Eva Mayordomo
Jueves, 29 de mayo 2014, 21:09
Un enano de buena familia con un extraño atractivo. Un científico tan brillante como excéntrico y friki . El motero encarcelado. Y una agente de la CIA bipolar que se enamora del enemigo número 1 del país que intenta defender. Entre ellos no hay ninguna relación porque pertenecen a universos narrativos muy diferentes, pero tienen en común que hacen grandes a las series en las que aparecen. Juego de Tronos, The Big Bang Theory, Hijos de la Anarquía y Homeland tienen como mérito no sólo la intensidad de las tramas en el caso de las series dramáticas ni la agilidad e inteligencia de los diálogos en las comedias. En las clases de guión siempre se dice que los buenos personajes generan buenas escenas, y estos ejemplos son gran muestra de ello.
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Un Lannister siempre paga sus deudas
Aunque sea un Lannister en miniatura. Esa familia tiene graves problemas internos, cuecen unas habas de tamaño descomunal -por así decirlo-que van mucho más allá de esconderse detrás del pavo en Navidad para no hablar de política con el primo de Cuenca. Con estos hermanos no hay término medio: o se quieren de una manera excesiva (incesto entre Jamie y Cersei) o se odian hasta el nivel de intentar que la cabeza del otro acabe en una pica (el caso que nos ocupa, entre Cersey y Tyron).
De los tres Lannister, es el enano el que ha ido cosechando las mayores simpatías a lo largo de la serie. Es mujeriego y fanfarrón al principio especialmente, pero la maldad de los personajes que lo rodean va creciendo a la par que él va desvelando su inteligencia y sus habilidades para las guerras, las abiertas y las encubiertas.
Se suele tomar bien las pullas hacia su tamaño (le llaman el Gnomo y Mediohombre), y aporta el contrapunto humorístico a la saga, pero también tiene su corazoncito, que ha demostrado con gestos como cuando le da al Maestre Luwin los planos de una silla de montar especial para permitirle a Bran montar a caballo. Y eso pese al frío recibimiento dispensado por los Stark, claramente molestos por el ajusticiamiento del patriarca de la familia, Ned, a manos de los Lannister.
En definitiva, de tantos personajes malvados, Tyron ha destacado hasta el punto en que los fans han hecho piña por él: en Facebook, han creado un evento por la liberación del enano más carismático de la televisión, encarnado por Peter Dinklage, tras el capítulo en el que era traicionado por Shae. Unas 100.000 personas han confirmado su asistencia a un evento ficticio en Poniente con estos argumentos por bandera: Tyron salvó a todo Desembarco del Rey gracias a su gestión. Ahora la situación es clarísima: Lo tienen enjuiciado por un crimen que él nunca cometió, con testimonios falsos y un juicio bastante desigual. Eso es todo, señoría.
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"¿Me cantas dulce gatito?"
Ni sus propios amigos saben muy bien porqué lo son. ¿Por qué incluir en la pandilla a un científico egocéntrico y maniático hasta extremos nunca antes conocidos? Porque para compartir piso con Sheldon Cooper, Doctor en Física Teoríca (única disciplina que respeta) hay que firmar un contrato que abarca desde qué hacer en caso de apocalipsis zombie hasta el compromiso de darle friegas con en el pecho si coge la gripe, pasando, por supuesto, por jamás de los jamases sentarse en su sitio del sofá.
Por supuesto hay que respetar el orden de las comidas (los martes toca tallarines), no saltarse los límites de velocidad, y olvidarse de la improvisación de cualquier tipo. Todo esto suele llevar a la gente a pensar que está loco, pero no: como siempre aclara, no lo está, porque su madre, una texana religiosa y creacionista, le hizo pruebas. Hay que gastarlo, pues, tal y como es. Especialmente hilarantes son los choques con su vecina Penny, que es la encargada de ser una persona normal dentro de un elenco de frikis de toda clase.
