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Con su saxofón Charles Lloyd trazó nuevas rutas al sonido que ya había alcanzado grandes cotas en la improvisación con John Coltrane, y llegó a ser lo más cercano a una estrella del rock en el jazz, con ascendencia en el movimiento hippie y con ... músicos como Keith Jarret en su cuarteto. Con 85 años, sigue en la carretera, con una actividad casi frenética, sobre todo desde que cumplió 80 y lo celebró con un disco en directo, llamado '8', con una gran banda de músicos de nuevas generaciones. Después de esto, aprovechó la pandemia con vitalidad y grabó tres discos, en formato de trío, siempre en vivo.
Siempre libre y tras la innovación, Lloyd rechazó la típica formación de contrabajo y batería, y apostó por otras formas guiadas por la guitarra, en la que lo importante era la compañía. En el primero, 'Chapel', se rodeó del guitarrista Bill Frisell, buen amigo suyo, y el bajista Thomas Morgan; en el segundo, 'Ocean', las cuerdas eran las de Anthony Wilson, junto al pianista Gerald Clayton, con el que vino de gira española hace algunos años; y el tercero, 'Sacred Thread', en la que estuvo el percusionista Zakir Hussain y el guitarra Julian Lage, la gran revelación de su álbum '8'. En todos estos trabajos predomina la improvisación, a partir de un tema central, liderada por Lloyd con su saxo o con su flauta, y seguida por los guitarristas.
Con el proyecto de 'Ocean', Lloyd regresó a España para conmover con su fuerza y creatividad, en un concierto de hora y media en los Teatros del Canal de Madrid, este jueves. Las cuatro piezas del álbum fueron desplegadas como velas de barco en una tempestad, durante más diez minutos cada una, en la que el líder, siempre con su gorro y su abrigo de plumas sobre el escenario, dejaba espacio para que sus dos compañeros se lucieran como los grandes músicos.
De los que participaron en la grabación seguía Clayton, mientras que Wilson era sustituido por Marvin Sewell, capaz de tejer un blues del delta del Misisipi, en el valle central de la sesión. Piezas como 'Hagar of the inuits', 'Kuan Yi', 'The only one' y 'Jaramillo blues' resurgieron con la vibración del momento y se duplicaron.
Mientras Clayton marcaba el tempo, dejando libertad y jugando con el ragtime, Lloyd hacía figuras sobre la armonía y ahuecaba su brazo derecho, en un particular baile que es también su seña de identidad, cuando pianista y guitarrista dejaban su impronta en los temas y el público, fascinado. Con Lloyd una canción nunca suena igual que otra.
Después del concierto, Lloyd diría que tanto Clayton como Sewell habían "jugado con una elevada belleza y autenticidad", y con el "corazón expandido". Era el último del tour. Y Lloyd prepara un descanso que comenzaría este mismo fin de semana visitando los museos Reina Sofía y Thyssen, según anunciaba, "antes de regresar al frío del norte".
En el final de la noche, la atmósfera se hizo colorida y conmovedora en el bis, en el que el guitarrista evocó percusiones tribales y Clayton removía la cola de su piano para sacar notas oscuras, sobre las que Lloyd hizo de las suyas con un saxo soprano. En el silencio de la conclusión hubo incluso aturdimiento.
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