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En las creaciones musicales sinfónicas actuales, debemos intentar distinguir, como hacía el poeta, las voces de los ecos. Por una parte, la originalidad sorprendente de ... una composición, que muchas veces se fundamenta en la tradición, y por otra la copia de procedimientos aparentemente novedosos. Francisco Coll posee una voz personal y es un músico integral. Ayer dirigió en el Teatro Jovellanos a la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias (OSPA) en un concierto dedicado a los cinco mineros fallecidos esta semana en Cerredo y con el que presentó en Asturias su obra 'Turia', concierto para guitarra y orquesta, interpretada por el guitarrista sueco Jacob Kellermann. La obra de Coll estuvo precedida de 'Ruby. Movimiento sinfónico N.º 2', de Arthur Honegger, uno de los compositores del llamado Grupo de los Seis, y que es un canto a la modernidad y al deporte, y seguida de la 'Sinfonía N.º 1', de Sibelius.
El nombre de 'Turia' es el de un cauce seco, hoy animado paseo valenciano, la tierra nativa de Coll. Pero en la obra, más que paisaje y pintura nos encontramos con sugerencias sonoras, y, a lo largo de los cinco movimientos de la obra, referencias flamencas. Flamenco imaginario que, aunque posee un alto grado de abstracción no oculta elementos concretos de un folklore reinventado por Coll. La sucesión de arpegios con los que se inicia el primer movimiento evoca el arranque de una taranta; los floreos en el bajo del tercer movimiento nos recuerdan al zoronjo gitano. Lo interesante es que todos estos detalles se integran en un todo introspectivo, variado y personal. Jacob Kellermann está muy familiarizado con la obra, y con los recursos de la guitarra flamenca como picados y rasgueos.
Cada movimiento tenía un caracter peculiar y preciso. El primero, se caracterizó por una expansión lírica en la sección final. El segundo, por las polirritmias siempre muy marcadas, los rasgueos y una orquestación poderosa en los aspectos de dinámica y rítmica. La tercera, la más poética, se podía concebir como un elogio del cante jondo. La cuarta era una cadencia de la guitarra, muy intimista y acompañada muy sutilmente por sonidos armónicos. Y la quinta, era la fiesta final: volver otra vez a la danza y al tiempo alegre. La obra fue muy aplaudida, algo rarísimo en estas obras contemporáneas, y el guitarrista, que siempre mantuvo una actuación excelente, con la guitarra bastante amplificada, interpretó como propina una delicada obra de Francisco Coll. Estamos ante un compositor que tendrá un largo recorrido en el siglo XXI y este es un concierto claramente de repertorio.
A Honegger le atraían los trenes, las máquinas y los deportes, aficiones que el compositor suizo-francés llevó a la modernidad musical de los años veinte del siglo pasado. La obra sin ser descriptiva, hace referencia a esas masas, bloques, juegos.
En la segunda parte Coll dirigió una firme versión de la 'Sinfonía N.º 1', de Sibelius. Sonoridad empastada, compacta, con una cuerda tersa y muy expresiva, pero además la obra tenía un maravilloso color en los vientos, destacando especialmente las dos bellísimas intervenciones del clarinetista principal. Un buen concierto que se recordará por la obra de Coll.
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