AZAHARA VILLACORTA
Lunes, 10 de diciembre 2018, 03:39
Aeropuerto Internacional de las Américas (República Dominicana). Un grupo de músicos irrumpe entre los viajeros y suenan las primeras notas de 'La Bilirrubina' para asombro también de los trabajadores del aeródromo, que empiezan a seguir con los pies el ritmo que marca la ... percusión. Alguno hasta se atreve a tararear lo de 'cuando te miro y no me miras' al son de un contrabajo.
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El vídeo de aquella actuación, que fue compartido en sus redes sociales por el mismísimo Juan Luis Guerra, se hizo viral y, en apenas una hora, acumulaba 100.000 visitas que hoy son diez millones y que colocaron en el mapa internacional a la Orquesta de Cámara de Siero (OCAS), fundada en 2002 y dirigida con un entusiasmo de otro planeta por Manuel Paz, guitarrista de EntreQuatre y profesor del Conservatorio de Música del Nalón.
Pocos supieron, en cambio, al ver aquel 'flashmob', que aquella formación integrada mayoritariamente por jóvenes instrumentistas con una dilatada experiencia concertística había llegado a la República Dominicana «por casualidad». Y que a donde en realidad se dirigían era a Haití. Pero, en pleno vuelo, les llegó un mensaje de la Embajada española en el país caribeño diciendo que abortasen el viaje «porque acaba de haber una revuelta y la gente andaba a tiros por las calles. Así que improvisaron, «como siempre». Y montaron «otro plan sobre la marcha», cuenta Fernando Oliva, percusionista de esta orquesta viva (la componen entre 40 y 80 personas) que es mucho más que una orquesta. Entre otras muchas cosas, porque en ella «nadie cobra un duro» y todos entienden la música como un hilo que ayuda a coser países y culturas, además de como una pasión que compatibilizan con otros trabajos. Y, por eso, en sus filas hay ingenieros, físicos, diseñadores gráficos, profesores, productores de vídeo o informáticos que ensayan en su tiempo libre, «al salir de currar», y que hacen «de todo». Desde la web a un complejo sistema de fuegos artificiales como telón de fondo para un espectáculo en el Jovellanos.
Con ese espíritu, allá por 2005, a Manuel Paz no se le ocurrió otra cosa que crear 'Vínculos', una iniciativa de cooperación internacional de Asturias al mundo. Un proyecto «único en España», explica Oliva, con el que los integrantes de la OCAS -una orquesta de cámara que llega a ser sinfónica- recorren el planeta creando lazos musicales entre gentes y continentes.
El mecanismo funciona como sigue: «La OCAS organiza conciertos durante todo el año, que es de donde sale su presupuesto. Y, una vez que se descuentan los gastos que implican las actuaciones, se rompe la hucha y se mira cuánto dinero hay». Pues bien: «Con esos fondos, se decide a qué país se viaja y se comprueba cuánto tiene que poner cada uno de su bolsillo, porque la verdad es que nunca alcanza».
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«Esto es algo vocacional y no está hecho para todo el mundo. Por ejemplo, olvídate de las OCAS si eres de los que necesitas tenerlo todo atado y bien atado», advierten en una formación que suele viajar en agosto, aprovechando las vacaciones de verano, y que lo mismo duerme «en hoteles aceptables que en el autobús», por aquello de ahorrarse el alojamiento.
En los últimos trece años, han tocado en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, para pacientes infantiles en el HUCA, en centros oncológicos, residencias para mayores y personas sin recursos o en Madrid Fusión junto José Andrés, improvisando un concierto en el que los instrumentos eran paelleras, ollas, sartenes y garcillas.
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El chef mierense -con el que organizaron otro 'flashmob' en un mercado de Washington- es solo uno de los muchos que se han convertido ya a la religión sin ánimo de lucro de la OCAS, que también ha ganado ya para la causa a Miguel Ríos, Andreas Prittwitz, Los Secretos, Jorge 'Ilegal', Olga Román, Juan Ramón Lucas, Sandra Ibarra, Ara Malikian, Joana Amendoeira, Pablo Carbonell o Víctor Manuel, uno de los que acude siempre a su llamada.
Con ellos o en solitario han recorrido miles de kilómetros, cumpliendo su objetivo de «llevar la música a los lugares donde no suele llegar», ofreciendo clases magistrales, interpretando piezas clásicas y canciones populares en los barrios más humildes de Guatemala o Río de Janeiro, donde consiguieron tocar en una favela, «un lugar controlado por las mafias al que es imposible acceder el permiso de los jefes».
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Juntos han vivido momentos extraños. Como aquella vez en Ecuador, a donde llegaron sin atriles y tuvieron que tirar de ingenio y colgar las partituras de una red de lana con pinzas de la ropa siguiendo su particular filosofía: «Las cosas se solucionan sea como sea». Y peligrosos. Como aquella otra en el basurero de La Chureca, el más grande de Nicaragua, donde «se corrió la voz de unos europeos iban a entrar a grabar» y recibieron amenazas de muerte. «Luego, cuando se enteraron de que era algo de cooperación, la cosa se enfrió», pero terminaron tocando a las puertas de aquella inmensidad de inmundicia donde familias enteras se buscaban la vida a duras penas.
A orillas del lago Titicaca, una comunidad les regaló un poncho rojo, «su mayor honor». Y en Marruecos, en plenas montañas del Rif, las autoridades se empeñaban en que los niños y las niñas asistiesen al concierto por separado. Ellos se negaron de forma cortés y, además, decidieron que la orquesta -integrada mayoritariamente por mujeres- ofreciese la actuación de una jovencísima solista al violín.
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Tampoco olvidarán las sonrisas de los campamentos saharauis, donde vivieron «una tormenta de arena de dos días» y terminaron ensayando en una jaima. Ni las de aquellos pequeños de un centro para personas con necesidades especiales de Ecuador.
«En Nicaragua, un niño vino andando por la selva en plena noche para asistir a uno de nuestros conciertos y se fue a casa con un saco cargado con todas nuestras linternas. Y, en El Alto, en Bolivia, «después de compartir unas horas con las gentes que sobreviven en unas condiciones durísimas en el altiplano, de repente se hizo el silencio en el autobús, algo ciertamente extraño, y una de las músicas más jóvenes dijo: 'Y pensar que la semana pasada tuve una movida con mi padre por el saldo del móvil...'. Así que ahí nos ves a todos llorando».
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De cada viaje vienen rotos, pero renovados, y de paso se traen a músicos de primer nivel a tocar en Asturias, porque entienden que el intercambio debe ser de ida y vuelta.
«Cada uno de esos 'Vínculos' te cambia la escala de valores», resumen en la OCAS, que trabaja ya en su próximo espectáculo, 'El Faro', que llevará a Ana Belén el próximo día 15 al Teatro de la Laboral y que, entre tanto, no descansan: recogen instrumentos en desuso o con ligeros desperfectos con destino al próximo país que visitarán y acaban de recaudar 6.000 euros para la localidad indonesia de Palu, arrasada por un tsunami el pasado septiembre, a los pocos días de que ellos tocasen junto a su mar.
«Los momentos que pasaron hasta que supimos qué había sido de los niños que conocimos allí, que estaban bien, fueron de los peores de nuestras vidas».
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