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Se ha convertido en una actriz imprescindible en todos lo ámbitos: cine, teatro y televisión. Pero el teatro es el teatro para Nathalie Poza, que la semana próxima (viernes 31 de enero y sábado 1 de febrero) se sube a las tablas del Teatro Palacio Valdés de Avilés ... para vivir el estreno absoluto, bajo la dirección de David Serrano, de 'Un tranvía llamado deseo', el clásico de Tennessee Williams. Ella es Blanche y la acompañan Pablo Derqui, María Vázquez, Jorge Úson, Carmen Barrantes y Rómulo Assereto.
–Blanche. Menudo papelón, menudo regalo.
–El privilegio y la facilidad, entre comillas, es que la complejidad está en el texto y el texto es magistral. Tennessee Williams ha ido a un lugar profundo para contar esa historia y nosotros debemos hacer lo mismo para que se nos revele. Está todo en su extraordinaria generosidad y valentía. A mí siempre me ha conmovido, porque a pesar de ser un hombre con terrores ansiosos, una infancia durísima, fragilidad brutal y muchas adicciones, tenía la valentía de escribir como lo hacía. Arthur Miller le llamaba el poeta del corazón humano, siempre escribiendo por los marginados de la sociedad con preocupación y humor. Es todo de una belleza que va más allá del miedo que te produce hacer un trabajo así.
–Esta historia está en la memoria colectiva. ¿Cómo era la Blanche que usted tenía antes en la cabeza y cómo es la de ahora?
–Siempre la he tenido muy pegada a la piel. He leído esta obra desde que empecé a hacer teatro, todo Tennessee Williams en realidad. Cuando tenía veintipico años incluso la trabajé en escuelas de teatro y entonces no podría haberla entendido como ahora. Me parece un personaje, todos lo son en la obra, mucho más actual de lo que se cree. Es cierto que todo el mundo conoce 'El tranvía' y lo que puedes aportar es tu propia visión, que pones tu propio cuerpo y tu propia vivencia, que te toca en lugares de tu propia existencia.
–¿Quién es Blanche para usted?
–A mí me parece una mujer adelantada a su tiempo. Las mujeres se supone que hemos conseguido muchas cosas desde que se escribió esta obra hasta hoy, pero la lucha sigue, y desde luego la compasión es de lo que adolece el ser humano y de eso va este texto y de eso habla Blanche constantemente. Quizá yo ahora siento que el mundo necesita poesía como el respirar y la estamos aniquilando. De eso habla la función: de la muerte de la poesía. Blanche no habla teatralmente porque es una cursi y una señora falsa, sino porque busca belleza. Ella lo dice: yo no digo la verdad, digo lo que debería ser verdad y es pecado que me condenen. Eso es muy moderno. Y es demasiado extremo. Es una mujer que confunde el amor con la desgracia y es algo que muchas mujeres hemos experimentado. Ella no tiene las armas ni cuenta con la ayuda que necesita para atravesar esa situación, está en un estado de fractura emocional extremo. Es muy divertido y fascinante a la hora de actuar, pero es insoportable para vivir. Esa es la propuesta de Tennessee Williams y es la de hoy día: el capitalismo ha aniquilado la poesía. En esas estamos hoy más que nunca. En su época se veía el capitalismo como la gran promesa y ahora hemos visto que no lo era. Es una obra que no se queda atrás en absoluto, desgraciadamente, no hemos avanzado tanto.
–¿Cómo es su proceso creativo?
–Yo lo veo todo, lo leo todo, lo estudio todo. Me apasiona esta función y las películas que se han hecho. Todo me parece interesante. El proceso esta vez ha sido apartarmente de todo eso, que ya lo tenía, y meterme en el texto de manera obsesiva. Hay partes que he traducido yo con David. Ver el mundo a través de los ojos de Blanche ha sido el viaje que me he pegado desde agosto, con subidas y bajadas, porque he tenido momentos muy difíciles. En ocasiones, para entender su angustia parece que te tiene que pasar por tu cuerpo y por tu corazón y ahora empiezo a surfear la ola, ahora siento que la acompaño, porque no la quiero sobrepasar tampoco.
