
«Escribir tien algo de placer masoquista»
Pablo Antón Marín Estrada Escritor ·
Presenta 'Vides célebres y otros cuentos chinos', una recopilación de textos cargados de humor y lucidez publicados en este periódicoSecciones
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Pablo Antón Marín Estrada Escritor ·
Presenta 'Vides célebres y otros cuentos chinos', una recopilación de textos cargados de humor y lucidez publicados en este periódicoLady Godiva y Superman, Ulises y Elvis Presley, Emily Dickinson y Luis de Baviera, Juan Uría y Antonio Machín, Faustino Goico-Aguirre y hasta la ... Santina y el último vendedor de enciclopedias desfilan por 'Vides célebres y otros cuentos chinos' (Impronta), el nuevo libro de Pablo Antón Marín Estrada (Sama, 1966). Una deliciosa recopilación de textos cuajados de humor y lucidez y publicados en el suplemento 'Alitar' de este periódico que dejan el sabor dulce y antiguo de las historias que se contaban alrededor del fuego y en la que, como suele, Marín Estrada, voz imprescindible de las letras asturianas y colaborador habitual de este diario, combina con maestría realidad y ficción. Una obra que conviene no perderse antes de que llegue a imprenta, esta misma semana, 'A pájaros. Crónicas dispersas', otra de las maravillosas criaturas surgidas de una pluma privilegiada, en asturiano y en castellano.
–Publica dos libros en mitad de una pandemia. ¿Es usted de los que sufre ante el folio en blanco o disfruta escribiendo?
–Sufro, porque el acto físico de escribir cuéstame muchísimo trabajo y mucha fatiga, salvo que tenga un plazu que cumplir, como en ELCOMERCIO, que me pon en llabor. Pero, a la vez, tien algo de placer masoquista, porque la escritura no deja de ser un juegu complejo en el que estás resolviendo problemas y tomando decisiones continuamente.
–¿Qué ha supuesto esta crisis planetaria en lo personal?
–Desde el punto de vista personal, la vivo con la misma angustia que todo el mundo. Y, sobre todo, con la angustia compartida por el sufrimientu que ves alrededor. Y no solo por cómo lo pasa la gente a la que salíamos a aplaudir y que ahora tiene incluso más trabayu, sino también por esa xente de los servicios públicos esenciales, de la hostelería, los chigres, los bares... la xente de esos lugares de encuentru que ahora tan pasándolo tan mal.
–¿Y en su faceta creativa?
–Todo eso acaba influyéndote y, creativamente, poques coses pude facer durante la pandemia. Algún poema sobre la muerte, sobre el pasu del tiempu... Pero no por la propia pandemia, sino porque unu va cumpliendo años y piensa en eses coses. Este es un libro escrito en clave de humor y creo que en él hay una parte de autodefensa. A determinada edad, como hay una realidad que ye la muerte, la única de la que no te puedes reír, a veces, ponémonos un poco farrucos y gallos, contando chistes macabros pa facer como que nos reímos de ella, como autodefensa. Y por eso también muchos cuentos en esti llibru falen de xente en sus últimos momentos. De mitos o de personaxes que son más imaginarios que reales. Interésame mucho esi puntu final de la vida de alguien, sea Superman o el arpista ciego irlandés O'Carolan.
–Confiese:¿miedo a la parca?
–A la propia, desde luego que no. Como decía con tanta lucidez Ángel González, no hay que temer a la muerte ni a lo que hay después, sino a lo que hay antes. En qué condiciones vas a llegar ahí. La de los más cercanos sí me da mucho miedo. Son heridas que no curen nunca. A medida que vamos cumpliendo años, va aumentando esa nómina y eso sí me angustia muchísimo. Sobre la propia, esperemos que sea una cosa indolora, como cuando te saquen una muela con anestesia. Pero prefiero pensar en el día a día. Hay que vivir y reivindicar la vida, que ye algo tan guapo, tan rico y lo único que tenemos.
–Mucha gente fantasea con otras vidas para mitos como Elvis, que aparece entre sus páginas, y sé que usted hizo lo mismo cuando se cruzó con Dylan.
