Los poemas de Luis Sepúlveda

Viernes, 24 de marzo 2023, 20:35

Los poemas:

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1. Amanecer en Europa

Nada tiene un nombre ahora.

Es curioso,

pero apócrifas son todas las cartas que me llegan

y anónimas son todas las palabras.

Yo, tan joven, tan fuerte,

tan río y selva,

arrastro ahora

cansancios bautismales.

Intento inútilmente reconocer las calles.

Busco en libros ... deslomados alguna referencia.

Indago añejas criptografías

en busca de los perdidos símbolos.

Pero nada tiene un nombre ahora.

A veces por costumbre

me asomo al día

y no sé cómo llamarlo.

También a veces por costumbre

busco el abrigo de la música

y de los temporales de estrellas.

Y tampoco sé cómo llamarlos.

Es que nada tiene un nombre ahora.

En alguna estación se perdieron las llamadas.

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Un extraño viajero

extravió las valijas

y se volvió la vida

anónima y constante.

Cobardes me resultan

las voces que escupen sus mensajes,

cobarde me resulto

hasta yo mismo,

cuando recojo las señales

y estúpidamente las guardo

para descifrar algún día.

Nada, nada tiene un nombre ahora.

Me rodea un gran silencio de gritos y de piedras.

Y yo estoy solo,

parado en medio de la aurora.

Nada, nada tiene un nombre ahora.

¿Cómo escribirte entonces una carta?

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¿Cómo decirte entonces que he llegado?

2. Crepúsculos de Europa

A esta hora de nadie

que confunde los saludos,

un hombre mira los barcos

que pasan entre la niebla.

Y no logra evitarlo.

Y aunque sabe que para todo el mundo

estos hechos carecen de importancia,

sueña que ve los barcos

y que sueña.

Entiende que no tiene la menor importancia,

que será repudiado por perturbar el orden,

que será sospechoso

de insistir en los mismos argumentos

y que será acusado de ser intrascendente,

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de subvertir el frío

de estos duros inviernos que detesta.

Pero sueña que los barcos lo miran

y que sueñan.

A esta hora tus ojos

descomponen la escarcha que los años

ya empiezan a formar como una costra

en el amplio horizonte de mis manos.

A esta hora de nadie,

hora tonta, indecisa, de luz tenue,

de pipa o sopa, de burgués descanso.

A esta hora hay un hombre

que contempla los barcos

3. Jericó

En tu nombre, amor,

habito yo en esta ciudad sin nombre, luminosa,

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llena de libélulas mecánicas,

una ciudad anónima en los mapas.

En tu nombre, amor,

transito por decadentes avenidas,

todo se derrumba a mi lado

y espero

con mi mejor traje

el momento exacto

en el que caerán las paredes.

En tu nombre, amor,

la vida es aplastante,

todo tiene un peso mayor del soportable,

todo es intemporal y está temblando

en esta ciudad de gobernantes difuntos,

en esta ciudad en la que busco inútilmente

la puerta de salida.

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En tu nombre, amor,

el frío de la espera roe mis huesos fuertes,

caen las estatuas de sus viejos pedestales,

el moho inunda las axilas del héroe,

gime el sexo de la mujer de piedra,

y se callan los parques bajo sus hojas muertas.

Solo hay derrumbe, amor,

en la ciudad sin nombre.

Y todo caerá en cualquier momento,

las murallas de ladrillos rojos

y los techos perfectos.

Los cristales empañados de espanto

vomitarán los interiores

que alguna vez tuvieron,

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todo ocurrirá en pocos momentos, amor,

cuando yo haga sonar esta trompeta

que guardo en mi bolsillo desde siglos.

Cuando la última piedra haya perdido

su condición ficticia,

cuando no quede nada, ni yo mismo,

cuando de esta ciudad empiece a hablarse

como de un viejo cuento

que algún día existió para otros hombres,

ese día, amor,

serás representante

de todo cuanto quise en esta vida.

y te espera.

4. Estaciones

Emprendo viajes de reencuentros

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con adioses nunca pronunciados,

y sin embargo aquí me tienen

improvisando bienvenidas.

Espero a dulces fantasmas

que habitan más allá de los sobres,

más allá de las puertas,

más allá de los días

y de esta lengua cansada

que de tanto repetir

ya voy olvidando lentamente.

5. Ejercicio en Dachau

Los turistas hacen fotos,

mascan chicles,

beben cerveza

y se retratan junto a las barracas.

Una mujer rechaza la caricia del viento,

compone su vestido

y es poseída por la Polaroid.

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Corretean los niños,

miran las fotos de los prisioneros,

de los militares,

tan parecidos siempre en todas partes:

los niños,

prisioneros,

militares.

Yo siento mucho frío

y ganas de correr hasta mi cuarto.

Leer tu última carta,

responderla y mirarme en el espejo.

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