Jorge Martínez, en la Cafetería Victoria, en Oviedo. PABLO LORENZANA
Jorge Martínez, músico, líder de Ilegales

«Tristemente, el futuro es de los tontos»

«Los mediocres quieren obligar a la mediocridad a todo el mundo. Se sacraliza el término medio y hay que irse sin miedo a los extremos»

M. F. Antuña

Gijón

Lunes, 27 de diciembre 2021, 03:19

Es una máquina de fabricar titulares. Cita a Schopenhauer y a Nietzsche con la misma naturalidad con la que habla de Andrés Calamaro o Enrique Bunbury, dos de los colaboradores de su último álbum, 'La lucha por la vida', que festeja cuarenta años de Ilegales. Jorge Martínez (Avilés, 1955), Jorge Ilegal para la historia de la música, está feliz y contento, con más ganas que nunca de rock'n'roll.

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-¿Cuarenta años no es nada?

-Cuarenta años es toda una vida. He completado mi crecimiento con Ilegales. Pero pediría prórroga, volvería a empezar. Con esto me pasa como con los conciertos: sales con tanta energía que quieres volver al principio.

-¿La receta para aguantar cuarenta años?

-Que el rock no envejece, porque apela a la propia naturaleza humana. No hemos cambiado nada en los últimos diez mil años. Hemos avanzado tecnológicamente, pero a otros niveles somos idénticos.

-La música sí ha cambiado.

-Sí, pero el rock'n'roll es una música bastante primitiva que utiliza electricidad y tecnología relativamente moderna, pero no envejece. «Tiempos nuevos, tiempos salvajes, esta es tu pelea, levántate y lucha», «Europa ha muerto»... Todo sigue vigente.

-Lo de Europa fue hasta premonitorio.

-Sí, pero es fácil prever cosas. Somos una especie muy previsible.

-El rock ahora se las tiene que ver con el reguetón y el trap.

-El reguetón es muy simple, es hasta tontorrón. El trap es como el rap vaciado de contenido, como si le hubieran arrancado los dientes. En el rap había una crítica social evidente y a veces bien dirigida; en el trap no, se trata de hacer ostentación, desacralizar el sexo, el dinero y el tener una pistola. La gente del rap exhibía una cierta capacidad de peligro político, decían cosas muy acertadas de manera cruda.

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-Pues se lo comen todo...

-No, es mentira. Cuando hay un concierto, las entradas no se venden para ver a gente de trap. Solo funcionan en las redes y en Youtube. No generan dinero. No hay una industria.

-Maluma, Becky G. tienen industria.

-Infinitamente menos que AC/DC o los Rolling Stones. Tú pones los grandes nombres del rock y de esa música y no llegan a la décima parte. Es su realidad económica. Vivimos en un mundo donde el monetarismo impera y el rock es más fuerte monetariamente y ha coexistido con un montón de músicas, repulsivas o no, y ha resistido siempre. Aquí está y va a seguir. Solo tienes que ver cómo se venden las entradas y el consumo de bebidas, somos así, somos consumidores.

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-Pero tirando a mayores...

-No, hay mucha gente joven, muchos de ellos en el punk. En primera fila hay jóvenes y en los conciertos se llegan a juntar tres generaciones, y esto lo saben las empresas que ven el rock como negocio.

-Han hecho un disco de cuarenta años con muchas colaboraciones -Vetusta Morla, Iván Ferreiro, Dani Martín, Bunbury, Luz Casal...-, pero, en lugar de versionarse, han apostado por canciones nuevas. ¿Por qué?

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-Cuando cumplimos los veinte años, dimos un concierto en el que reunimos a todos los que habían pasado por Ilegales y montamos una bacanal que duró dos días, de la que salimos indemnes de casualidad. Pero, cuando oímos el disco, habíamos repetido lo mismo que en anteriores, quizá con un poco más de furia, pero muy parecido. En 2001 decidí que no íbamos a repetir la misma fórmula si conseguíamos llegar al cuarenta aniversario. Hemos llegado y lo que hice fue grabar canciones nuevas en nuestro estudio e invitar a aquellos artistas a los que les van bien los temas. Eran tan adecuadas las canciones que, nada más escucharlas, recibía la llamada de vuelta: «Está de puta madre, ¿cuándo lo hacemos?». Y con la pandemia, tuvimos que utilizar estudios puente. Por ejemplo, Bunbury tuvo que grabar en Los Ángeles.

-Y además hay colaboradores que, en principio, no tienen nada que ver con ustedes.

-Pero la canción, sí. Son muchos estilos diferentes. Aquí no hay amiguismos, manda la música.

-¿Cuánto tiempo llevan detrás de este disco?

