Tres mujeres escenifican hoy el sufrimiento de tantas en el pasado. J. C. Román
Coreografía y crónica de la histeria médica
La danza cruel de las mujeres rebeldes
Estreno ·
El Jovellanos acoge el día 24 el estreno de 'La bestia negra', un viaje al hospital parisino en el que las mujeres supuestamente enfermas de histeria eran fotografiadas en poses que servían para documentar su supuesta enfermedad
En el siglo XIX, en el hospital parisino de la Salpêtrière, las mujeres internadas y diagnosticadas de la enfermedad de la histeria, salían a escena. No ante el público, no por decisión propia, sino forzadas por los médicos encabezados por el neurólogo Jean-Martin Charcrot, que ha pasado a la historia de la medicina como un grande, y que realizó con ellas un raro experimento. Como la fotografía no era instantánea como es ahora, como requería de un proceso y unos tiempos, aquellas histéricas que podían serlo por cualquier razón (por ser prostitutas, lesbianas o simplemente por protestar y no aceptar de buen grado la normalidad del momento), debían mediante hipnosis y otros métodos reproducir lo que les sucedía cuando se daban sus supuestos ataques de histeria para que los doctores pudieran verlo y el fotógrafo captarlo. Y existe un inmenso álbum fotográfico que da cuenta de aquellas prácticas. Y un sesudo ensayo, 'La invención de la histeria', de Didi-Huberman, que cuenta ese ejercicio de impostura médica que hoy resulta repulsivo. Pues bien, esas imágenes, esa historia, llegan ahora a un teatro de verdad. Y se cuentan bailando, con danza contemporánea se recrean esas poses y se evoca ese pasado descabellado y demoledor. Proyecto Piloto ultima la puesta en escena de 'La bestia negra', el último Premio Jovellanos a la Producción escénica y el primero que recibe un espectáculo de danza contemporánea.
Rebeca Martín Tassis fue quien tuvo la idea de hacer de aquella teatralidad otra. Ella la coreografía y la baila junto a Izar Gayo y Andi Bilbao, mientras la cuarta histérica en escena es Verónica G. Galán, autora de la música, un personaje más, que se ejecutará en directo durante un espectáculo de unos 70 minutos de duración que el día 24 de septiembre se estrenará en el Teatro Jovellanos después de una larga búsqueda. «Hace muchos años me encontré con este material y a través de la corporalidad de ellas vi relaciones con la historia de la danza contemporánea», señala Rebeca Martín Tassis, que vio una coreografía, una escenificación en esa repetición de sus propios ataques que podía, sin duda, llevarse al escenario.
fotografías reales captadas a finales del siglo XIX en el hospital parisino.
E.C.
Borja Roces se encarga de dirigir este montaje que se hace con la calma que da el Premio Jovellanos a la Producción, que aporta 21.000 euros. «Para mí es una oportunidad de oro poder disponer de un presupuesto más holgado del que normalmente podemos tener en Asturias, porque te permite trabajar con cierta tranquilidad, con más tiempo», explica este actor, dramaturgo y director que relata cómo en abril comenzó el proceso de conocerse el equipo, de probar ideas, para lograr un lenguaje común. Aclara que dirigir danza es diferente a hacerlo en teatro, pero al final –sostiene– no deja de ser lo mismo, aunque se emplea más el cuerpo en un caso y la palabra en otro. Pero aquí también hay palabras, un 20% de la función incluye texto.
El movimiento no está escrito, va surgiendo, se va encontrando en un camino que tiene mucho de creación grupal. Y más en una historia tan difícil de digerir y transformar en arte: «Lo que nos interesa realmente es cómo esas mujeres eran casi muñecas al servicio de Charcrot, pero en realidad eran mujeres encerradas por múltiples motivos, no porque pudieran estar enfermas, porque cualquier síntoma por absurdo que fuera las llevaba a ser diagnosticadas como histéricas. Desde ahí lo que hemos ido haciendo es acercar ese concepto de mujeres histéricas a la actualidad», señala Roces.