–Sí. Cuando lo vi en Xixón haz dos años, escapáu del hotel de Marqués de San Esteban, con aquella sudaderuca y aquella figurina ruina, andando a saltos como un paxarín, escondíu bajo la capucha... Interesábame en el sentíu de que, en los momentos malos, de la enfermedad, de la muerte, de cualquiera de les miseries de la vida, están igual que nosotros: igual de solos, de desvalidos y desamparados. Siempre me interesó el desvalimientu del ser humano. Y, a veces, trátolu desde la necesidad de reírnos de nosotros mismos, de la poca cosa que somos, que ye una de les coses que estamos aprendiendo en esta pandemia.
–En sus cuentos aparece incluso la Santina. ¿Cómo se atreve?
–Aparez en una historia que contaba Juan Antonio Cabezas, sobre el último día de la guerra en Asturies, cuando los de Franco estaben a punto de entrar en Xixón y se reúnen donde La Escalerona los que trabayaben en el diario 'Avance' (Cabezas, Ovidio Gondi, Goico-Aguirre...) pa ver cómo diben a marchar. Entonces, había unos rapacinos jugando en la playa y Goico-Aguirre púsose a dibujar animales y los críos flipaben. Invitolos a que ellos también dibuxaren y ye muy emocionante pensar que, en esos momentos de pánico, en los que les persones pensaben en cómo salvar el pelleyu, él tien esa ternura, esa capacidad. Ye un símbolo de pa qué sirve la cultura: la música, la literatura... Tien esa utilidad: dar esperanza.
–¿Que hubiésemos hecho sin ella durante el confinamiento?
–¡Imagínate! Ye lo que nos diferencia de lo que pasaba en les pestes medievales: que güei tenemos una ventana abierta que nos permite seguir recibiendo esi alimentu y no solo Telepizza (Risas). Aunque, evidentemente, una casa no es el espacio para la cultura. El espacio es el contacto directo con la gente. Ye la única forma de que esté viva y espero que pronto podamos recuperala, porque no me gustaría imaginar un futuro como el que plantean ciertos autores, que hablan de vivir de forma virtual el resto de la vida. Sería tremendo. Pero, en cualquier casu, el ser humano ye capaz de sobrevivir a situaciones durísimas y salir alante.
La diversidad por bandera
–¿Sobreviviremos incluso a quienes se oponen a la oficialidad del asturiano?
–Lo que me da enfotu ye la conexión que hay con generaciones moces. En mi época, estábamos la generación del Surdimientu y nosotros mesmos, que éramos cuatro gatos, nos enorgullecíamos de ser los últimos mohicanos. Pensábamos: «Aquí lo que queda ye hacer un funeral honrosu». Así que ahora ye una gran alegría que la llucha siga y, además, con xente muy capacitao. Nosotros éramos bastante tarambainas. Les nueves xeneraciones son más series, más sensates, y yo tengo esperanza en eso.
–¿Y en las instituciones?
–En les instituciones no tengo tanta, porque muches veces van por detrás de les realidades sociales y, además, la Administración ye un monstruo que se mueve muy lentamente. Sobre el enfotu de tener la oficialidá en esta legislatura de Barbón, gustaríame velo, pero no lo sé. Yo creo que ya nos podríamos dar por satisfechos con que dexaran algo amarrao pa que se consiguiera. Lo que sí me indigna, porque ye dalgo propio de todos los ciudadanos y ciudadanes de Asturies, ye que los partidos más reaccionarios usen eso como un arma política. La diversidad lingüística, cultural... ye la principal seña de identidad del Estado español, aunque los que se envuelven en banderes no quieran reconocer eso y prefieran una España artificial, en la que solo se fala una llingua y todos somos iguales. Eso nunca existió.
–¿Eso sí es un cuento chino y no los de su libro?
–¡Por supuesto! Cuando la dictadura de Franco intentaron poner en práctica esa ficción, como faen todos los proyectos ultranacionalistas. Como una especie de utopía de vía estrecha o con portielles. Iguales somos en derechos. Nada más. Alfonso X 'el Sabio' escribió su poesía en gallego, la literatura en catalán tan rica de Ramón Llull, les jarches en mozárabe... Negar eso ye negar la propia realidad y solo interesa a ciertos poderes que siempre se nutrieron de la negación de los otros.
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