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Sin embargo poco a poco acaban por ser amigos, con todas las condiciones que eso conlleva: ella le canta dulce gatito cuando Sheldon está enfermo, él le guarda secretos a ella -o al menos lo intenta, porque sus aspavientos involuntarios que ello le provoca lo delatan- y ambos protagonizan uno de los momentos más tiernos de la serie cuando Sheldon recibe de manos de Penny una servilleta firmada por su ídolo, el actor Leonard Nimoy que encarna a Spock en Star Trek. En esa ocasión Sheldon vence su falta de empatía para darle un ortopédico abrazo a Penny, que es todo el cariño que es capaz de trasmitir su brillante y fría mente. Un personaje irrepetible que probablemente sufre síndrome de Asperger pero con matices únicos. Como por ejemplo, el hecho de que sus amigos saben que solo tiene dos clases de risa: una mueca horripilante que produce cuando se le pide que lo haga por una causa social (sonríe Sheldon, Penny ha conseguido un papel en una serie. Es una buena noticia), y una risa histriónica e infantil que se reserva para sus propios chistes.
Y es que Sheldon Cooper se ha medido en pantalla con el mismísimo Stephen Hawking, que no duda en reírse de sí mismo. Como dijo Penny, para indignación del Doctor Cooper, el de la silla de ruedas. Y es que The Big Bang Theory tiene momentos de humor despiadado, chistes de friki perdedor en el ligoteo consciente de serlo, aunque quizás los mejores sean las pullas que Sheldon reparte entre sus amigos. La mayoría de las veces, pensando que son halagos, como ese ser astronauta está muy bien. Para haber estudiado un máster de ingeniería. Sin un doctorado en Física Teórica, no eres nadie en el mundo de Cooper. Y aún así se hace querer.
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Con la muerte en la espalda
El claro ejemplo de que no solo de los protagonistas vive una serie. Kurt Sutter es el creador de Hijos de la Anarquía, y como escritor de la historia, se reservó para sí un interesante rol: el de Otto Delaney, un oscuro personaje secundario que se pasa media serie preso en la cárcel de Stockton con la boca callada en beneficio de su club de moteros, SAMCRO. Sus intervenciones en la trama son esporádicas, incrementándose cuando muere su esposa, la directora porno Luann, y se desarrolla una historia de traiciones que si bien queda una temporada en barbecho, ha resurgido en la última emitida, y de qué manera. Los espectadores ven sufrir a Otto hasta extremos indescriptibles, le ven hacer tratos con fiscales, romper acuerdos, sin saber nunca del todo qué se le pasa por la mente.
Algunas de sus acciones son del todo impredecibles, como su violenta manera de decir que no se va a chivar más, que hizo saltar en el sofá a más de uno.
Sin ojos apenas, sin lengua, sin motivos para querer vivir pero con el orgullo de club aún latiendo en un charco de traición, Kurt Sutter encarna un personaje inolvidable. Merece la pena comentar que de todos los papeles de la serie Sutter reservó también para su esposa, la versátil Katey Seagal (sí, Peg en Matrimonio con Hijos) el de Gemma Teller Morrow, intensísimo rol que deja al descubierto las miserias de una madre coraje dispuesta a todo con tal de mantener a salvo a quienes considera su familia. El talento llama al talento.
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Sin litio no soy nadie
A Carrie Mathison y Julieta Capuleto las separan siglos, pero el caso es que ambas son mujeres que se enamoran de quien no deben. A los dos roles, para la pequeña y la gran pantalla respectivamente, ha sido Claire Danes la encargada de darles vida. Carrie Mathison comienza Homeland como una eficaz agente de la CÍA con un trastorno bipolar que mantiene a raya medicándose con litio, pero no es hasta que deja de tomarlo cuando hace las conexiones mentales que le permiten resolver los misterios de la primera temporada. Mientras tanto, su principal enemigo -y el de los Estados Unidos de América- le provoca una atracción insuperable.
Mathison las pasa canutas y es repudiada por su querido Langley (sede de la agencia), pero los espectadores aprecian en ella sobre todo su capacidad de sobreponerse y su gran, enorme e inteligente cabezonería, que no se arredra aunque le dian no lo hagas mil veces. Mathison puede decir te lo dije muchas veces, y pese a sus ataques de locura transitoria, la experiencia va demostrando que hay que fiarse de ella, de su instinto y de su puntería a la hora de juzgar a los que la rodean, algo difícil en una serie llena de seres opacos como Brody. Además el personaje de Carrie es un soplo de aire fresco en cuanto a papeles de mujeres fuertes que llevan las riendas de un drama -de verdad, no como ayudante ni princesa a rescatar-, que todavía no son tan numerosos como los de hombre. Imposible no quererla.
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