María Pagés, el octubre pasado, en el Teatro Jovellanos en un encuentro con el público. DAMIÁN ARIENZA

«Las obras escénicas están siempre latiendo y se alimentan del público»

María Pagés. Bailaora ·

El martes inaugura el Festival de Danza de Oviedo con 'De Scheherezade', que lleva a escena la palabra y la esencia femeninaMaría Pagés Bailaora

M. F. ANTUÑA

GIJÓN.

Jueves, 23 de febrero 2023, 01:12

Vuelve María Pagés al Campoamor, al escenario en el que en octubre recogió con Carmen Linares su Princesa de las Artes, y los recuerdos y la emoción afloran. Viene ahora con su compañía para poner en escena 'De Sheherezade', su última creación estrenada el pasado ... año en Barcelona, y abrir con ella el martes el Festival de Danza de Oviedo.

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-Vuelve a Oviedo. ¿Especial?

-Pues claro. Llevo Asturias en mi ser ya de por vida. Volver después de lo del Premio es otra celebración. De hecho, vamos a coincidir amigos allí y nos pusimos esa fecha, en torno a la actuación del Campoamor, para celebrarlo otra vez.

-Es, además, el Campoamor. ¿Sintió de una manera diferente el escenario en octubre?

-Sí, pero no, porque lo conocía bien. Fue volver a un lugar que ya había pisado y bailado.

-¿Acabó agotada de tanto trajín durante la Semana de los Premios?

-Tengo tantos recuerdos... Yo siempre digo que, más allá de un reconocimiento, el Premio Princesa de Asturias es una experiencia. Estuvimos muy arropados y muy dedicados. Desde la actuación de Avilés, y antes, con todo el proceso para crear 'Carmen y María, dos caminos y una mirada', el espectáculo que hicimos expresamente para celebrar el día antes de la ceremonia, no paramos. Las visitas a los colegios, el contacto con el público, conocer a los otros premiados, la participación tan entregada de todos los ciudadanos de Asturias que lo celebraban con nosotros. Es muy hermoso, muy bonito. Hay mucha cercanía en todo lo que se hace.

-¿Advierte una mirada diferente hacia al flamenco después del galardón?

-Son fundamentales los distinciones al flamenco desde nuestro lugar de origen. El máximo reconocimiento del país hacia las artes puede ser ejemplar hacia otras instituciones, hacia alguna parte de la sociedad que no entienda o no conozca o no acabe de asumirlo como nuestro, y eso es importante. Esa es la principal satisfacción. Claro que también supone una responsabilidad, pero en esas hay que estar. No está todo ni dicho ni hecho sobre el flamenco.

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-¿Qué tiene de especial este montaje que trae a Oviedo?

-Es una dramaturgia hecha conjuntamente con El Arbi El Harti y es la creación que ha supuesto el mayor formato de la historia de la compañía, que ya cumplimos 33 años. Es una coproducción con el Liceu de Barcelona y eso también es importante, que se haya estrenado en un teatro de ópera. Ha supuesto seguir intentando transmitir a través de las obras que creamos temas que nos ocupan y que nos preocupan, que nos interesa poner en valor. Reflexiona sobre la palabra como instrumento de comprensión entre los seres humanos. Scheherezade, a través de la palabra, consiguió superar un gran conflicto. Eso nos interesa y luego están otros temas como la importancia del mundo femenino, con otros personajes que atraviesan la obra junto a ella, como son Safo, Medea, la Bernarda... Son muchas mujeres y, en el escenario, somos once mujeres, con música en directo creada originalmente para la obra, con una poesía que atraviesa y profundiza. Es muy vital y disfrutamos muchísimo haciéndola. En el Campoamor va a quedar muy potente.

-¿Cuánto tiempo hay tras todo el proceso de creación?

-Mucho. Y cada vez nos gusta tener más. El tiempo es un tesoro y un privilegio, es lo que les da a los espectáculos la posibilidad de crecer y formarse de una manera plena. Es un proceso lento que se desata cuando la idea se pone en la mesa, surge luego la dramaturgia, la escenografía, la música, la coreografía... Y ocurre que las obras escénicas están siempre latiendo y te van exigiendo que estés a la escucha de lo que te piden. Se siguen formando, moldeando con el tiempo, no son un proyecto que acabe en el estreno, se alimentan del público y el proceso nunca acaba.

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-¿De qué parte disfruta más y con qué parte sufre más?

-Yo disfruto con todo. Dificultad siempre hay, porque partimos del vacío, pero es apasionante. Cuando entiendes que el arte es infinito, todo es posible. Es maravilloso poderlo vivir así.

-Cuando está inmersa en un montaje como este, ¿le asaltan otras ideas o no puede salir de ahí?

-La exigencia es tal que hay que centrarse, no hay más de tu ser que pueda dedicarse a otra cosa. Pero sí, cuando un poco lo has parido, puedes pasar a otra cosa. La cuestión creativa es una inquietud constante. A veces me digo: «A ver si paro ya un poquito». De todas formas, lo cuento con cierto romanticismo, pero hay mucho trabajo: todo el aspecto empresarial, humano, económico, que a veces no es tan agradable, hay que hacerlo. Y, además, tenemos el Centro Coreográfico en Fuenlabrada, que nos tiene absorbidos. Nos exige y nos entusiasma y estamos volcados. Que no acabamos nunca, vaya.

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