Volver a Asturias es, para Víctor Manuel, volver a sentir el calor del hogar. Ayer ofrecía concierto en el Centro Niemeyer y, pese a los 75 años que asientan su voz, se sintió otra vez como aquel guaje de Mieres que se lanzó intrépido ... a la aventura de cantar.
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El título de la gira ya hacía presagiar que se avecinaba una gran noche: 'La vida en canciones (El escenario lo cura todo)'. Y así fue, porque tanto al cantautor como al respetable la velada les curó o, al menos, les hizo más llevaderas todas las penas, al recordar este generoso puñado de canciones que forman parte de la memoria colectiva o, más bien, del alma colectiva.
De hecho, la noche empezó con una fiesta, gracias a 'Danza de San Juan' y 'Bailarina'. Estos dos temas fueron el preludio de una confesión, porque Víctor Manuel no podía contener la emoción ante decenas de paisanos, muchos emocionados después de toda una vida siguiéndole.
«Siempre estoy feliz de estar en Avilés», desvelaba, mientras recordaba cuando hace catorce años pisó las tablas del Palacio Valdés. «Fue el primer concierto al que mi madre no pudo venir a verme porque estaba ya muy malina. Nunca se me olvidará», prometió, y se lanzó hasta la 'Luna'.
Porque el de Mieres nunca supo de inalcanzables. De hecho, su primer gran amor -decía- fue Brigitte Bardot, aunque «ahora es una petarda con lo transgresora que fue», se reía. Y, ya puestos a hablar de pasiones y deseos, le llegó el turno a 'Adónde irán los besos'. A partir de ese momento, los aplausos fueron conviviendo con canciones como 'Sube al desván', 'Ay amor' y 'Nada sabe tan dulce como su boca', que se ganaron los primeros bailes y brazos en alto.
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Aunque rápidamente regresaron los recuerdos, con 'El hijo del ferroviario', una canción dedicada a su padre. Y con su padre siguió al pensar en aquellas tardes en las que «llevábamos flores a la fosa común de Oviedo donde estaba enterrado mi abuelo». Momentos que marcan y que dejaron paso a 'Me gusta saber de ti'. Y de ahí se fue a 'Nada nuevo bajo el sol', una canción que le dedicó a su hija, «una mujer tan exagerada como su madre», se reía.
Esa comedia se mantuvo, cuando cantó 'La romería', la primera de «las canciones prehistóricos» que interpretó, entre las que estuvieron sus emblemáticos 'Paxarinos'.
El público se rindió a esos inolvidables comienzos, aunque realmente se rindió a todas las melodías porque el de Mieres, el del Puente la Perra, el que compuso 'La Planta 14' y 'El abuelo Vítor', es profeta en su tierra. Anoche lo volvió a demostrar, dejando al Niemeyer entero en pie, aplaudiendo con ganas a quien en casa canta como en ningún sitio. «Cojonudo, Vítor», le gritaron unos cuantos, enfervorizados. No hubo más que decir.
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