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-Año y pico, hay muchas canciones nuevas. Y todas las que hay que son antiguas, menos una, son temas que han vivido poco tiempo. Es una faena invitar a alguien a tu disco y hacerle que cante una canción muy rodada que inmediatamente se va comparar con la original.

-Es lo que hace todo el mundo.

-Pero no hay que hacer lo que hace todo el mundo. Vivimos en una cultura dineraria, pero nosotros somos artistas, y lo que prima es el arte. No hemos asumido los riesgos de todos estos años para ahora hacer lo que hace todo el mundo. Nosotros somos los buenos. Y hay que ser muy duro para ser de los buenos.

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«Asturias tiene buenos músicos, pero pocos Jorge Martínez, y lo deseable es que aparezcan más»

-Hay gente muy aperturista, pero veo también la cerrazón de algunos. No reconozco fronteras, ni naciones, ni banderas. Me encuentro muy bien en Asturias, es mi sitio, pero no estoy mal en Madrid, Santiago de Chile o Medellín. Hay una cosa muy buena en Asturias: que, al no tener la barrera idiomática, tiene muy buenos profesionales. Yo quiero el mejor médico, no que me hable en asturiano. Hay que conservar las lenguas, pero imponerlas en todos los centros oficiales, no.

-Ese chauvinismo no va conmigo.

-El coste de entrar en Europa fue el desmantelamiento de toda la industria. Habría que conservar ciertas cosas por cuestiones puramente estratégicas, esto de que venga carbón de fuera a toneladas enciende la luz de todas mis sospechas. Y ahora, con la crisis energética, probablemente nos demos cuenta de que no podemos quitarnos las térmicas ni las nucleares alegremente.

-Sí, bueno y malo, como siempre a lo largo de la Historia.

-Los músicos son muy buenos, pero hay pocos 'front man', el tío que se pone delante. Hay pocos Jorge Martínez y lo deseable es que aparezcan más. Están UHP, Mota Blues, Cristina Gestido, una gran música que hace buenas canciones pop, Rita Ojanguren, Los Ruidos, Alfonso Lantero, Alto Volto, Tigre y Diamante, los Guajes... Hay gente, hay vida. Hace falta que esos músicos consigan un jefe de filas, alguien que encauce toda esa capacidad musical, más amplia que la que había en los años 80, porque ahora hay más estilos, más cosas.

-¿Y quiénes son los malos?

-Están en todas las esquinas. El futuro es de los mediocres. Vivimos en un momento de una crisis social enorme y aparece lo más putrefacto, como todas esas maneras de insultar fácil sin razón. Hasta los insultos deben dirigirse con cierta elegancia. Schopenhauer tiene mucho que decir en esto.

-Usted, que nunca ha tenido pelos en la lengua, ¿cómo lleva la dictadura de lo políticamente correcto?

-Es la conjura de los necios. Los mediocres quieren obligar a la mediocridad a todo el mundo. Tristemente, el futuro es de los tontos. Y de los tontos del culo. Se sacraliza el término medio y hay que irse a los extremos, que no son tan malos, no hay que tenerles horror.

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-¿Y cómo ganan los buenos?

-Luchando. Yo llevo mi batalla. Hubo una época en la que desconfiaba de la capacidad de lucha y de cambiar las cosas que tiene el rock, pero luego me di cuenta de que esa manera de sobreamplificar lo que llevamos sí cambia las cosas. Me di cuenta en América. Las libertades de todo un pueblo se amplían cuando los artistas, los políticos, el mundo intelectual y laboral trascienden esas fronteras que impone el poder.

-¿Este mundo tiene arreglo?

-No. El arreglo es mantener esa tensión entre el poder y el pueblo, hay que mantener el pulso dentro de unos márgenes beneficiosos. A veces consideramos libertad una no libertad a la que nos hemos acostumbrado.

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-Volviendo al álbum, ¿le dijo alguien que no?

-Hubo problemas de tiempo, pero ese es un segundo capítulo. De todas formas, soy de los que disfruta de lo que tiene, de lo que hay. Yo creo que nos ha salido muy bien. Ilegales es muy atractivo a nivel artístico. Una cosa es de camerino hacia fuera, que hay bandas más populares, más atractivas para el público en general, y otra cosa del camerino hacia adentro, y ahí Ilegales tiene el máximo prestigio.

-Cuarenta años. ¿Recuerda los primeros ensayos?, ¿qué sensación le provoca mirar atrás?

-Recuerdo los primeros ensayos, porque se hacen para recordar, es un ejercicio de grabación en el cerebro de acordes y comportamientos. Al echar la vista atrás, veo que le hemos mordido a la vida en el culo. Confieso que he vivido, me reído a destiempo y he sembrado esperanzas sabiendo lo frágil que es la cosecha que tenía que recoger. Y me he equivocado muchas veces.

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-¿Hay lugar para el arrepentimiento?

