Ópera en Oviedo
Una variopinta y delicada ArabellaÓpera en Oviedo
Una variopinta y delicada ArabellaPor primera vez se representó ayer en el Teatro Campoamor de Oviedo 'Arabella', la ópera de Richard Strauss con libreto de Hugo Hofmannsthal, tercer título de la Temporada de Ópera de Oviedo. El público ocupó prácticamente todo el aforo del Campoamor, como ... suele ser habitual en las primeras funciones. También como sucede desde hace años como sucede en esta primera función, parte de los espectadores desentumecieron los pies ante el saludo en asturiano: 'Bienllegaos...', mientras otros aplauden.
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Strauss calificó a 'Arabella' de comedia lírica, y la situó en el mundo decadente de la Viena de finales del siglo XIX. El trasfondo no está alejado de una opereta amable, con sus equívocos característicos y un final presumiblemente feliz, envuelto en un ropaje dramático musical de fuerte aliento sinfónico. Pues bien, la nueva producción del Teatro de Essen que hemos visto ayer, escénicamente un tanto descarnada, fea y caricaturesca, se aleja de esa elegancia decadentista del posromanticismo.
El director de escena Guy Joosten, recordado en Oviedo por un 'Werther' que cantaba la mitad de la obra entre los azulejos de un cuarto de baño, o un 'Pagilacci' más sugerente en la que se reproducía en el escenario el Campoamor, planteó esta Arabella con tintas gruesas. Trasladó la acción a una época indeterminada, dentro del siglo XX, década de los treinta en la Alemania del III Reich, o de los sesenta en la Alemania Oriental, tal como sugieren algunos trajes, copiados por el sastre que confecciona la ropa de los generales norcoreanos de Kim Jong-un. Este traslado es peccata minuta ante la extremada caricaturización de algunos personajes realizada con la noble intención de hacer gracia, pero en realidad, lo que produce es una distorsión gratuita y sin gracia de algunos personajes. De la escena se salva el tercer acto, en el que se introducen elementos simbólicos, como el árbol casi caído o el vaso de agua, pero el cutrerío general del segundo acto, muy alejado del carnaval vienés o alguna zafiedad del primer acto, más que hacer reír, dan pena. Esta escena fue recibida con notable frialdad. Quizá fue demasiado embarullada, aunque se salva el final del acto tercero.
Corrado Rovaris es uno de los mejores directores invitados de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA). Realizó una pulcra versión de 'Arabella'. Comedido en los tiempos; detallista en los motivos, su versión constituye un pilar fundamental de la representación. La OSPA llegó a tener una sonoridad wagneriana en, por ejemplo, el preludio del tercer acto, con intervenciones muy destacadas de las trompas.
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Jessica Muirhead soprano lírica, con una tesitura central potente y un timbre acariciador, fue una excelente 'Arabella'. La cantante británico- canadiense, a la que se asocia un leitmotiv orquestal sobre las cuatro primeras notas del aria 'Aber der Richtige' recrea una 'Arabella' delicada y, al mismo tiempo, firme y segura. Su actuación alcanzó un gran nivel interpretativo tanto por la vocalidad de soprano 'spinto' o dramático con una tesitura central potente y agudos claros y controlados.
El Mandryka de Heiko Trinsinger, el terrateniente eslovaco enamorado de Arabella, aunque le visten de gañán que parece que acaba de matar un oso, interpreta con verosimilitud el rol de sensible y brusco amante. Su voz de barítono lírico se mostró segura incluso en los pasajes comprometidos en el registro agudo. Especialmente de destacar sus intervenciones en el tercer acto, apoyando a una soprano ya algo fatigada.
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María Hinojosa recrea una Zdenko encantadora. Lo más destacado es el dúo con Jessica Muirhead en el primer acto. Es una soprano ligera con una facilidad para el agudo, pero poca potencia en los registros medios y graves.
Christo Seidi y Carole Wilson dan vida al Conde Waldner y Adelaide, padres de Arabella, con tantos excesos escénicos que oscurecieron la corrección vocal. Mientras que Strauss describe al primero como jugador compulsivo y a la segunda como mujer interesada, ayer nos los presentaron como borrachos, lujuriosos y zafios. Vocalmente, muy correctos, especialmente Carole Wilson.
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El papel de Matteo interpretado por Jihoon Soon está mal planteado escénicamente. Siempre con la pistola en la sien, obsesionado por el suicidio. Teatralmente es una caricatura de enamorado suicida al que conviene cerrar los ojos para oírle cantar su aria del tercer acto, seguido del dúo con Arabella. Sin duda un buen cantante más allá de un rol que no le hace justicia. Lo más destacado y lucido, la interpretación con 'Arabella' en el tercer acto. Allí descubrimos que tiene una gran voz.
La Fiakermilli fue una cantante popular en la Viena del siglo XIX. Vestía con pantalones y puso de moda el 'yodel', ese canto tirolés de agudas vocalizaciones. El papel de esta cantante, interpretado por Cristina Toledo, está total y alocadamente desdibujado, con lo que pierde esencia y fuerza. Se reduce a una especie de 'vedette' y aunque da los agudos su presencia en escena no tiene ningún fundamento en la obra.
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'Arabella' es una ópera difícil, tanto por algunos rasgos expresionistas, otros de opereta y otros wagnerianos. Esa mezcolanza se ha realizado musicalmente muy bien, pero escénicamente fue deficiente.
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