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M. F. ANTUÑA
GIJÓN.
Sábado, 18 de diciembre 2021, 01:24
Une la pura belleza plástica con la tecnología y la reflexión sobre un hoy en el que los humanos somos motas de polvo ante el ... influjo y el dominio de la máquina. Pone luz, palabras, metacrilato y papel de ticket impreso al servicio de la comprensión del mundo. El Museo Barjola inauguró ayer 'Scala Naturae', una propuesta que ha hecho a sus creadores, Ángeles Angulo (Lorca, 1972) y Román Torre (Candás, 1978), ganadores de la beca de este año del espacio cultural, que abre su capilla a la creación más de vanguardia, esa que zurce belleza y pensamiento con tecnología, esa que se sirve de la inteligencia artificial y del talento para invitar a algo más que mirar.
Lo que el público verá en su visita al Barjola es lo siguiente: a la entrada, una serie de papeles impresos anuncian que el viaje al interior de la capilla está repleto de referentes, que no se ha llegado a él sin más. Y ya dentro, una gran instalación lumínica de unos 10 metros compuesta por 80 paneles de luz cambia continuamente su aspecto, enciende aquí y apaga allá. Pero no lo hace de forma casual. No es un bucle de luz sin más, sino que responde, obedece, a lo que una máquina ordena. Una pequeña pantalla de vídeo situada en vertical va lanzando frases, un texto largo que se transforma en esos movimientos lumínicos. Lo curioso es que quien mira forma parte de la pieza. No solo porque su imagen distorsionada aparezca en esa pantalla, sino porque el hecho de situarse en ese espacio altera el comportamiento de la máquina, que manda órdenes a una impresora que no para de vomitar la palabras de vuelta en un papel de ticket infinito que se va amontonando en el suelo. «La máquina va leyendo unos textos que están generados por otra máquina con un sistema de inteligencia artificial pero no en tiempo real y otra máquina que está en la capilla los traduce a bits, digamos que lo que mostramos es lo que pasa en el interior de un ordenador, se van transformando esas palabras al código binario. Y, por otro lado, la máquina está volviendo a captar ese código binario para imprimirlo, pero al pasar la gente interfiere y se ve el reflejo en lo que va imprimiendo», resume Ángeles Angulo, que anota que se han servido de múltiples teorías para llegar a esta propuesta, que tiene además dos escalas: la grande de la instalación lumínica que ocupa la capilla y la pequeña, con la propia capilla replicada en metacrilato y a donde llegan al final las palabras en forma impresa.
Detrás de la máquina está la idea de 'scala naturae', que con el hoy de la inteligencia artificial entra en cuestión, en otra dimensión. Ya no hay solo una escala biológica, sino también otra sintética. «La idea que teníamos era meter al espectador dentro de una especie de máquina que es la capilla y ofrecerles diferentes puntos de vista de lo humano, pero ya no puesto en una escala, sino entremezclado y hay diferentes partes», señala Román Torre, que subraya que todo lo planteado no deja de ser una manera de contar que el mundo es otro. Y que, para una máquina, no somos más que una mota de polvo: «Somos ruido, no somos invitados». No nos necesita. No le importamos.
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