«La conciliación es mentira. Somos mujeres que corren»

Cuando Paloma Blanc (1979) -'7 pares de katiuskas' en las redes-, su marido y sus nueve hijos van por la calle, «alguna gente se para a mirar, otros se dan codazos...». Porque esta asturiana afincada en Madrid es consciente de que, en tiempos de sangría demográfica, una familia tan numerosa como la suya es una rara avis. «Y, además, tengo de todo: de los tres a los veinte años. Somos como un circo», bromeaba ayer la conocida 'influencer', que ofreció una charla organizada por la guadería Kid's Garden, en el Centro de Formación de la Cámara de Comercio de Gijón, en Somió, sobre cómo 'Educar en tiempos revueltos'.

Nadie mejor que esta mujer que trabaja fuera de casa «bastantes horas y con horarios complicados» para explicar cómo organiza sus días, «quién va a buscar a uno al fútbol y quién se ocupa de comprar el regalo de cumpleaños del otro». Un auténtico 'tetris' en el que hace piña su marido, Guillermo, con el que lleva desde los quince años: «Él es cien por cien corresponsable. Una pasada. Yo puedo llegar a donde tengo que llegar profesionalmente porque él me suple. Y, al revés, también. Hacemos muy buen equipo. Le necesito tanto que es mi prioridad absoluta». Y las profundas convicciones religiosas de la pareja también ayudan: «La verdad es que, si no fuera porque tengo fe y me apoyo en ella, no sé de dónde sacaría la energía, la gasolina».

Con todo, Paloma Blanc -que está metida en 500 grupos de WhatsApp, «50 o 60 de ellos de uso diario», y que cuenta con una persona que les ayuda en casa- reconoce que «es imposible llegar a todo». Porque -según defiende- «la conciliación es mentira, no se puede hacer. Lo que pasa es que sobrevivimos a ella. Vamos subidos a una rueda de hámster. Somos como un hámster que corre y no piensa porque la rueda va tan rápido que tú solo intentas que no te arrolle. Somos mujeres que corren: madres que corren, profesionales que corren... Las mujeres se sienten mal en cualquiera de sus ámbitos. Yo me considero mala profesional porque no estoy al cien por cien en mi trabajo, mala madre porque no estoy al cien por cien en mi casa, mala esposa porque no le hago a mi marido todo el caso que yo querría y que él necesita...».

Y todo eso, en «una sociedad rodeada de pantallas y que premia tanto la perfección». «Por ejemplo, dejé de comprar una revista porque me pone muy nerviosa que se nos exija tanto: que seamos la que mejor compra, la que mejor recibe, la que mejor cocina, la mejor mujer de nuestro marido, la que más economiza, la que más recicla, que eduquemos sin gritos, sin castigos... Y, encima, estando monas. Algo en lo que las redes tampoco ayudan».

Por no hablar, claro, de «nuestros gobernantes, que suspenden porque familias numerosas hay muy pocas y eso quiere decir muy pocos votos. Pero no tener claro que o favoreces la natalidad o nos vamos todos a la porra es tener una visión muy poco amplia». Esta tierra, que Paloma y Guillermo -también asturiano- consideran su casa, dicen, es la prueba: «Nosotros somos ocho hermanos. Mi marido son seis. Y los catorce estamos trabajando fuera. Qué pena que no hayan conseguido retener ese talento y llevarse ese dinero a Asturias». Por cierto que a los dos les «encantaría» tener más descendencia, «pero la salud ya ha pegado un toque y creo que hay que hacerle caso».

Y un último consejo sobre niños y pantallas: «El que no ponga límites está perdido. Por ejemplo, hay que tener momentos y espacios libres de móviles. En comidas y cenas no deben estar».