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diego medrano
Oviedo
Miércoles, 21 de noviembre 2018, 20:36
Ernesto Colsa Sotelo (Oviedo, 1968) fue miembro fundador de la agrupación de terrorismo musical Equipo de Acción Sonora, el cual cosechó la más absoluta indiferencia durante el breve período de su existencia, entre 1994 y 1998. Las intervenciones del colectivo no sólo se ceñían al ámbito musical, mediante monstruosas grabaciones de improvisación absoluta, sino que su método se exponía en escritos de fuerte contenido teórico, tales como «Manifiesto y Estatutos» o «Reformulación teorética y pautas de interpretación», publicados por la editorial ultraindependiente La Última Canana de Pancho Villa. Su primera novela «Cieno» (2013) puso fin a diez años de trabajo intermitente en dicho fanzine (trece entregas). Este jueves presenta en la sala La Salvaje de Oviedo, a partir de las 21 h., el triple vinilo «Variaciones, combinaciones y permutaciones. Sesiones 1996-1998», en compañía de Juanjo Barral y Braulio García Noriega, históricos de la publicación, queriendo hacer lo propio con el archivo sonoro del grupo maldito.
-«Variaciones, combinaciones y permutaciones: Sesiones 1996-1998» es el título del disco que presenta en el pub La Salvaje, en Oviedo. ¿Por qué sacar ahora a la luz unas grabaciones de hace veinte años de un grupo que nadie recuerda?
-Llamar «grupo» al Equipo de Acción Sonora parece un tanto aventurado. Ni su actitud, ni su método, ni su extraña trayectoria permiten catalogarlo como un conjunto musical. Tenga usted en cuenta que la teoría sobre la que se sustentaba todo el entramado ideológico-práctico del EAS se denomina «de la impericia», como se recoge en el Manifiesto fundacional, lo cual en última instancia significa que los intérpretes debíamos carecer de cualquier rudimento en el manejo de nuestros respectivos instrumentos, pues en caso contrario tendríamos vedada su utilización.
Editar ahora estas grabaciones supone, pues, un ejercicio de justicia histórica, porque en nuestro entorno nadie defendió jamás unos postulados así de radicales con tanta constancia. Y si cualquier mindundi puede hoy en día lanzar al mercado sus detritos creativos, ¿por qué no íbamos a hacerlo nosotros, los más mindundis e ignorados del orbe, con nuestro arsenal de más de cincuenta horas grabadas de basura antimusical? Y en un ejercicio de «más-difícil-todavía» lo hemos hecho manteniendo el formato clásico, el vinilo, sin aprovecharnos de las posibilidades que ofrecen los métodos de creación y distribución digital, que son una ordinariez.
-El artefacto constituye la referencia 665 de la «La Última Canana de Pancho Villa». ¿Qué puede contarnos de esta editorial?
-LUCDPV tampoco funciona como una editorial al uso, pues cada autor se financia su obra y la distribuye como tenga a bien, y los responsables de la marca se limitan a proporcionar un número correlativo a cambio de que el marchamo figure en un lugar visible y con la única limitación de respetar ciertos requerimientos formales que con el paso de los años se han ido obviando, y la prueba más evidente la constituye el disco, primera «Canana» exclusivamente en formato audio. Pero a pesar de la novedad, los mandamases de la editorial nos prestaron todo su apoyo por cuanto uno de los primeros números de la colección, allá por 1995, fue precisamente el «Manifiesto del Equipo de Acción Sonora», acompañado de una casete titulada «Volumen 1», así que estas «Variaciones…» vienen a poner colofón a una trayectoria de más de veinte años. En cualquier caso, quien desee enterarse a fondo de la política editorial de LUCDPV deberá acudir a la presentación, pues en la mesa disertará como ponente uno de sus fundadores.
-No terminó ahí la colaboración entre la editorial y usted, ¿no es cierto?
