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RAMÓN AVELLO
OVIEDO.
Viernes, 4 de febrero 2022, 01:18
El 'Viaje de Invierno', en alemán 'Winterreise', es el último ciclo de lieder de Franz Schubert, que, como todas esas diez obras angulares y ... trascendentales de la historia de la música, tiene muchas lecturas e interpretaciones. Pero detrás de todas ellas siempre hay ideas que hacen referencia al caminante solitario, los recuerdos, último reducto de una felicidad pasada, y la muerte. Los amigos de Schubert, que querían a Franck, un compositor especialmente dotado para la amistad, y valoraban su música, pusieron, por así decirlo, cara de póquer cuando les presentó la obra. «Franz, demasiado tétrico», dijo su amigo el cantante Johan Volg, a lo que Schubert, levantando los hombros con gesto de indiferencia, contestó: «La obra se entenderá dentro de unos cuantos años. Mientras tanto, vamos a tomarnos unas cervezas».
Cada persona tiene, por el hecho de nacer, su viaje de invierno. Un mundo de recuerdos envolventes que anuncian un gélido final. Como intentamos comentar un concierto, voy al grano sobre este 'Viaje de Invierno' de Matthias y Markus -tanto monta, monta tanto- escuchado ayer en el Auditorio. Un viaje de invierno que se suma, permítanme las referencias vividas, a muchos otros 'Winterreise'. Recuerdo a Manuel Cid y a Miguel Zanetti en la Filarmónica de Gijón, en la década de los setenta. Recuerdo a Vázquez del Fresno acompañando a un joven barítono alemán Sebastian Vogl, en la Filarmónica de Gijón en los años ochenta. Como el espacio apremia, salgo de los viajes de invierno para evocar el de mi buen amigo el tenor José Manuel Montero, también en la Sociedad Filarmónica de Gijón. A Fiescher-Dieskau, no le escuché en esta obra, pero sí a su discípulo Matthias Goerne, y precisamente, ayer.
El de Matthias y Markus de anoche fue, en definitiva, un viaje excepcional a través de las veinticuatro canciones de Schubert. Los intérpretes, como es lógico, pidieron que no se aplaudiese hasta el final, para dar ese sentido de continuidad.
Goerne tiene el don de la unidad en la variedad. Una historia de desolación común, pero enriquecida con situaciones diferentes. Dramatiza más que otros intérpretes, pero es una teatralización hacia el interior. Íntima. Su voz tiene un registro medio bellísimo, unos graves metálicos portentosos y una unidad de textura a lo largo de todos los registros. Y con esa voz íntima, sutil, pero también potente fue desgranando esas veinticuatro estampas del recorrido schubertiano. En la memoria, la serenidad de 'El tilo', la resignación de 'El zanfonista' o la honda expresividad de 'El mojón'. Algo así como el 'Caminito' de Gardel.
Markus Hinterhäuser no fue un acompañante, sino un alter ego del cantante y, los dos, lograron ofrecer a los presentes una interpretación muy interiorizada, de las que llegan al fondo del corazón. Un gran éxito para un público que ocupó el 70% del patio de butacas.
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