Mercedes Gallego
Nueva York
Sábado, 13 de agosto 2022, 09:47
El escritor británico Salman Rushdie, apuñalado este viernes en el cuello durante un evento literario en Nueva York, se encuentra bajo respiración artificial y podría perder un ojo por el ataque. «Las noticias no son buenas», declaró su agente, Andrew Wylie, a The New York Times. «Salman probablemente perderá un ojo, los nervios de su brazo están seccionados y su hígado fue apuñalado y está dañado», precisó Wylie, tras la cirugía urgente que practicaron al escritor
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No hay paz para los «infieles», porque los fanáticos nunca descansan. A sus 75 años, la fatua que lanzase en 1988 el Ayatolá Jomeini alcanzó a Salman Rushdie en la apacible y remota localidad neoyorquina de Erie, a casi 600 kilómetros de la Gran Manzana donde se afincaba desde el año 2000, salvo el hiato de Atlanta (Georgia). El hombre con túnica negra se abalanzó contra él en el escenario, cuchillo en mano, nada más verlo salir y fue directamente a la yugular, donde le asestó varias puñaladas.
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«Le vi los nudillos como si le estuviera golpeando o algo así», dijo a The New York Times un testigo, Bill Vasu, que se encontraba en el anfiteatro medio vacío, con capacidad para 4.000 personas. El público se levantó de los asientos horrorizado al verle caer sobre el escenario en un charco de sangre. Le redujeron entre todos y le arrestó un policía estatal asignado al evento. Rushdie se había llevado las manos al cuello y las tenía ensangrentadas. El asesino, que también atacó al presentador, está en manos de la policía, por lo que no se llevará los cerca de tres millones de dólares que ofreció por su cabeza hace 35 años una fundación religiosa afiliada al gobierno de Irán, cuando el Ayatolá lo declaró «enemigo del Islam». Tampoco el paraíso prometido, porque ambos siguen vivos.
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No es el primer atentado fallido que supera, pero sí el primero en el que resulta gravemente herido. En 1989 sobrevivió a una bomba en un hotel de Londres que explotó prematuramente y convirtió al autor en el primer mártir de la saga. Irán ha renovado periódicamente la sentencia de muerte contra el escritor nacido en Boimbai (India) y educado en Cambridge (Reino Unido). El régimen de los ayatolás considera que si alguien hubiera ejecutado su fatua, otros autores acusados de difamar al profeta Mohama no se hubieran atrevido a hacerlo.
Rushdie tuvo que pasar diez años escondido con protección oficial desde que noveló al profeta en su libro «Versos Satánicos». Al-Qaeda llegó a ponerlo en su lista de objetivos. En los últimos años parecía haberse relajado, con charlas poco publicitadas como esta, celebrada en una urbanización vallada de la Institución Chatauqua, que cada verano dedica nueve semanas a programas artísticos y literarios. La irrupción de un hombre armado entre el público se considera un catastrófico fallo de seguridad.
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Mientras los organizadores apresuraban a la audiencia a salir del anfiteatro, un pequeño grupo de asistentes con conocimientos médicos levantaban las piernas al escritor para mejorar el flujo sanguíneo hacia el corazón. Frente a ellos, un periodista de Associated Press que cubría la presentación, se convirtió en testigo de excepción. «¿Qué ha ocurrido?», contó que se preguntaba la gente. Algunos creyeron que se trataba de un montaje de mal gusto, parte de la presentación de un autor polémico.
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El escritor «fue transportado en helicóptero a un hospital de la zona», dijo en un comunicado la policía estatal. Este sábado se ha sabiado que se mantiene con respiración asistida y que corre el riesgo de perder un ojo. Por su parte, la gobernadora del estado, Kathy Hochul, celebró que «está vivo» y aseguró que recibía «la atención médica que necesita». Paradójicamente Hotchul se encontraba a esa hora en un acto contra la violencia de armas en Babylon (Long Island). Desde allí mostró su sorpresa de que ocurriese en esa «tranquila zona rural», dentro de una comunidad en la que se dan cita anualmente algunos de los más prominentes líderes del pensamiento para hablar de la libertad de expresión que promete defender. «Este lugar era ideal para que pudiera hablar, y eso es lo que estaba intentando hacer», contó.
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No lo logró. Su asaltante tenía prisa en silenciarle. Todavía le estaba presentando Henry Reese, cofundador de la organización de Pittsburgh (Pensilvania) 'City of Asylum' (Ciudad de Asilo), que tiene el mayor programa del mundo de residencias para escritores exiliados que huyen de la persecución. La charla discutiría precisamente la forma en la que escritores y artistas en el exilio son acogidos en EEUU y de qué forma se les puede dar un hogar que favorezca la creatividad y la libertad de expresión. Toda una paradoja.
«Os pedimos vuestras oraciones para Salman Rushdie y Henry Reese, así como vuestra paciencia mientras nos concentramos en coordinar y cooperar con la policía», pidió la institución en un comunicado. Todos los actos del día fueron cancelados.
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Rushdie nunca dejó de luchar por los escritores del mundo que sufren de cualquier tipo de persecución política o religiosa. Desde que se exilió en EEUU en el año 2000 aparecía esporádicamente en fiestas culturales celebradas en Nueva York y colaboraba con la organización sin ánimo de lucro de poetas, ensayistas y novelistas (PEN América), de la que fue presidente durante dos años. Su vida pública se había convertido en un desafió a las amenazas y la censura.
«Apenas horas antes de que le atacasen, el mismo viernes por la mañana, me envió un correo electrónico para ayudar a reubicar escritores ucranianos», contó en un comunicado la jefa ejecutiva de la organización, Suzanne Nossel. «Estamos descolocados por el impacto y el horror. No se nos ocurre ningún incidente comparable en el que se haya atacado violentamente a un escritor en suelo estadounidense. Todos aquellos alrededor del mundo que hayan contestado a las palabras con violencia o llamado a la misma son responsables de legitimar este ataque».
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