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Un momento de la representación de 'Lucrezia Borgia', que ayer se estrenó en el Teatro Campoamor de Oviedo.

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Un momento de la representación de 'Lucrezia Borgia', que ayer se estrenó en el Teatro Campoamor de Oviedo. FOTOS: IVÁN MARTÍNEZ/ÓPERA DE OVIEDO

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El Campoamor aplaude una 'Lucrezia Borgia' de intensidad dramática y gran belleza vocal en la que la escena se llevó los pateos del público

RAMÓN AVELLO

OVIEDO.

Miércoles, 8 de diciembre 2021, 01:25

'Lucrezia Borgia' es una ópera oscura y lúgubre, tétricamente romántica y de una exquisitez vocal modélica. Ayer, en el Campoamor se representó, por tercera vez en la historia de las temporadas de ópera, este melodrama de Donizetti sobre libreto de Felice Romani inspirado en la leyenda negra de la hija del Papa Alejandro VI. Esta nueva coproducción de la Ópera de Oviedo, el Teatro Comunal de Bolonia, la Ópera de Tenerife y el Teatro de la Maestranza de Sevilla es una propuesta novedosa y arriesgada teatralmente, tanto en la intensificación dramática como en el complejo carácter de la protagonista. La función se dedicó a la memoria de José María Moutas Cimadevilla, notario que ocupó durante varios años puestos directivos en la Ópera de Oviedo, fallecido el lunes. El aforo del Campoamor estaba al 75% de su capacidad, unas 700 personas. Un público que, mayoritariamente, quedó encantado con las voces, concretamente con la de Yolanda Auyanet, la soprano protagonista, salvadora de la representación, pero al que no le convenció la propueta escenográfica.

La directora de escena Silvia Paoli traslada a la Italia fascista de los años treinta la acción. Ya no estamos ni en la Venecia y Ferrara renacentista, sino en un matadero descarnado y sucio, escenario desnudo en el que se desenvuelven el prólogo y los dos actos de la obra. Hay elementos simbólicos, como la figura del lobo, prototipo del mal, y una adolescente embarazada, probablemente una proyección de la psicología y vida de Lucrezia Borgia. Todo ello en un ambiente sórdido, un poco burdo, que también tiene su carácter simbólico. Lo más cuestionado fue la intención de Paoli de interpretar la personalidad de la protagonista como una mujer que padece las consecuencias de un ambiente tóxico y masculino. Una interpretación de género un poco forzada. Se llevó pateos de una buena parte del respetable.

Yves Abel, al frente de Oviedo Filarmonía, lleva esta 'Lucrezia Borgia' con delicadeza y aplomo. Si inicialmente, en la obertura, los vientos no estaban completamente empastados, a lo largo de la representación, Abel hizo que todo encajase. Tiempos cómodos, dinámicas brillantes, pero sin tapar a la voz, y una muy buena concertación entre orquesta y cantantes.

El coro cumple en esta ópera de Donizetti una función básicamente concertante. Acompaña a los solistas, refuerza y amplifica determinados momentos dramáticos, como en el 'Coro de las murmuraciones', al principio del segundo acto. El Coro Titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo) que dirige Pablo Moras cumple con creces estas funciones vocales y dramáticas.

La protagonista principal y alma de esta ópera fue Yolanda Ayumet, en el rol de Lucrezia Borgia. La soprano canaria crea una Lucrezia de gran fuerza dramática y empaque vocal. Ya desde su primer aria, 'Com'é bello', denota una tesitura amplia, cómoda en los agudos y de un timbre lírico muy hermoso. Además, es una excelente actriz: los dos dúos con Alfonso y Genaro fueron de una alta intensidad dramática. Su muerte cantando 'Era desso il figlio mio' fue la apoteosis de la noche.

A Silvia Tro Santafé la escuchamos hace años en el papel de Rosina, de 'El barbero de Sevilla'. La mezzo valenciana interpretó ayer a Orsini, el amigo fiel y soldado intrépido. Papel de travestido (una mujer que interpreta a un hombre joven), recurso frecuente en la ópera del Ochocientos. Su Orsini es, sobre todo vocalmente, muy atractivo, especialmente destacado en la romanza 'Nella fatal di Rimini' y el brindis 'Il segreto per esere felici'. Fue muy aplaudida. Sin duda, es una voz segura y bella.

Celso Albelo, por su parte, fue un Gennaro menos convincente de lo que se espera de este tenor canario, mimado por el Campoamor. Forzado en los agudos, a veces un poco incómodo por el papel dramático, no llegó a hacer un Gennaro adecuado. Muy alejado del de su maestro, el gran Alfredo Kraus.

Debutó ayer en El Teatro Campoamor el bajo italiano Roberto Tagliavini, en el papel de Alfonso d'Este, el marido celoso y vengativo de Lucrezia Borgia. Es la suya una voz buena de bajo barítono y tiene potencia, aunque posee cierta limitación en el registro agudo. De todas maneras, hizo un gran Alfonso. Su aria de salida, 'Vieni, la mia vendetta', estuvo cantada con convicción, a pesar de lo disparatado de la escena: Alfonso subido en una jaula, disparando a las mujeres que estaban dentro. Un malo que bordea lo ridículo. Le salvó el excelente diálogo en el primer acto, en el que se presenta como un hombre despiadado y autoritario.

Una característica de 'Lucrezia Borgia', poco frecuente en la ópera belcantista, es el alto número de roles secundarios que, en un determinado momento juegan un papel principal. Las voces secundarias estuvieron siempre correctas. Se aplaudió a Mario Méndez, como Rustigelo, llevado con cierta sobreactuación.

Hemos escuchado, en definitiva, una 'Lucrezia Borgia' de gran entidad vocal e instrumental con dos protagonistas destacadas: Yolanda Auyanet y Silvia Tro Santafé. El triunfo de dos mujeres en un mundo de hombres.

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