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M. F. ANTUÑA
Lunes, 11 de noviembre 2019, 01:11
Le cantó a Asturias con aires de copla, recorrió el Principado y medio mundo de cabo a rabo con su música, su humor y sus lentejuelas y dejó imborrable huella en varias generaciones que disfrutaron de su arte. Carlos Blanco, cantante, ... showman, nacido en la Cuenca y que hizo del barrio gijonés de El Llano su hogar, ha muerto en Gijón. Había nacido en 1949 en Sama, pero acostumbraba a quitarse un año este hombre coqueto y artista integral que vendió cintas de casete como churros con su música en la que siempre presumía de asturianía y que llenó locales de aquí allá con sus chistes cargaditos de picante.
La suya fue una vocación temprana por el escenario. Con doce años comenzó todo. «Luego, trabajé en el Teatro Argentino y en el Chino, que eran portátiles. Y hacía cabarés en salas de fiesta de toda España y de Europa. Fui el que fusionó la copla con lo asturiano», decía hace tres años en una entrevista a este periódico, en el que recordaba tiempos en los que Honorina, su madre, le acompañaba en sus viajes y no dejaba de asustarse por sus comentarios subidos de tono que tanto gustaban a la audiencia y con los que aliñaba sus actuaciones. Lo mismo cantaba por Raphael que por Marifé de Triana un artista cuyo vestuario fue mítico. No ahorraba en gastos, con derroche de lentejuelas y ropa hecha a medida inspirada en la que veía en sus viajes al extranjero. Encandilaba a un público dispar y llenó salas hasta la bandera en los los setenta y los ochenta. Y también muchos años después. El Suizo, en Oviedo, fue uno de los locales en los que triunfó, donde estuvo dos años seguidos. Él lo recordaba así: «Yo estaba trabajando en Madrid y mi madre quería venir a una boda de un primo. Así que le dije al representante: 'Arréglame algo por Asturias'. Y me contrataron por 700 pesetas al día. Y los diez días fueron 24 meses. Aquellos llenazos... La gente de dinero que iba se asustaba porque sacaba un traje verde, otro rosa, otro blanco... Y el cartel decía: «Hoy, debut de Carlos Blanco». Y así, veinticuatro meses. La dueña me subió cien pesetes».
Nunca dejó del todo los escenarios, pero en los últimos años una EPOC fruto de las dos cajetillas diarias de tabaco que le acompañaban en sus noches le alejó de las tablas que tanto amaba. Eso sí, su recuerdo está aún en la mente de varias generaciones que disfrutaron de su buen hacer, que cantaron con él: «Viva Asturias, viva Asturias, viva la gente asturiana».
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