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RAMÓN AVELLO
GIJÓN.
Viernes, 11 de febrero 2022, 01:42
El director santanderino Jaime Martín es uno de los directores invitados vinculados a la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) desde hace cuatro ... o cinco años. Incluso en los meses crudos y duros de la pandemia, le hemos escuchado en un programa retransmitido online, por 'streaming', dirigiendo a la OSPA en una vibrante 'Séptima sinfonía', de Beethoven. Ayer, dentro de la temporada de abono de la OSPA, Martín se reencontró con sus músicos en un programa que va desde la galantería expresiva del 'Concierto para violín y orquesta en sol mayor', de Mozart, con el violinista Nemanja Radulovic como solista, a la densidad sonora y actitud contemplativa de la 'Cuarta Sinfonía. Romántica', de Bruckner. Actuó como concertino invitado Aitor Hevia, violinista del Cuarteto Quiroga.
Nemanja Radulovic, debutó ayer brillantemente con la OSPA. El joven violinista serbio es un músico peculiar. Su aspecto agitanado recuerda a Ara Malikian, pero peinado por el peluquero del León de la Metro. Pantalones de tubo, camiseta negra bajo el smoking y, lo más importante, toca como los ángeles. Su cualidad más llamativa es la expresividad, incluso sacrifica el estilo galante dieciochesco a la expresión. Esto se percibe en un fraseo muy acentuado, muchísimo vibrato, tiempos al límite, con tendencia a retrasar, y un Mozart curiosamente muy vivo y muy bien arropado por Jaime Martín al frente de la OSPA. Debe ser muy difícil dirigir versiones tan personales.
Muchos aspectos esenciales de Bruckner se recogen en su 'Cuarta Sinfonía'. Entre otros, la función capital de las trompas; los elementos musicales sencillos como un trémolo, un intervalo o una figura rítmica que se repiten para formar una vasta sección; los grandes bloques sonoros o cierta concepción pétrea, formal. El propio compositor tituló a esta sinfonía 'romántica', tal vez por cierto carácter pastoral, o por el sentido programático del tercer movimiento, 'Scherzo', que describe un complejo cuadro con jauría de perros, rumor de bosques y toques de caza.
Las sinfonías de Bruckner son difíciles de dirigir y de escuchar. El público percibe una idea de 'nunca acabar', cuando parece que está terminando. Para el director, es fundamental que todas estas reiteraciones y repeticiones tengan un sentido. En mi opinión, eso consiguió Jaime Martín. Dinámicas muy potentes y además cerradas, sin 'desflecar' el sonido, con un trabajo excelente de los vientos, tanto de los metales como de las maderas, especialmente las dos flautas. El director es un excelente flautistas, y se nota que cuida mucho estos detalles.
El tercer movimiento, el scherzo, fue el más espectacular, quizá la página sinfónica más conocida de Bruckner, pero también el difícil cuarto movimiento, un mosaico de sonoridades y temas, logró una rotundidad y unas ideas unitarias muy precisas. Abordar esta obra requiere una madurez de la orquesta y unas ideas claras del director. Eso fue lo que percibimos ayer en el Jovellanos.
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