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A. VILLACORTA
OVIEDO.
Jueves, 30 de mayo 2019, 00:23
Joaquín Navarro-Valls (Cartagena, 1936-Roma, 2017) fue, a decir de quienes conocieron bien su trabajo, una figura que «revolucionó» la imagen que la Iglesia católica transmitía al mundo. El que ejerciera como portavoz del Vaticano y mano derecha de Juan Pablo II durante más de 22 años (a los que se sumaron otros quince meses con Benedicto XVI) se convirtió en el primer laico -y no italiano- en ocupar ese puesto y ahora su hermano Rafael Navarro-Valls recoge sus vivencias en un libro titulado 'El portavoz'. Un volumen que mañana (20.10 horas) presentará en el ovetense Club Torla (calle Pérez de Ayala, 1) y en el que el jurista y vicepresidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación de España recoge una veintena de testimonios sobre la época del médico y periodista al frente de la Oficina de Prensa de la Santa Sede.
Son decenas de anécdotas en las que se narra la estrecha relación entre Joaquín Navarro-Valls y Juan Pablo II, que se inició cuando el Pontífice «le llamó y le preguntó cómo veía esa Oficina de Prensa, a lo que Joaquín respondió que no solo se requería un cambio, sino que se necesitaba una verdadera revolución. El Papa le ofreció entonces la nueva responsabilidad y él dijo que se lo quería pensar, pero le avisaron de que sería la primera vez en la Historia en la que alguien le dijese que no a un Papa. Por lo tanto, enseguida le dio el sí, pero antes pasó una noche de insomnio, según me confesó luego», cuenta su hermano.
Era el inicio de una labor cuyo secreto -explica Rafael Navarro-Valls- fue la cercanía: «Joaquín se iba con el Papa a la montaña, comían y cenaban juntos muchas veces...». Una relación no exenta de dificultades, «porque ya se sabe que, en cualquier corporación, una relación cercana con el jefe directo a veces supone que algunos jefes intermedios se pongan nerviosos». Pero el portavoz de la Santa Sede resistió a fuerza de tesón y lealtad, primero con Wojtyla y después con Ratzinger: «La tarea supuso un esfuerzo brutal por su parte y una gran confianza por parte de sus dos jefes, pero lo bueno de Joaquín era que nunca quiso hacer carrera».
Características a las que se unió la sinceridad, como se puso de manifiesto cuando empezaron a salir a la luz los casos de pederastia del fundador de los Legionarios de Cristo, Marcial Maciel, según la versión de Rafael Navarro-Valls.
«En una reunión de Benedicto XVI con sus colaboradores, la mayoría decían: 'Vamos a tapar ese tema'. Pero fue Joaquín el que se opuso: 'No, este tema tiene que hacerse público. Sería una traición a la propia Iglesia'. Y lo hubiese sido de no haber seguido su consejo».
Pero es que a él se debe también el deshielo con La Habana de Fidel o el Moscú de Gorvachov, porque Navarro-Valls acompañó a los dos pontífices en más de un centenar de viajes a 128 países. Una vida apasionante que, a final de año, quedará plasmada en las memorias que dejó prácticamente concluidas.
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