
Sergio Peris-Mencheta, actor y director
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Sergio Peris-Mencheta, actor y director
«Quien hace teatro es militante de la vida»Es un entusiasta de la escena, un enamorado del teatro, un activista de la cultura. Es un ser creativo. Es luz. No ve oscuridad ... Sergio Peris-Mencheta pese a los malos ratos vividos en el proceso curativo de la leucemia. Este viernes llega al Niemeyer '14.4', una obra que dirige y firma junto a Juan Diego Botto, que sube a escena el drama de los menas con un conmovedor relato en primera persona de Ahmed Younoussi, que es también coautor y protagonista. Él cuenta su propia historia, la de un menor que consigue llegar a España después de sobrevivir en las calles de Tánger.
–Juan Diego Botto y usted son la pareja teatral perfecta.
–Somos buenos amigos y nos entendemos muy bien.
–En este caso forman trío con Ahmed, el protagonista, con quien trabajó en la distancia, desde EE UU.
–Me hubiera gustado estar piel con piel pero tuve que dirigirle a nueve mil kilómetros de distancia, online, porque yo estaba en ese momento en el hospital con todo el proceso curativo. Le faltó el sherpa que es un director para un actor, que estuviera de cuerpo presente, pero también hace que el montaje sea diferente, especial, forma parte del juego teatral. Para mí fue placentero, me ayudó mucho a remontar muchas veces porque la conexión con la pasión hace que a uno se le olvide que está malito y le dejen de doler las cosas y le suba la vibración. Luego cuando se acababa el ensayo me metía en la cama, pero durante ese tiempo volvía a ser yo al cien por cien.
–Decía Juan Botto que él había pensando en suspender, pero que usted dijo que p'alante.
–Fue una conversación a tres con Nuria, mi socia, que fue la primera que me llamó y le dije 'si me quitas esto también, lo que me faltaba'. Me dijo '¿tú crees que podemos?' y respondí 'yo creo que debemos' y luego descubrí que además me ayudaba, no es que me ayudara a despistarme, a pensar en otra cosa, es que me ayudaba a nivel energético, me ponía en otro lugar y creo que ha sido una de las herramientas esenciales del proceso curativo.
–En un momento como el actual, ¿hasta qué punto es importante que el público se ponga cara a cara con Ahmed?
–El teatro está para eso siempre, en momentos más sombríos como este o en los más luminosos, está para hacer de bufón al rey, recordarle al público el mundo en el que estamos y quiénes somos. Y además en vivo y en directo. Está pasando, está ahí, encima del escenario. En el caso de '14.4' eso se eleva a la potencia porque el que está contando esa historia ha vivido esa historia, no es un actor que está recitando un texto aprendido, sino que son sus propias palabras y está contando su vivencia. Cuando escuché su vida la primera vez y la vi encima del escenario, el relato era apabullante. Y quince años después aquí estamos.
–¿Estamos vacunados contra este tipo de relatos?
–Cuando lo vemos en un telediario ya no nos remueve como la primera vez. Pero el teatro te recuerda no solo qué está pasando, hace que te acuerdes de ti, de que tienes un corazón y eres empático y que es imposible no dejarse llevar por lo humano. '14.4' está muy centrado en intentar no ser paternalista, condescendiente, pero está hablando de una historia real y la cuenta tal cual.
–¿Cómo sale el público?
–Nos han pasado cosas que no han pasado nunca en ningún montaje que yo sepa. En varias funciones sube gente al escenario a abrazar a Ahmed.
–Qué emocionante.
–Es muy fuerte y súper emocionante. La obra trasciende lo teatral y acaba de una manera que arrasa bastante, desde lo amoroso, y no puedes evitar derramar lágrimas.
–Le ha dado por el teatro documental, porque vuelve con 'Blaubeeren', que estará en Avilés en mayo.
–Este es teatro documento en sentido estricto. Es una obra escrita por Moisés Kaufman, que es el autor de la famosa 'Proyecto Laramie', y casi diría que es el padre del teatro documento y máximo exponente. Habla de las realidades que le tocan. Es un exiliado venezolano, judío y homosexual. Yo leí la obra, me fascinó y él vino a ver 'Ladies Football Club', le gustó la dirección y llegamos a un acuerdo para que lo dirigiera aquí en España.
–¿Cómo es eso de volver a dirigir desde la presencialidad?
