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«Me da igual que me llamen elitista»

«Me da igual que me llamen elitista»

Ha enviado a sus hijos a un internado inglés, «pero quitándome de muchas cosas». Glotona confesa y deportista, Samantha Vallejo-Nágera no sueña con estrellas Michelin

PPLL

Domingo, 21 de febrero 2016, 08:46

Sigue yendo a todas partes en Vespa, ha cambiado el running por el gimnasio, lleva siempre en el bolso una botellita con crema de verduras cocinada por ella misma por si le asalta un ataque de hambre... Y se confiesa hiperconsumista «pero de Zara y H&M, que para la compra compulsiva en Chanel no me llega». Es Samantha Vallejo-Nágera, una curranta integral a la que algunos se permiten tachar de pija porque procede de una familia de reconocidos psiquiatras, tiene una madre decoradora francesa y acaba de enviar a sus hijos a un internado inglés... «Que digan lo que quieran. Es mucha más la gente que me quiere que la que me critica», asegura esta cocinera hiperactiva que ahora mismo baila más platos que un chino: trabaja en los preparativos para la nueva edición de Master Chef, prepara un nuevo libro de recetas y aún le queda tiempo para promocionar los cereales Special K. «Me tomo los de chocolate con el café con leche y están espectaculares».

Y es que si hay algo que a esta madrileña le guste más que cocinar es comer. «Yo me despierto con la emoción de desayunar. Soy una glotona, lo admito. Todo me tienta, todo me apetece, pero me cuido y me privo de muchas cosas».

Samantha se pone en marcha a las ocho menos diez de la mañana para desayunar con su marido y sus hijos. «Los días que solo tengo catering puedo permitirme el lujo de no tener que salir corriendo al trabajo y me voy un rato al gimnasio».

Su empresa, Samantha de España, que hoy tiene 40 trabajadores, la creó sin la ayuda de su familia en Nueva York cuando, cansada de ejercer como canguro de la tiránica hija del músico David Byrne, decidió montar un negocio de tortillas a domicilio. Lo de erigirse en pionera de la marca España no fue una premonición, sino una maniobra de marketing: su apellido era impronunciable para los americanos.

Esta eat girl que a sus 44 años endulza los cereales con agave y que jamás racionaría el chocolate a sus hijos («tengo la suerte de que no son adictos al dulce») no es amiga de las dietas sino de tomarse la alimentación sana como «una religión». Y advierte: «Si no quieres atracarte de un determinado alimento, no lo tengas en la nevera. Igual que yo a mis hijos no les compro camisetas horribles de superhéroes para no tener que vérselas luego puestas todo el día».

Tiene una niña y tres niños. Al tercero, Patrick, le llaman en casa Roscón, «porque nació el día de Reyes y con premio», repite su madre. Samantha siempre ha defendido que tener un hijo con síndrome de Down «es una bendición» y su implicación para dar visibilidad a estos niños ha hecho que la Fundación Garrigou acabe de nombrarla su madrina. Pero este año su hogar está más vacío. Sus dos hijos mayores se han ido a estudiar a Inglaterra. «Yo me defiendo en inglés, pero quiero que ellos lo hablen perfecto. Me da igual que me llamen elitista. Para mí es un esfuerzo económico muy serio, me he quitado de muchas cosas para llevarles ahí».

Su hermano Colate

Gastadora, disfrutona, vividora y un puntito excéntrica. Así se ve Samantha Vallejo-Nágera a sí misma. No sabe ahorrar y le encanta vestirse «con ropa cantosa». La fama le ha llegado de forma sana, recalca, quizá para diferenciarla del terremoto mediático que sufrió su hermano Colate cuando se casó con Paulina Rubio. Colate acaba de salir absuelto de un proceso judicial en el que su ex socio lo acusaba de estafa. «Lo ha pasado mal, pero todo ha salido genial y ahora se ha ido a Miami súper contento», informa Samantha.

La carrera por las estrellas Michelin no es para esta cocinera. «Puede resultar insoportable», opina en relación al reciente suicidio del chef francés Benoît Violier. «La presión de la alta cocina es muy heavy, porque se ha rizado el rizo. Hay cocineros con mucha ambición y demasiado estrés. Hoy te exigen renovarte, innovar, crear... Y todo a velocidad supersónica. Yo solo de pensarlo me agoto».

Samantha se considera muy trabajadora, pero presume de saber desconectar para dedicarse a su familia. Y cuando quiere darse un homenaje... «Me voy al Etxebarri. Qué maravilla de chef, tan sencillo: un productazo, unas brasas Como a mí me gusta. ¡Sabbbooor! Y sin tonterías».

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