-Claro que sí, el que no se arrepiente es que es tonto del culo. A lo hecho, pecho; pero los errores cometidos una vez no hay que cometerlos una segunda... Aunque yo algunos los habré cometido hasta tres.

-Pues que no sean cuatro.

-(Carcajadas) Vamos a ver...

-¿Añora algo del pasado?

-Francamente, soy feliz en este momento. Quizá tenga la casa muy desordenada, pero la mente, no. El orden tiene que ser interno. Creo que soy más joven ahora que viejo fui antes. Cuando eres joven, las convicciones no lo son en absoluto, tardan en cristalizar. Yo ahora estoy en la fase de volver a la etapa juvenil y cuestionarme mis convicciones.

-¿Y si mira adelante?

-El presente está hecho de pasado y futuro. Y probablemente todo está sucediendo al tiempo. Estoy muy cómodo en el presente. No padezco ansiedad ni me pone nervioso el futuro, aunque puedo predecirlo con facilidad.

-¿Qué me dice?, ¿cuándo va a acabar esta pandemia?

-Cuando lo digan Pfizer y compañía.

-¿No será negacionista?

-No, no. No lo soy en absoluto. Este es un bicho que ni siquiera está vivo, pero nos está jodiendo vivos. Es difícil predecir cómo muta una cosa de estas, acabaremos generando defensas, y muchos individuos morirán. Ha ocurrido muchas veces y volverá a ocurrir. Y, desgraciadamente, seguirán intentando privatizar la sanidad y dársela a la banca.

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Celebración tribal

-¿Qué me dice de Miguel Bosé?

-Miguel Bosé es un idiota desde hace muchos años y hay muchos idiotas como él. Me preocupa ese proceso de infantilización del ciudadano y cómo entra a las campañas de desinformación. Me parece peligroso. Ya hay víctimas. Hay un montón de gente no vacunada que la ha palmado por hacer caso a estos conspiranoicos. ¡Unos cuantos tontos menos!

-¿Cómo se apañó en el confinamiento?

-Bien. Tenía un bache de conocimientos de haber leído poco y le metí a fondo. No bebí, dejé el hígado limpio y salí con un montón de canciones.

-¿Cómo se llevan el rock'n'roll y la distancia social?

-Fatal. Porque el rock'n'roll es una especie de celebración tribal y hace falta una cercanía. Viene del blues, de los pequeños clubes donde la gente se aglomera y se propagan las enfermedades. ¿Pero es higiénico? Sí, porque para la mente es un catalizador que hace que se fundan gran parte de comportamientos agresivos, mentalmente funciona mejor que muchos fármacos, así que es asumible la inmersión en un medio contaminante por los grandes beneficios que provoca.

-¿Y los conciertos con mascarilla cómo los lleva?

-Solo dimos un concierto en Gijón. No me gustó y cancelamos.

-Pero ahora tienen una gira.

-Que hay que hacer sí o sí. Estamos con ganas.

-No hay fechas en Asturias.

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-Pero tocaremos. Estamos planeando alguna maldad gorda.

-¿Qué tal se lleva con las redes?

-Bien. No me meto en líos, yo creo que me dejan un poco por imposible. Hay gente grillada, se ven todo tipo de miserias, hay 'haters', que son los incapaces, los frustrados, los mediocres... Pero hay que prescindir de sus opiniones. A mí me resbalan.

-¿Qué les pasa con América que su música gusta tanto?

-Hay países en los que más y otros, menos. Yo creo que se están vengando de cuando nosotros les mandábamos las folclóricas allí, ahora ellos nos mandan el reguetón y consumen rock. Es una cuestión de justicia cultural. Les hemos jodido bien con toda la basura que les hemos exportado.

-¿Qué tiene en sus listas de Spotify?

-De todo. Últimamente, mucha psicodelia. Elvis Costello, Coque Malla, King Guizzard, Sigue Sigue Sputnik... Ilegales también. Oigo un montón de música, en Spotify y en vinilo.

-¿Alguna espina clavada?, ¿alguna asignatura pendiente?

-He hecho todo lo que me ha dado la gana y he tenido muchísimo éxito en la vida.

-Va a hacer feliz a Escrivá retrasando la jubilación...

-No quiero jubilarme. No es cuestión de edad, sino de fuerza. Somos muy fuertes. No me veo inactivo con un montón de canciones llamando a la puerta.

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-¿Cómo le llaman a usted a la puerta las canciones?

-A cualquier hora, son unas hijas de puta. A las cuatro de la mañana, cuando estás dormido en lo mejor, me levanto y cojo la guitarra. Y otras veces me llaman cuando estoy en lo mejor de la fiesta y me tengo que ir. Hay que hacerlo así, porque las canciones, como se vayan, ya no vuelven nunca.

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