–Todavía no hemos empezado con los ensayos, estoy con la parte más técnica. Me he juntado con el elenco un par de veces, para ver qué pinta tenía la cosa a nivel humano y se agradece. Poder hablar con los actores, poder estar disfrutando del proceso, no solo de los ensayos, que es para lo que yo dirijo. Yo por mí no estrenaría nunca, yo dirijo para vivir el proceso, es jugar una partida, el estreno es haber ganado o haber perdido. Me interesa el proceso creativo, cómo los actores se van impregnando de los personajes, cómo nos vamos todos impregnando de la obra, cómo vamos transformando las palabras en hechos encima del escenario.
–No le da por comedias románticas, se mete en el Holocausto y este momento en el que todo tiene lecturas extrañas.
–Que sepas que lo siguiente va a ser una comedia romántica. Me meto en el mundo del Holocausto como telón de fondo, es un pretexto para hablar del ser humano y de la capacidad que puede tener de ser un auténtico hijo de puta, de despegarse de la empatía de ver al otro y ser un cabrón, un déspota. Qué te voy a contar que no estemos viviendo en este momento. No hace falta irse al Holocausto para ver que somos capaces de esas y de cosas mucho peores, igual que somos capaces de lo mejor. Nos basamos en esto para hablar de la banalidad del mal. Esta obra es el complemento perfecto de la película 'La zona de interés'. El Museo del Holocausto recibe un álbum de fotos, pero no refleja las imágenes a las que estamos acostumbrados, sino el otro lado, la vida de las SS y de todos los trabajadores del campo de concentración de Auschwitz, en ningún momento sale ningún preso, solo se ven celebraciones, excursiones, incluso construyeron un spa cerca para premiar a los cuadros por su buena labor exterminando judíos, comunistas, homosexuales, gitanos... A través de esas 116 fotos del álbum vamos haciendo una investigación y la obra se convierte en una especie de thriller en el que tratamos como espectadores de ir descubriendo quiénes son, qué hicieron, a qué se dedicaban antes.... Y vamos encontrándonos con esto, que cualquiera de nosotros, con la cabeza convenientemente lavada, puede formar parte de ese entramado.
–Un momento perfecto para hablar de esto.
–Siempre es un momento perfecto. Quien hace teatro es militante de la vida. Yo no sería capaz de subirme a un escenario como actor a contar una historia que no me interpela. Me aburriría. El teatro tiene el sentido de ser espejo del mundo y siempre será, a pesar de la inteligencia artificial, el bufón del rey, el que tiene permiso para decirle al que gobierna 'eres un idiota'.
–Ahora gobiernan muchos idiotas.
–Por eso hacen falta bufones.
–Acaba de volver de EE UU. Ya me dirá.
–Es para asustarse mucho. Estamos en un final de era. El asunto es aceptar que es la realidad que nos va tocar vivir por lo menos los próximos cuatro años. Tenemos a un rey del mundo que está mal de la cabeza y le acompañan otros virreyes similares. El teatro es el hermanito pobre y eso le hace poderoso, porque puede contar historias que no se puede en otros medios y hacerlo en tiempo récord. El teatro es la vía rápida para contar cosas.
–Viene a Avilés con ganas de estrenar y de comer...
–Sí, de comerme un rey de Tataguyo. Estrenar y empezar gira en Avilés siempre es buen inicio.
–¿Cuándo le vemos en pantalla?
–Durante todo el proceso creativo y curativo al mismo tiempo de '14.4' y 'Cielos', la obra anterior, a Marta [su compañera y madre de sus hijos] y a mí se nos ocurrió documentar cómo lo creativo ayuda a lo curativo, cómo son vasos comunicantes. Se lo propuse a Andreu Buenafuente y estamos en proceso de montaje. Esperamos que este año salga el documental.
–Y también tiene libro.
–Durante todo este proceso ha sido el momento de vida más creativo. Me propusieron escribir un libro, yo no lo veía al principio, el documental iba a ser suficiente, pero en un momento dado le di la vuelta al asunto y digamos que el libro es otra mirada sobre el proceso curativo, sobre lo que significa estar enfermo, las oportunidades que te da. El libro es más autobiográfico, está más en el pasado, en los ancestros, en un lugar más espiritual, que es donde te coloca la enfermedad.
–O sea, que hay un antes y un después de la leucemia.
–Totalmente, y en general, uno no se cambia por el de antes.
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