«Eran mujeres encerradas por múltiples motivos, cualquier síntoma absurdo las convertía en histéricas»
Borja Roces
El montaje está concebido como un díptico. En la primera parte se juega con la imagen de esas mujeres de aquel siglo XIX desde una mirada muy poética y en la segunda parte se van desdibujando para dar paso a otras féminas más contemporáneas que también son víctimas del histerismo de hoy, de no cumplir con lo establecido, de vivir su vida y su sexualidad con libertad. Como ocurría en el sanatorio francés: «Para curarlas los médicos las masturbaban, entendían que una de las formas para que ellas vencieran esa enfermedad era llegar al orgasmo», explica Borja Roces.
Las coreografías surgen de mirar y mirar esas imágenes, de tratar de recrear sus gestos. «Tenemos un registro fotográfico y a partir de él, intentamos llevarlo al movimiento, al cuerpo , improvisarlo, vivenciarlo... Empezamos a contar las escenas que Borja nos pide en una búsqueda de ver qué nos funciona para recrear esas imágenes», apunta Rebeca Martín Tassis. Y lo confirma la bailarina y actriz Izar Gayo: «Intentamos buscar esa sensación y esa incomodidad que ellas podrían tener a la hora de recrear los ataques, porque tenían que actuarlos», subraya. Anota después que la búsqueda es gozosa, pero siempre en el camino creativo surgen los miedos, las dudas, ese eterno síndrome del impostor que en este caso las acerca más que nunca a las protagonistas de esta historia, impostoras forzadas de su propia existencia.
Borja Roces dirige la propuesta de Proyecto Piloto, que coreografía Rebeca Martín Tassis. / Las coreografías tratan de recrear los gestos de las víctimas de este experimento.
J. C. Román
La incomodidad a la que alude Izar Gayo se busca incluso en el vestuario, obra de Patricia Vázquez, que no es fácil de llevar en el escenario.Una decisión del director, que las quiere a todas en escena siempre y sin grandes elementos escenográficos acompañándolas. Ahí la simpleza se hace bandera, unas mesas y unas sillas, y poco más, a lo que se suma la propuesta artística creada para la ocasión por Cristina Busto, que se encarga de las proyecciones que permitirán ver a esas mujeres del XIX y otras del XXI. «Es una composición artística en la que jugamos con imágenes reales de ellas, de cómo las capturaban fotográficamente constantemente todos los martes, en una sesión a la que se invitaba a múltiples médicos, todos hombres, entre ellos Freud por cierto, y las hipnotizaban en teoría y ellas reproducían las poses, los estados de histerismo, desde la pasión hasta el éxtasis», apunta Roces.
Es fundamental la música que firma la compositora Verónica R. Galán. «Es un lujo que alguien esté componiendo a la vez que estamos creando y que además va a estar en escena». También ejecuta esa música en directo, que transmite desesperación en el arranque y luminosidad en el tramo final del espectáculo. «A la hora de crear siempre me inspiro en la emoción, ese es mi foco, dirijo todo a la emoción y a partir de ahí es lo que me va sugiriendo», explica la compositora, que tiene en el escenario un set con teclados, sintetizadores, algo de percusión y que también empleará la voz para componer esta danza cruel. «Prefiero no definir la música, porque, de repente, hay pinceladas neoclásicas, pero luego me lo llevo a otro lugar más oscuro y meto algo electrónico con sintetizadores», detalla la compositora. Para ella esta banda sonora surge de las evocaciones que la historia le va sugiriendo. «Es un viaje emocional. Y ojalá que para el espectador también». Ese es el plan. Esa la búsqueda que concluye el día 24 en el escenario del Jovellanos.
El acceso al contenido Premium está abierto por cortesía del establecimiento donde te encuentras, pero ahora mismo hay demasiados usuarios conectados a las vez.
Por favor, inténtalo pasados unos minutos.
Sesión cerrada
Al iniciar sesión desde un dispositivo distinto, por seguridad, se cerró la última sesión en este.
Para continuar disfrutando de su suscripción digital, inicie sesión en este dispositivo.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.