PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA
GIJÓN.
Sábado, 19 de diciembre 2020, 02:17
La Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) cerró ayer sus conciertos de 2020, adelantando la navidad al público del Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo con un programa que tuvo mucho de regalo cargado de optimismo y buenos deseos para dejar atrás este ... año fatídico. Bajo la batuta del ovetense Pablo González, el recital contó con la participación de la soprano María Espada y la mezzosoprano Clara Mouriz, además del violinista Pedro Meireles como concertino invitado. Todos se aplicaronn con la formación orquestal para compartir con el aforo reducido de la sala -con una aceptable entrada en el patio y general- un menú pre navideño compuesto por algunas de las obras más juguetonas de Bizet, Humperdinck y Chaikovski.
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Las buenas vibraciones despertaron pronto con la interpretación de 'Jeux d'enfants, op. 22' de Georges Bizet, una transparente y emotiva mirada del compositor francés a los divertimentos de la infancia lejana que sirvió para abrir boca y reencontrarse con un director especialmente querido en su tierra de nuevo al frente de la OSPA. El propio González supo ganarse la complicidad del público con su exigente energía habitual, desplegada desde esta pieza inicial hasta el galope final.
Idéntico rigor y toda la sonoridad de conjunto de la orquesta darían aún un paso más para completar la atmósfera feliz del programa en las siguientes piezas: la obertura y la primera escena de la ópera para niños de todas las edades 'Hansel y Gretel', de Engelbert Humperdinck, igualmente celebrada desde las butacas. La interpretación de las dos cantantes en el enredón dúo fue particularmente brillante y atrajo la atención de los espectadores más pequeños con su divertido 'tralalá'. La fiesta total llegaría con el plato fuerte y la incombustible magia de la 'Suite n.º 1, op. 71' del ballet 'El Cascanueces' de Chaikovski, otro brindis a regresar al paraíso perdido de los días en que, por fechas como las próximas a conmemorar, todos vivimos la ilusión de ver cobrar vida a los juguetes recibidos en nuestro hogar.
Las danzas y sobre todo el 'Vals de las flores' -imprescindible en los conciertos navideños-, sirvieron para exhibir en toda su plenitud al conjunto sinfónico, muy justamente premiado con la cálida y extensa ovación final por este regalo. El de la música, una vez más, mostrando su utilidad para celebrar la vida en cualquier tiempo, por difícil que sea.
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