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Llueve en Madrid y mi cita es con Pedro Ruiz en el hotel Intercontinental, un lugar a donde acostumbra a ir. Como me comenta luego, vivió allí dos años. «Como Camba en el Palace», le digo. Es un señor atento, simpático, que lleva espléndidamente sus ... recién cumplidos 75 años (que celebró tirándose a la piscina: pueden ver el vídeo en su Twitter). En las respuestas habla rápido, seguro, disparando pequeñas píldoras de pensamiento, y sus ojos pequeños no pierden detalle. Está a punto de estrenar su nuevo espectáculo en Bilbao y, aparte, me comenta que acaba de presentar un proyecto que le ilusiona y que probablemente llegue a buen puerto.
-Una de sus reglas para entrevistar es considerar que el entrevistado no es solo un personaje, sino una persona. Mi primera pregunta: ¿cómo se encuentra usted hoy?
-Estupenda pregunta. Me encuentro bastante bien, es un día lluvioso en Madrid y tengo algunos elementos de alegría por cosas que probablemente ocurran. Pero todo es pasajero, me lo planteo todo muy detrás del burladero del destino. Las cosas van pasando. Hoy es un día agradable.
-Pedro Ruiz, a los 75 años, considera que la distancia entre la máscara y el rostro se ha alargado o, por el contrario, se han fundido.
-Yo creo que la distancia está desapareciendo, porque, desde hace un tiempo, creo que he ido aprendiendo a ponerme detrás de mi monigote, y a verme desde fuera. Eres muy torpe si con el paso del tiempo sigues militando en tu ombligo, nadie somos para tanto, empezando por uno mismo.
-¿Qué precio ha de asumir una persona por la libertad de criterio?
-Una dosis alta de soledad. Yo hace tiempo que estoy en una situación que me viene cómoda. Antes hubiese estado más peleón, y no es que no lo sea, lo sigo siendo, pero ya no le encuentro utilidad. Como te digo, estoy en ese punto en que yo ya no quiero tener razón, quiero tener derecho a no tener razón, y con eso ya me siento confortable. Porque, al principio, cuando empiezas a hacer espectáculos, primero los haces frívolos, luego más populacheros, después empiezas a progresar en el terreno del intelecto, y con el tiempo te das cuenta de que hacer que la gente pase un buen rato ya es mucho.
-En febrero comienza usted un nuevo espectáculo en Bilbao: 'Mi vida es una anécdota'. ¿Nos puede contar algo?
-Me han pasado muchas cosas en la vida, divertidas, con gente muy conocida, y las cuento en el espectáculo, con una guitarra y con vídeos. Son cosas que no son únicas en el mundo, pero sí son sintomáticas, me pueden pasar a mí y le pueden pasar a cualquiera. Son historias con presidentes del Gobierno, con gente conocida, popular, alguna insospechada, y que, después de toda explicación, dejan un poso de pensamiento sonriente. Además, al final del espectáculo animo al público a que me haga las preguntas que quiera. Es como si fuera el salón de mi casa, pero con muchos invitados, 300 o 600 o los que vengan.
-Usted tiene una faceta filosófica que quería aprovechar. ¿Qué es España?
-Es un trocito del planeta Tierra dividido por rayas, que son las fronteras, donde todos tenemos el ombligo inflamado, como en los demás países. Nada más. Yo no creo en la patria, creo en la 'madre'.
-¿Qué es el talento?
-Ver algún tipo de tema desde un punto de vista que otros no contemplan, y sacarle un partido bello. Yo no creo en el talento sin bondad.
-¿Qué es el fútbol?
-Desde el punto de vista del público, es la forma más sencilla de que, siendo un basurero, te puedas poner a la altura de un ministro, y decirle: «Cabrón, no te enteras, era penalty». Creo que es una de las grandes fuerzas que tiene el fútbol, y para mí el fútbol ha sido muy interesante, porque me gusta mucho jugar al fútbol, aparte de que mi carrera empezó en 'Estudio estadio'.
-Usted ha dicho: «Qué torpes somos, qué pequeño es el planeta, qué corta es la vida». ¿Hacemos algún comentario?
-El universo tiene unas dimensiones que no nos caben en la cabeza, estamos en una bolita que puede ser un moco cósmico de un dios que se la quitó de la nariz, y estamos todo el día discutiendo por cosas inútiles. No aprendemos, y yo digo muy en serio que solo somos un chimpancé con un altavoz, nada más. En la parte agresiva, todo el discurso se resume en yo, mío, plátano, penalty, te mataré, y rascada de huevos. Y, en la parte tierna, tenemos hambre, sueño, pipí, miedo, caca, mamá. Y entre estos dos discursos transcurre la vida, en mi molesta (sic) opinión.
-¿Qué haría usted si le nombrasen ministro de Cultura? Y usted aceptase, claro.
-Salir a la calle chillando «¡están locos!». Yo tengo una definición de cultura: no es saber mucho de una cosa ni tener títulos ni haber memorizado muchos asuntos ni ser un experto en nada, sino que cultura es una elegante actitud del espíritu. Puede haber un campesino en Oviedo o Huelva, ágrafo, que es mucho más elegante en la conducta que un tipo con siete carreras.
-Usted tiene una frase que me produjo curiosidad: «La modernidad de las máquinas apesta a cementerio humano».
-Últimamente, comento que estamos en la dictadura digital, y lo digo muy convencido, pero sin ánimo de convencer a nadie. Un chiste de El Roto decía que nos han metido a todos en la dictadura de la inmediatez, y no tiene ningún sentido.
-Veinte poemas de honor y una nación esperanzada. ¿Qué representa la poesía en su vida?
-Pues es mi base, y yo pienso que, bueno, malo o regular, soy un poeta que hace piruetas. Mi raíz es la poesía, y luego desde ahí reboto al humor, o a una película, o a la televisión, o a un libro, a lo que sea.
-¿Qué libro está leyendo en este momento? ¿Qué películas nos puede recomendar?
-Yo voy al cine cuatro veces por semana, por lo menos. Me gusta ir solo. Prefiero las películas en sala. Las series y las plataformas me suenan a dictadura del enganche. De libros te puedo recomendar uno pequeño, 'La tiranía sin tiranos', un ensayo de David Trueba, corto, claro, profundo. De películas, me ha gustado 'As bestas', y la película que más he visto ha sido 'El cartero y Pablo Neruda', unas treinta veces. También me gusta el documental 'Searching for Sugar Man'. Lo he visto dieciséis veces en el cine, trece veces acompañado, porque, cuando me gusta algo, siempre invito a amigos. 'El buen patrón' la he visto seis veces. La primera vez ves la película, la segunda, la saboreas y, a partir de la tercera, aprendes para tu propio trabajo.
-Usted sabe que esta entrevista se leerá en Asturias. ¿Qué relación tiene con la marca del norte?
-Muy buena. Me llevo bien con casi todos los asturianos que he conocido, y ellos me han dado pruebas de fiabilidad. He tenido muy buena relación con Arturo Fernández, Balbín, José María García, Tino Blanco, Quini... Con mucha gente.
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