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AZAHARA VILLACORTA
VILLAVICIOSA.
Miércoles, 21 de abril 2021, 03:28
A sus 91 años, para 92 en agosto, Benigna Costales Valdés sube a la panera que tiene en su casería de Friuz (Quintueles) como ... si el tiempo y la pandemia no hubiesen pasado por sus huesos en busca de «panoyes, patates, cebolles o manzanes cuando ye la época»: «Ya estoy vacunada y aquí no hay bichu que entre».
Y, hasta hace muy poco, esguilaba por la subidoria sin reparar en que donde guarda bajo llave lo que cultivan dos de sus cuatro hijos -los gemelos Gerardo y Teodoro Morís- es «la panera más antigua de Asturias datada hasta la fecha», como acaba de constatar la Asociación de Amigos del Hórreo Asturiano y como atestiguan dos inscripciones sobre la madera de castaño que dan fe de que se levantó allá por 1631.
A Benigna le tocaron en suerte el granero y la casa como herencia, mientras que sus hermanas Generosa y Azucena se hacían con otras de las propiedades de la familia, porque fueron su padre y su madre, Constantino Costales y Severina Valdés, quienes «la compraron cuando se casaron, poco antes de la guerra, por 5.000 pesetas de la época, a Pepín Rodríguez, hijo del fundador del Banco de Gijón», y, según cuentan, tuvo que ser transportada a Friuz desde la finca que hoy ocupa la Fundación Evaristo Valle, en Somió, por seis carros tirados por bueyes.
Pero es que, antes, «fue propiedad del Arzobispado», explican los hijos de su propietaria junto a «una auténtica reliquia, la joya de la corona de la casería», que, «además del enorme valor patrimonial, tiene sobre todo un gran valor sentimental y no se vende a menos que venga alguien con dos millones de euros, y, aún así, estaría por ver», bromean los gemelos Gerardo y Teodoro, Gerar y Teo, canteros como su abuelo y muchísimas cosas más.
No fue hasta hace pocos días cuando los hermanos Morís recibieron la confirmación oficial de que la suya «es la panera más antigua de Asturias» por parte de Paulino García, socio destacado de Amigos del Hórreo, que se llevó «una sorpresa tremenda» cuando aterrizó en Quintueles y comprobó lo que tenía enfrente.
«Llegué hasta ella casi por casualidad y, cuando empecé a ver pinturas, tallas, fechas..., solo podía pensar: ¡Madre mía, lo que hay aquí!».
Porque lo que encontró fueron maderas (lliños y colondres) decoradas y policromadas con motivos vegetales, florales, geométricos y religiosos (en ellas están talladas, por ejemplo, las llaves de San Pedro) y piadosas inscripciones como 'JHS' y 'Ave María Purísima, sin pecado concebida'».
Así que, al estallar la contienda, el padre de Benigna «tapó con sacos todas las letras para que no la quemaran los rojos». Decoraciones que -según aclara García-, «son de estilo Carreño y fueron añadidas posteriormente, cuando le hicieron una restauración, en torno a la segunda mitad del siglo XIX».
Jalones de una historia apasionante escrita «con hachu porque no había sierras, como se ve en los tablones, que podrían venir de otra construcción todavía más antigua», apuestan los gemelos a la luz de algunas muescas: «Ye emocionante pensar que el maíz vino de América en 1604, así que sería la primera panera de la que se colgarían panoyes. O que, cuando Cristóbal Colón llegó a América, los castaños con los que la hicieron ya estaban plantados. Viéndola aquí, pasando desapercibida, imagínate todo lo que quedará por descubrir en Asturias».
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