
RAMÓN AVELLO
OVIEDO.
Domingo, 26 de marzo 2023, 01:10
'Laisser faire, laisser passer', dicen los liberales. Suena la flauta en la mítica introducción del 'Preludio a la siesta de un fauno' de Debussy, ... y el joven director Alain Antinaglu deja hacer, deja pasar. No interviene hasta después de varios compases, porque sabe que la Orquesta de la Radio de Fráncfort está fundada en la individualidad artística, y la cohesión casi centenaria de sus músicos. Indudablemente, estamos ante una orquesta de un sinfonismo absoluto, que trasciende lo radiofónico, para ser, sustantivamente, una de las orquestas más firmes de Europa. Son más de ochenta instrumentistas que suenan con una homogeneidad completa, equilibrio en las familias y una capacidad dinámica con la que pueden emitir sonidos fortísimos perfectamente hilvanados.
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La primera parte del concierto fue eminentemente francesa centrada en Debussy. Comenzó con el 'Preludio a la siesta de un fauno', la obra cimera del simbolismo inspirada en el poema homónimo de Mallarmé. Una versión muy delicada con tiempos suspendidos 'impares' y una bellísima sonoridad especialmente en las maderas. Versión muy francesa de una orquesta netamente alemana.
Las 'Ariettes oublies' es un ciclo de canciones para voz y piano de Debussy, en la versión de ayer transcritas para orquesta por Brett Deans, sobre poemas de Paul Valery. Sensual y sutil la versión de la mezzo Ambroisine Bré. Lo más característico de esta cantante es su sentido de la declamación que combina, por una parte, una emisión muy regular con una dicción clara y expresiva. La orquestación de esta obra, salvo en la canción número cuatro, 'Caballos de madera', no se puede decir que aporte mucho a la versión original pianística. De todas formas, la interpretación fue muy sensual y sugerente, tanto por parte de la cantante como de la orquesta alemana.
En la segunda parte, escuchamos una vital versión de 'Sherezade', el poema sinfónico de Rimski Korsakov. Alain Antinaglu proyectó una interpretación muy movida con tiempos algo vivos, una sonoridad siempre brillante y un oficio absolutamente magistral en la manera de hilar melodías para crear lo que se llamaría hoy el relato de las mil y una noches. Excepcional el concertino en una obra que a veces es un concierto para violín y siempre muy brillante y viva toda la orquesta.
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Tras los aplausos, ofrecieron una versión exultante y poderosa de la obertura 'Ruslan y Ludmila' de Glinka, broche de oro para un gran concierto sinfónico.
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