Cuenta Antonio Manuel Álvarez Vélez, de nombre artístico Pitingo (Ayamonte, Huelva, 1980), quien ayer trajo al Teatro Jovellanos su 'soulería', o sea, 'Soul, bulerías y más', que siendo todavía un niño el azar le puso al oído un disco de ... Aretha Franklin. Relata que la emoción fue tan viva que le dijo a su madre que su deseo era el de ser negro. Pasado el tiempo, fatigas y glorias por el medio, desde que se ganaba la vida transportando maletas en el aeropuerto de Barajas a los éxitos internacionales que la crítica musical y los públicos de la rosa de los vientos le han ovacionado por el mundo, tal vez no se ha cumplido aquel anhelo de cambiar de piel; pero de lo que no cabe ninguna duda es de que ha logrado unir en sus cuerdas vocales la tradición flamenca de la que procede por linaje y las armonías de la negritud que se inundan de soul, de gospel o de rhythm and blues. Y rizando el rizo, también ha vestido con esos colores piezas populares, que abarcan a Julio Iglesias y su 'Gwendolyne' o un trazo delicadísimo bordando de flamenco los aires mexicanos en 'Cucurrucucú, paloma', entre muchos otros ejemplos. Siempre con el permiso y la felicitación de los autores a los que versiona. Comenzó ayer sin embargo jondo y purísimo en el arranque por martinetes. Mezcó poco después de forma hermosa boleros y Andalucía en 'Un compromiso', acompañado desde el inicio del concierto con aplausos.
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Su opinión es la de que la música existe para ser creada y también recreada. Nunca faltan los puristas que prefieren las raíces a los frutos, aunque lo cierto es que Pitingo ha conseguido casi la unanimidad del aplauso para ese cante sin fronteras que le brota en la garganta y que transmite de modo tan natural como vibrante, sin ningún artificio, envolviendo a los espectadores que en la velada de este viernes en Gijón le dispensaron por igual el calor de las ovaciones y los piropos encendidos, no en vano Pitingo significa en caló, presumido, y a mucha honra. «¡Viva la madre que te parió!» y «¡Guapo, guapo!», se pudo escuchar en varias ocasiones. «¡Viva Gijón!», contestó él como respuesta, poniendo con gracia en duda ser merecedor de tales agasajos.
'Soul, bulerías y más', que es su último disco y el rótulo de la gira que lo viene presentando, fue durante la velada, como el propio epígrafe indica, una urdimbre deliciosa de compás, ritmo, sentido y sentimiento, empezando por una didáctica del flamenco en la que predominaron las bulerías, acompañado en la guitarra por Jesús Núñez y en la percusión por Carlos Merino, quienes dieron las pautas instrumentales llenándolas de 'duende' y añadiendo un par de solos de los que quedan grabados en la memoria. El soul y las melodías latinas se sumaron después. Con 'Stand by me' puso al teatro a tocar las palmas, y con 'Guantanamera' añadió a Gijón en la letra y dividió al público del teatro en dos grupos para que le acompañasen en el estribillo, convirtiendo el Jovellanos en una fiesta. Tal vez se echaron de menos en algún momento los coros que enriquecen el disco, pero un trío muy potente de voces extraordinarias reemplazó sin mengua esa ausencia. No podía faltar el 'Killing me softly', que sirvió de antesala al fin de fiesta y las generosas ovaciones.
A la espera de su próximo disco, que saldrá en mayo con una declaración de principios que ya ha mostrado y demostrado a lo largo de toda su carrera, 'Mestizo y fronterizo', dejó para el presente el temblor y la emoción de las cosas bien hechas, recompensadas por un público cálido en aplausos.
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