–Parece que lleva toda la vida esperando a Blanche.
–No lo quiero pensar así porque me resulta rarísimo. Pero sí que es cierto que me llega en un momento personal muy particular, y hay algo, hay partes de ella, que conozco muy bien y respeto mucho. Lo que llaman locura para mí no es locura... Y luego la veo por todas partes. No es tan difícil acabar sola y sin acogimiento, hay muchas personas que viven así hoy en día. Ella sabe que no tiene nada, esa casa es su última oportunidad, es 'por favor que alguien me acoja'. Ese viaje es brutal, pero quién no tiene miedo a quedarse en la calle, y qué derecho tiene nadie a decirle a una mujer que no es decente y que no es equilibrada. ¡Todas sus reivindicaciones me suenan tanto!
–Se la ve feliz con el trabajo hecho.
–Sí, y tengo ganas de compartirlo ya. Es una obra tan femenina... Es más la historia de ellas que ninguna otra. Hay una violencia brutal que reciben las mujeres. Y una cosa es leerlo y otra vivirlo en escena. Es muy bestia. Nosotros no hemos quitado lo que se quitó en las películas, como que Kowalski viola a su cuñada el día que nace su hijo, que es algo que hemos visto hace nada en el caso Pelicot. Una violación es una violación y eso está en la función.
–Todo lo dicho con un elenco estupendo.
–Sí, yo esta idea la tuve con María Vázquez haciendo 'Sueño'. En esa obra le dije: «Tendríamos que hacer a Stella y Blanche tú yo», y luego imaginé a Pablo Derqui... El elenco es maravilloso y es una obra coral, sin ellos no sería interesante.
–¿Cómo son estos días previos?
–Hay actores que te dirán 'a mí me encanta el proceso de ensayo', yo al revés, yo tengo ganas de templo, necesito al público. De momento me pueden más las ganas que el miedo, he pasado por tantas fases que ahora quiero sentir a la gente. Lo que va a ocurrir en Avilés nunca se va a ver en otro lugar. Es una obra muy punki, muy cruda, muy de verdad... tiene tanta vida que yo creo que la vais a ver en carne viva. Estará en un estado muy peligroso, y eso mola mucho.
–¿Cómo se le queda el cuerpo después de un parto así?
–Casi nunca sale la cosa perfecta, pero momentos maravillosos siempre se viven. Tenemos el oficio más bonito del mundo, porque en estos momentos de tanto digital y tanta frialdad en la comunicación uno tiene ganas de encontrarse. Yo tengo hambre de piel, de sentir la respiración del público, sus silencios... De compartir humanidad.
–Es una actriz muy conocida, tiene una carrera muy equilibrada en cine, teatro y televisión. ¿Cómo se consigue?
–Sin grandes expectativas. Yo nunca he perseguido mucho lo que me ha ido pasando, ni siquiera el ser actriz. Me he ido dejando llevar, cuando he perseguido algo no me ha ido bien. Tengo la voluntad y el deseo de ser actriz y he tenido la suerte de encontrar personas que me han ido dando la mano y una cosa te lleva a la otra. He estado atenta, disponible a lo que pudiera venir. Se hace teatro, se actúa, por necesidad no por ambición.
–¿Cuándo la veremos en pantalla?
–En la serie que ha escrito y dirigido Félix Sabroso, 'Furia', para HBO. Estoy muy orgullosa. Son capítulos cortos de media hora y cada uno está protagonizado por una actriz. Estamos Candela Peña, Carmen Machi, Pilar Castro, Cecilia Roth y yo. He sido muy feliz rodándola y creo que va a ser muy potente e interesante.
–Seguro que tiene más proyectos.
–Tampoco tantos. Pero de momento con 'El tranvía' tengo bastante por explorar. Hay que darle su espacio. Es una función que demanda mucho y agota. Una vez que empiece la gira le iré cogiendo la respiración a la criatura, irá tomando su sitio, creciendo y madurando.
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