluidos en el guión solo para que la actriz camine y camine sin parar. Y, mientras camina le da tiempo a todo, a provocar al policía gordito diciéndole que lo que le pasa es que tiene poco sexo, a tratar de sacar información a un chaval ofreciéndole un cigarrillo... Y ambas cosas le habrían pegado a Valle, pero no a una fiscal a cargo del caso más mediático y complicado del momento.

El otro personaje que no acaba de cuadrar es la abogada encarnada por Aida Folch. Lo suyo es estar permanentemente enfadada... y con la misma chaqueta. En el último episodio protagonizó una escena también poco creíble. Típica, tópica, previsible. Empezaba amaneciendo en esa oficina-casa tan rara donde trabajan y viven y en la que por la noche (a veces incluso de día) el personaje de Carles Francino atiende las exigencias sexuales de sus amigas-compañeras-jefas-conocidas. Ya era por la mañana y el personaje de Folch se supone que se había quedado a trabajar toda la noche porque la vimos con la cabeza apoyada en la mesa, dormitando con la chaqueta puesta. En estas llegan los compañeros del despacho con un plato de croasanes recién hechos, tratando de no hacer ruido, pero la jefa, que tiene un radar en las orejas, aparta el plato del desayuno casi de un manotazo, agarra una de esas tazas de café donde no hay café ni nada y empieza a dar órdenes sin descanso (se acabó el desayuno). Se coloca la chaqueta un poco y a la faena.

Otra escenita de esas que chirrían. La de la clase magistral del profesor (Francesc Garrido). Es el profe guay de la Universidad y los alumnos también son guays. No asoma un libro por ningún lado porque ellos están a otras cosas. Son jóvenes activos, comprometidos, repantingados por cualquier rincón del aula, todo muy sofisticado. Vamos, nada que ver con la realidad de cualquier universidad de verdad. Claro que en cualquier universidad de verdad no sucede que el profe más carismático, que encima tiene un enfrentamiento con su cuñado que es el rector, se queda amnésico y a la vez desaparece su sobrina, con la que se sospecha mantenía una aventura. Todo eso se admite en la ficción, pero la escenita de los croasants y la super jefa y la de la resuelta fiscal con prisa chocan, chirrían.

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