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Tres buenas patas para un concierto. Por una parte, el estreno absoluto de una obra del compositor Manuel Martínez Burgos, catedrático de composición del Conservatorio Martínez Torner. Por otra parte, la presentación en Oviedo del pianista canadiense Joeden Izik-Dzurko, último galardonado en el concurso ... Paloma O'Shea, que interpretó el 'Concierto para piano y orquesta', Op. 20, de Scriabin. Finalmente, Oviedo Filarmonía, la agrupación que, con el Auditorio Príncipe Felipe, celebra este año el cuarto de siglo de su nacimiento.
Antes del concierto, el director pidió un minuto de silencio en memoria de los fallecidos en las inundaciones de Levante. A ellos dedicó, en nombre de Oviedo Filarmonía y la Concejalía de Cultura de Oviedo, el recital.
Manuel Burgos compone un poema sinfónico en tres secciones inspirado en la frase de Clarín: «Humanidad que viene de las tinieblas y se esfuerza, incansable, por llegar a la luz». Frase que además de dar el título a la obra, estructura la composición en tres movimientos interpretados sin interrupción: 'Humanidad que viene de las tinieblas', primer movimiento; 'Y se esfuerza, incansable', segundo, y el tercero, 'Por llegar a la luz'.
Comenzó la obra con veinticinco campanadas alusivas a los años de vida de Oviedo Filarmonía y el Auditorio. En las últimas campanadas se van trenzando en lo que podría ser un allegro diseños melódicos repetitivos, escalas mayores y unas sonoridades brillantes. Esta primera sección, recordamos, lleva el título 'Humanidad que viene de las tinieblas'. La segunda sección, 'Y se esfuerza incansable', es de corte más tonal, con unas melodías prolongadas en la cuerda y un tiempo generalmente lento, lo que podría ser el adagio de un concierto tradicional. Termina la obra con 'Por llegar a la luz', un allegro rítmico, apoyado en la percusión y los metales fundamentalmente, con tiempos sincopados, y que infunde vitalidad y alegría. La obra es, en este sentido, un canto a la esperanza.
El 'Concierto para piano y orquesta en fa sostenido menor' es una obra de juventud de Scriabin, claramente influida por Chopin y Liszt. Este pianista, Joeden Izik-Dzurko, que actuó en febrero para la Sociedad Filarmónica de Gijón con un programa exclusivamente de piano centrado en Rasmaninov y Liszt, es uno de estos jóvenes portentos que tienen un toque clarísimo, una sensibilidad musical muy comunicativa y una técnica prodigiosa. Sin embargo, la obra de Scriabin no se puede decir que haya sido una versión cerrada. Muy bien el pianista, pero sin apenas interacción con la orquesta. Cada uno iba a su aire. El director intentaba concertar lo que era bastante difícil por una orquesta algo desajustada. Demasiados brochazos.
En la segunda parte, Oviedo Filarmonía interpretó una estimulante Quinta sinfonía de Chaicovski con dinámicas muy vitales y extremas y unas entradas siempre bien marcadas por el joven director Vicenzo Milletari. Sin embargo, la sonoridad global, el empaste, no siempre estuvo en un nivel bueno. Las trompas, muy regulares. Pero esto no restó que el público aplaudiese con ganas y entusiasmo.
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