El viejo Loquillo ha dado paso al nuevo Loquillo. Así lo indica su nuevo álbum, 'Diario de una tregua', un disco de renacimiento forjado entre el «aislamiento del estudio» y la «lucha por la supervivencia artística» durante la pandemia. Tiene el título algo de profético ... o premonitorio. Se publica aún bajo la conmoción del covid-19 y en mitad de una guerra en Europa que despierta múltiples lecturas en este europeista convencido. Loquillo adapta 'Historia de dos ciudades', el relato de Dickens que «mejor define la realidad actual». El 2 de julio actuará en el Metrópolis de Gijon.
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- Aparte de sus discos de poetas y 'Mujeres en pie de guerra', la BSO del impactante documental de la realizadora Susana Koska, 'Diario de una tregua' parece ahondar en una nueva indagación sonora y literaria presente desde 'Balmoral'.
- Con 'El Último Clásico' (su disco anterior) terminó mi siglo XX. Una llama en la portada así lo anunciaba. Un simbolismo propio de Cirlot. 'Diario de una tregua' inaugura un nuevo personaje macerado durante la pandemia, curtido en el aislamiento de un estudio y la lucha por la supervivencia artística en una gira, 'La vida por delante', donde todavía sin vacunas recorrí España con la poesía como arma cargada de futuro.
- ¿Se siente plenamente libre para hacer o deshacer en su carrera profesional?
-Mi obra es la manera que tengo de profundizar en mi crecimiento personal, con sus aciertos y errores. El personaje crece, muta. De mí no esperes un artista acomodaticio ni políticamente correcto.
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- Coronavirus, Ucrania. ¿Estamos en tregua permanente contra algo indefinido?
- Nos acostumbramos a la Paz, con mayúsculas, europea que surgió a raíz del final de la Segunda Guerra Mundial y de la transición española tras una larga dictadura. Luego vivimos la caída del Muro, la guerra de Yugoslavia y la señal definitiva, el incendio de Notre-Dame, y no quisimos ver que los mismos fantasmas que recorrieron Europa durante la década de los 30 del pasado siglo han vuelto de entre los muertos. Las democracias occidentales corren un gran peligro. Deben defenderse y transmitir ahora más que nunca los valores del mundo 'libre'. La libertad no es gratis.
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-Un diario es un ajuste de cuentas con uno mismo. Lo demás sería pretencioso por mi parte.
- Tiene una obsesión casi enfermiza por la precisión de la palabra. ¿La palabra es un instrumento menospreciado?
- El valor de las letra es cada día más importante en mi obra. Trabajar con Sabino Méndez, Gabriel Sopeña, Luis Alberto de Cuenca, Carlos Zanón, Igor Paskual, Martínez Mesanza... o cantar a Brel, Brassens o Cash es monumental para mí. Estoy aquí para aprender y de paso transmitir la obra de los autores al resto de ciudadanos. Estamos en lucha contra la demonización de la palabra.
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- Entre los discursos doctrinarios y la tendencia a dibujar una realidad en blanco y negro, sobre todo en las redes, ¿se pierde la capacidad de reflexión?
- La cultura de la cancelación ha vuelto, se ha puesto al día y se disfraza de modernidad. Atrás queda la censura, el paseíllo, la caza de brujas o la Inquisición. Me gustan los músicos, escritores, cineastas y creadores en general que, aunque no compartiendo sus postulados, ponen en duda el 'statu quo'. Se crece en la discrepancia, no en la coincidencia.
- ¿Le ha servido la literatura para interpretar a su personaje?
- Hace tiempo que Loquillo es un personaje literario. José María Sanz disfruta con sus aventuras y precuelas.
- ¿Tiene un autor para las malas horas o de soledad?
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- Los clásicos griegos y romanos y la literatura medieval.
- Por primera vez un rocker adapta un relato de Dickens.
- No hay texto que defina mejor nuestra realidad actual que lo escrito por Dickens hace dos siglos. Sublime. Fue un regalo del destino revisitando su obra durante la pandemia. Gabriel Sopeña, que adaptó en su día los textos de Cash o Brel, ha vuelto a clavar una adaptación, esta vez de un grande de la literatura universal.
- ¿Se siente un autor añorante o expectante ante el futuro?
- Soy consciente de que voy a ver desaparecer el mundo en el que crecí. Jamás he vivido el presente como ideal de vida, ando con un pie en el futuro pero conocedor de lo vivido y ya perdido.
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