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«Desde que lo conocemos, el flamenco siempre ha estado en peligro de extinción y ya es hora de que muera», carga entre risas Francisco ... Contreras (Elche, 1985), Niño de Elche, uno de los artistas más rupturistas de la escena musical de este país. Este cantaor radical que se define como «exflamenco» es capaz de fusionar los palos tradicionales con la electrónica, el trap o el reguetón, dando a luz a una resurrección. Una exploración jonda que le ha llevado a colaborar con C. Tangana o Raül Refree, productor de su último disco, el décimotercero. Y, en ese camino de vanguardia, llega a la Semana del Audiovisual Contemporáneo de Oviedo (SACO) con dos disparos. En el primero, pondrá a dialogar durante un mes seis obras del Museo de Bellas Artes con las composiciones creadas para ellas. En el segundo, buceará en 'La Coquille et le Clergyman' y 'Un perro andaluz' (mañana, 20 horas, en el Campoamor), dos cintas que «tienen algo de sado y de perversión erótico-sexual, y eso estará en la propuesta. El surrealismo te permite hacerlo todo».
-Háblenos de esta idea.
-La premisa era intentar no hacer una banda sonora, algo que me da bastante pereza. Las dos películas tienen que ver con temas que me interesan: la violencia, la perversión, lo militar, lo clerical... y, si tenemos en cuenta que vamos a estar en un teatro y no en un cine, queríamos que fuese un acto teatral, con gestos muy performativos y siendo yo un personaje.
-¿Qué hay de su incursión en el Bellas Artes?
-He hecho seis piezas a partir de cuadros que tenían en su temática el asunto de la caída.
-¿La caída cuando su último trabajo incluye una colaboración de la mismísima Rosalía?
-(Ríe) La caída es algo que también me interesa muchísimo y tiene muchas lecturas. Y Rosalía es amiga y quiso hacerme y hacernos este regalo a todos.
-Le cito: «Ni ella ni yo necesitamos que los puristas del flamenco nos den las gracias».
-No la defiendo porque ella ya se defiende sola y porque su calidad artística habla por sí misma. Además, cada diez años sucede esto con algún artista: los insultos nos van tocando primero a unos y luego a otros. Hay mucha gente que sufrimos a los ortodoxos. Y a los heterodoxos también. No olvides que yo soy más insultado por los progres del flamenco que por los conservadores. Aunque, para mí, todos son conservadores. Y se sienten bastante atacados por mis propuestas.
-Poco menos que los ha llamado lloricas sin criterio.
-Eso está más que claro. A mí me ponen verde sin ningún tipo de justificación argumental. Es su gran tragedia: que nunca han escuchado flamenco con la radicalidad con la que el flamenco te invita a hacerlo. Y, además, la crítica tiene que ver más con una tendencia que con un análisis radical. Y más, hoy en día, con las redes y todo eso. Yo no me reconozco en estos pretendidos insultos de terrorista, antigitano... Me han llamado tantas cosas... Han dicho que canto en el váter, que me cago en el flamenco... Y quizá en algunos de ellos haya algo de verdad, no lo sé, pero lo que sí sé es que ninguno tiene que ver con mi producción artística. Yo nunca me he considerado antiflamenco. Yo me considero exflamenco.
-Se ha atrevido incluso a meterse con Camarón, diciendo que el de la Isla no revolucionó nada. ¿Sacrilegio?
-En lo que no estoy de acuerdo es con pensar que el flamenco se abre cuando muere Franco. Es una idea errónea, porque el arte no opera -por suerte- como opera la sociedad, la política. Sí es verdad que llega a otro tipo de público con Camarón, Morente, Kiko Veneno, Pata Negra, Lole y Manuel, Martirio... pero el flamenco ya nace con la herida abierta. Porque, de lo contrario, no se hubiesen dado Manolo Caracol, Marchena, Carmen Amaya, Miguel de Molina, Rocío Jurado, Lola Flores... Esa es una forma de leer lo que ha pasado hecha para chavales de dos años.
-Un arte abierto que usted aborda desde lo queer. ¿Por qué?
-Desde el arte se puede trabajar con dos perspectivas queer. Una que es la del género y otra es el sentido de lo extraño, lo raro, lo desconfigurado. Y mi arte tiene que ver con eso. Lo queer no tiene que ver con que el que cante sea marica o lesbiana. Es uno de los grandes errores que comete la gente que no ha profundizado mucho sobre lo queer y sus formas de hacer.
-¿Hay arte sin compromiso político? Usted -nieto de comunista- ha declarado que, «si existiese», votaría a la izquierda.
-Es que la izquierda no existe. Ella lo intenta, pero no. Como tampoco existen los supuestos fascistas.
-Lo que sí sé es que el arte le ha quitado muchos complejos físicos y le ha ayudado a ligar.
-(Ríe) Ligar no ligo mucho porque, con mis delirios, no me da tiempo a mirar quién anda por ahí. Pero me ha quitado muchos complejos, eso sí. Es terapéutico si lo sabes utilizar de esa manera.
-Y que sus espectáculos provocan vómitos y orgasmos.
-Los primeros los he presenciado. He visto cómo dos personas vomitaban. Y lo de los orgasmos lo sé porque me lo han dicho. Y me imagino que, si me lo dicen, será por algo (Ríe).
-Y, al final, todo se resume «en ganarle tiempo a la muerte».
-De eso habla mi último disco: de muerte, de celebración... De los restos de un cuerpo inerte que, aunque haya muerto, está en movimiento. Las puertas del cante siempre están 'entornás'.
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