El actor gallego Luis Zahera.

«Es muy sano ridiculizarse a uno mismo»

El intérprete gallego llega este sábado a la Laboral con el monólogo autobiográfico 'Chungo'Luis Zahera Actor

M. F. ANTUÑA

GIJÓN.

Miércoles, 12 de octubre 2022, 01:21

Está en todas las salsas este malo de ficción con un Goya en su casa y curtido en televisión, cine y teatro. Luis Zahera (Santiago de Compostela, 1966) llega el sábado a Gijón (Teatro de la Laboral, 20.30 horas) con 'Chungo', un monólogo autobiográfico ... cargadito de humor.

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-Vive usted un momento de todo menos chungo.

-Sí, mira tú, tengo un título que no tiene nada que ver con esta buena racha, con este momento dulce, con este subidón a la ola. Es lo único chungo que tengo, el monólogo, el resto va bastante viento en popa: me siento fuerte, me siento feliz, me sigo divirtiendo, la gente está yendo a los teatros... Una maravilla.

-Chungo, según la RAE, es «de mal aspecto, mala calidad...» ¿Qué es para usted?

-En mi Compostela natal chungo era ser un quinqui, todo lo que se enmarronaba. Me gustó titular así el monólogo porque yo empecé haciendo papeles de chungo, o robaba o vendía cocaína o mataba... De ahí vino. Me parece una palabra sonora, bonita.

-¿Un monólogo pone o impone?

-Es un subidón para los actores el teatro. El cine está muy bien, la televisión está muy bien, pero lo que nos gusta es estar en un teatro con la gente dentro de la mentira, oír las risas, las toses, que se escandalicen... Esas cosas maravillosas que pasan en los patios de butacas. Pone, pone. Impone tres segundos antes.

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-¿Qué tiene de bueno y qué de malo esto de estar solito?

-A mí se me da bien estar solo. Es otro formato, me parece muy jugoso porque no necesitas nada, llegas con tus tenis, tu camiseta, un micrófono y nada más. Es solitario, pero si el resultado es bueno, si la gente se queda atornilladita a su asiento su hora y diez, y luego te sonríen y te haces una foto con ellos.... Ese es nuestro trabajo, entretener un poquitín.

-¿Qué nos va a contar?

-Nace de la premisa de que yo quería hacer de galán, quería hacer películas de morrear y mira tú dónde acabé. Meto a mis hermanas, a mi papá, a mi mamá, a los hermanos de la Salle donde estudié, el trabajo de los actores y las actrices, en el que siempre pasan cosas extrañísimas. Tiro de anecdotario. Es un divertimento sencillito.

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-¿O sea, se ríe de sí mismo?

-Sí, desnudas un poco tus intimidades, muchas cosas que digo realmente las pienso, como todo esto de que los actores pensamos que somos la hostia y damos puta pena. Es muy sano ridiculizarse a uno mismo y reírse de uno mismo y de casi todo.

-¿Hay improvisación?

-Los monólogos van creciendo solos. Yo podría llegar a las dos horas y media, hay como dos vías: una hablo mucho de la familia, otra de compañeros de un programa televisión... A veces pasan cosas con el público y hay que improvisar, pero está más o menos atado y bien atado como decía el caudillo.

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-Se le define como el secundario y el malo oficial de este país. ¿Pero eso no es chungo, verdad?

-Para empezar no todos podemos ser protagonistas y muchos tenemos que ser secundarios y yo gracias a dios soy un secundario que llevo unos cuantos añitos en esto y estoy feliz como una perdiz. Parece que hay un complejo de ser secundarios y ¡qué va! Yo ahí arropando a los protagonistas para que el producto final brille más.

-Muchas veces los secundarios se comen a los protagonistas.

-Tienen esos momentitos. En el caso de 'El reino' [Goya al mejor secundario], yo tengo ese momento en la película para descomprimir, porque necesita un chiste, un poco de luz y por eso ese personaje de Cabrera cogió su brillo. Sí, hay secundarios que en esa relojería que es una película tienen las doce campanadas y oír las doce campanadas en una relojería es algo muy bonito. Hay momentos de suerte.

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-¿No son más libres los secundarios que los protagonistas?

-Sí, porque lo que está mejor escrito son los protas, luego los secundarios a veces hay muy buenos dibujos, pero otras siempre se le puede añadir algo, se puede crear, arriesgar y una vez que ya llevas unos cuantos papeles como es mi caso te dejan un poco de manga ancha. Somos el ganado que va libre por el monte.

-¿Actor de método o de víscera?

-No soy de escuela, soy de esos privilegiados que cuando en 1987 se montó la Televisión de Galicia empezamos a colaborar y luego hice mucho teatro... He hecho mucha tabla y eso te da recorrido. Soy más de víscera.

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-Es un pesimista nato.

-Todos los gallegos somos pesimistas, siempre pienso que es la última película, el último monólogo, siempre tengo esa humedad y esa niebla que se instala en el subconsciente. Pero lo voy superando y ya nadie me cree.

-¿Cómo vive un pesimista estos tiempos de guerra?

-Los vivo mal, como que no me lo puedo creer. Lehman Brothers, la pandemia, la guerra, el armamento nuclear... Me da miedo, y al mismo tiempo me siento extrañísimo, me da un poco de vergüenza porque no hubo un momento como ahora para artistas como yo que tenemos cantidad de trabajo. Estoy muerto de miedo y en mi mejor momento profesionalmente. Es como que tuve suerte dos veces. Tenía 21 años cuando salieron las autonómicas y ahora vuelve a haber otra revolución con las plataformas.

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-No hay dos sin tres. ¿Llegará el súper protagonista?

-No, yo ya soy una persona mayor, me conformo con seguir trabajando. Estoy acostumbrado a mi método caótico paranoide, me va muy bien con mi caos, mis secundarios, los protagonistas para Tosar, Gutiérrez, Bardem y nosotros a acompañarlos. No le dedico ni un minuto a ese pensamiento.

-Pero sí es optimista respecto al audiovisual español.

-Sí, en eso no se puede ser más optimista. Esa revolución viene para quedarse. Lo que me produce mucha tristeza son las salas de cine, yo que tengo aquellos recuerdos de 'La guerra de las galaxias', 'Grease' en pantalla grande... Me duele en el alma. Las salas de cine lo tienen complicado, pero el resto es gloria bendita. Estamos en una edad de oro.

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-¿En qué anda metido?

-Acabo de rodar 'Pájaros', una película de Pau Durá con Javier Gutiérrez y volvemos a hacer 16 capítulos más de 'Entrevías' en febrero. Y monólogos y otros proyectos que no se pueden contar. Hay mucho movimiento. Me cuesta trabajo aburrirme.

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