-En efecto, durante los siguientes quince años continué editando «cananas», todas pivotando en torno al concepto EAS. En 1997 sacamos un segundo panfleto titulado «Reformulación teorética» junto con la casete «Verano 1996», gracias al cual tuvimos la oportunidad de actuar en Barcelona en la edición de 1997 del festival GREC, uno de los festivales internacionales de vanguardia más prestigiosos, momento que supuso nuestro culmen y el inicio de nuestro declive por dispersión geográfica de su miembros. En la charla, por cierto, reproduciré parte de la actuación. Una vez fenecido el proyecto, comencé a publicar por mi cuenta en la editorial la novela por entregas «Equipo de Acción Sonora o la estela de Narciso», con la cual pretendía narrar la biografía de la agrupación a través de la voz del protagonista, un funcionario despreciable que en una suerte de spin off acabaría convirtiéndose en el protagonista de «Cieno» (KRK Ediciones, 2014), mi primera y única novela, tras una labor de expurgo en la que suprimí cualquier mención al EAS salvo un par de referencias escondidas en el texto que también desvelaré en la charla de hoy. Pero no terminan aquí las referencias cruzadas: el cuadro que ilustra la cubierta de Cieno es obra de uno de los integrantes del Equipo, hermano a su vez del autor de los bustos que aparecen en la portada del disco; el dueño de KRK ediciones tiene vínculos familiares con los responsables de las Cananas. Resulta todo muy extraño, la verdad…
-¿Qué puede contarnos del disco en sí? ¿Con qué se encontrará el oyente?
-Las piezas del disco son fragmentos seleccionados de entre la enorme cantidad de material sonoro que he llegado a atesorar, porque en el EAS considerábamos como un proceso simultáneo las fases de composición, ejecución y grabación, de manera que absolutamente todo cuanto tocábamos quedaba registrado, y ello, entre otras razones, porque nuestra falta de cualidades interpretativas nos impedía ensayar y, por tanto, repetir cualquier toma. No obstante, entre el maremágnum sonoro surgían de vez en cuando momentos de coherencia que con el paso del tiempo se fueron convirtiendo en menos infrecuentes, pues la inepcia también se rige por unas reglas que yo creo llegamos a dominar en la última fase, cuando surgían una tras otra las piezas consideradas en sí mismas como unidad compositiva. Resulta curioso cómo la impericia extrema puede evolucionar con la práctica sin que ello se traduzca en dominio instrumental, lo cual trataré de demostrar en la charla de presentación. En cuanto al contenido del disco en sí, me propuse un ejercicio de «comercialidad» incluyendo, por un lado, las piezas de apariencia más convencional y reduciendo su duración en la mayor parte de los casos, aunque no pude evitar incluir un monstruo como «Tridecafonismos 2» y sus casi dieciocho minutos. Por otra parte, utilicé solamente grabaciones de la segunda fase del EAS, cuando ya utilizábamos una mesa de mezclas (aunque no estoy seguro si aquel aparato se llamaba así) en lugar de un simple radiocasete a pelo con el que captábamos el sonido de las primeras sesiones, y cuya difusión se me antojaba demasiado radical, si bien tengo intención de subir estos archivos a la red para que no se pierdan. Por último, contraté a un técnico de sonido para que puliera en la medida de lo posible las imperfecciones con vistas a su grabación en vinilo, que exige ciertos requerimientos mínimos en términos de calidad. Pero no se desanime el lector: el resultado continúa sonando tan fresco y aberrante como pudiera suponerse.
-El formato elegido peca quizá de excesiva ambición.
-Igual de ambicioso que los postulados del EAS, que eran subvertir el orden estético universal y adueñarse de las estructuras de poder hasta alcanzar, en un último estadio antropológico, una forma de organización social denominada Estado de Acción Sonora, algo que, parece obvio, no llegamos a conseguir. Pero todas estas consideraciones se desarrollan en el Manifiesto del EAS, reproducido íntegramente en el encarte interior del disco, cuya lectura previa recomiendo al oyente si quiere aprehender la magnitud de la obra en su integridad. Un vinilo triple, así, podría parecer un tanto excesivo, pero en realidad dispongo de material para haber sacado un disco cuádruple, o séxtuple, aunque me abstuve de hacerlo porque los gastos de fabricación se habrían disparado.
En cualquier caso, la escucha nunca resultará aburrida, pues la inepcia instrumental provoca que cada pieza parezca interpretada por un grupo diferente de sujetos con un grado mayor o menor de oligofrenia, de manera que el oyente tendrá hasta veinticinco motivos diferentes para irritarse, tantas como el número de composiciones. Ahora bien, quede claro que la búsqueda de este estado de ánimo en el receptor es completamente deliberada, pues, leo el Manifiesto, «el ingenuo espectador de las actuaciones del EAS no sabrá en principio a qué atenerse; el estupor dará paso a la irritación, y ésta, al bochorno, mas si con un esfuerzo de la voluntad, para el que no cualquiera se encuentra capacitado, logra hacerse partícipe de la experiencia hasta sus últimas consecuencias, percibirá, sutilmente al principio, como palmaria realidad después, lo pretencioso del hecho creativo, su repugnante irrelevancia. Es la náusea de Sartre aplicada al mundo del arte, el reverso del Mal de Stendhal».
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