Guillermo Amaya, el director de escena, y de espaldas Artur Gonçalvez, regidor de la Ópera de Oviedo en un ensayo. Álex Piña

Una ópera, un lenguaje, un cosmos

Lohengrin. Tiene grandes complicaciones musicales y vocales la pieza compuesta y escrita por Wagner que el jueves se estrena en Oviedo

M. F. Antuña

Gijón

Viernes, 19 de enero 2024, 16:48

Una montaña. Y muy alta y escarpada. Sostiene Christoph Gedschold, el maestro que el próximo jueves se pone al frente de la OSPA para dirigir 'Lohengrin', que cualquier ópera de Wagner es un reto tan enorme que es como escalar un ochomil. Hay que sufrirlo ... primero para luego disfrutarlo, para admirar desde lo alto ese cosmos que en cada uno de sus títulos crea el compositor alemán.

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Llega a Oviedo 'Lohengrin' por vez primera en lengua alemana y andan estos días en la capital camino de hacer cumbre. Se cierra la temporada a lo grande, con 193 personas al servicio de Wagner. A saber: maestro, más equipos creativos, asistentes de escena y musical y solistas, 14; 68 cantantes en el coro Intermezzo; siete niños de la escuela Divertimento que hacen el papel de pajes; 66 músicos en la orquesta, más la dirección del coro y y el equipo técnico de maquillaje, peluquería, regidores, que son otros 33... «'Lohengrin' supone un enorme reto para cualquier teatro, exige grandes cantantes y directores y creativos que comprendan el mundo profundo de Wagner», asegura Celestino Varela, director general y artístico de la temporada ovetense, que elogia también el reto orquestal y del propio coro.

El director alemán Christoph Gedschold se pone al frente de la OSPA.
El coro adquiere especial protagonismo en la representación.
Borja Quiza, durante el ensayo del martes.
El tenor australiano Samuel Sakker da vida a Lohengrin.
La soprano Miren Urbieta-Vega da vida a Elsa en 'Lohengrin'.

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Pero merece la pena. Porque Wagner siempre ofrece magníficas vistas para los oídos y para el resto de los sentidos, Wagner hace que tres horas pasen volando. Christoph Gedschold es un gran conocedor del compositor alemán y ya hace cuatro años cosechó un gran éxito dirigiendo 'El ocaso de los dioses' en el Campoamor. No le pesa la responsabilidad, está feliz de volver a dirigir a la OSPA y habla maravillas de músicos y de cantantes. Y eso que sabe que para unos y otros es un desafío mayúsculo afrontar este título. Claro que para él, que ya dirigió un Wagner con 80 cantantes en el coro, las 68 voces que se alían en esta no le parecen demasiadas. «Aquí los músicos no están tan familiarizados como en Alemania con Wagner y su música es muy complicada, porque está además muy conectada con el texto, él habla un lenguaje muy particular que no es como el que se toca habitualmente», resume el maestro, que sabe también de las dificultades para los cantantes. «Es muy difícil encontrar palabras para explicar las singularidades de Wagner y esta obra», señala. Pero sí las encuentra para decir una gran verdad: «Cada ópera de Wagner tiene su propia dificultad, y esta es muy dura en algunos aspectos técnicos, pero lo importante es que cada ópera que él escribió consigue crear un cosmos especial». Y hallarlo, encontrarlo, llegar a él, es el viaje que emprenden en unos ensayos particularmente fatigosos: «Todo el mundo sufre al principio y todo el mundo disfruta al final cuando lo han conseguido, entonces lo aman».

La montaña es un territorio a veces inhóspito pero apabullantemente hermoso. Bien lo sabe el tenor australiano Samuel Sakker, que da vida a Lohengrin en la función. Debuta en Oviedo y debuta el papel, y ambas razones le tienen feliz y contento. Es un disfrute poner en escena este título que forma parte de la trilogía romántica del compositor junto con 'Der fliegende Holländer' y 'Tannhäuser' y dar vida a ese caballero del Santo Grial creado a partir de leyendas medievales. «Hay muchos matices en Wagner, es complejo, pero en este caso nos ayudamos los unos a los otros para hacer esa subida a la cumbre, porque además Miren, como yo, debuta el papel, ella es una magnífica cantante y vamos descubriendo cosas juntos», anota el tenor. Advierte numerosas dificultades en el plano actoral en su rol: «Es falso en muchos momentos, está escondiendo sus sentimientos en muchas ocasiones, hay que mostrar su misterio, hace un viaje en el que aprende a tener miedo, porque tiene algo que perder que es Elsa, su amor», relata sonriente.

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Afincado en Irlanda del Norte, bromea con el hecho de que procede de un país con uno de los teatros de ópera más famosos del mundo (el de Sidney) pero sin la cultura musical y las oportunidades europeas para dedicarse a este oficio tan hermoso como entregado. Requiere empeño, horas y horas de trabajo crear un rol como el que él ejecutará y demanda ensayos, en esta ocasión particularmente complejos por el volumen de personas sobre las tablas. «Hay una gran presencia dramática del sonido, esas 68 voces sobre el escenario es como un golpe de efecto, es un lujo, pero también es complicado porque no hay demasiado espacio para moverse», subraya el cantante.

Miren Urbieta-Vega, conocida en Oviedo, donde ha debutado ya otros papeles, estrena Elsa y además es esta su primera ópera en alemán. Lleva año y medio, aunque no en exclusiva, trabajando este papel y los últimos tres meses los ha dedicado a memorizarlo. Pero ya se siente cómoda, ya sale de los ensayos contenta con el cariz que está tomando su Elsa, a la que ha de dedicar mucho mimo en lo interpretativo. «Es casi más complicado que lo vocal, porque es un personaje con muchos sentimientos a la vez, sale al escenario con miedo, esperanza, como que está ida y todo eso hay que transmitirlo, porque la ópera tiene un par de momentos felices pero es una tragedia y ella está removida». Sostiene que este personaje no es tan wagneriano como otros pero sí tiene el hándicap de alcanzar momentos de fuerza, de sutileza, de jugar con mil matices. Los tonos, los acentos al universo Wagner se ponen estos últimos días de vísperas de estreno.

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