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pablo suárez
Jueves, 13 de febrero 2020, 23:12
Igor Paskual es un salto al vacío en sí mismo. Músico en tarima y púgil en conversación, su comitiva pasional hace parada este viernes noche en Avilés (Santa Cecilia, 21 horas). Será un nuevo capítulo en una gira con un Paskual más rodado, ... devoto y a la vez despreocupado de antiguos patrones. Las entradillas extensas son para entrevistas descafeinadas.
Todo empezó en Avilés. Este es un concierto diferente para usted.
Es un concierto especial. Yo me crié en Avilés y mi primer concierto lo di en Avilés. Además, mañana es San Valentín y tengo alguna canción dedicada a ese día. Venimos rodados, así que será un concierto contundente.
¿Supone un punto más de presión tocar en Asturias?
Más que presión yo diría que es responsabilidad. Hay una parte en la que, lógicamente lo quieres hacer muy bien, pero también es verdad que a mí personalmente me facilita mucho las cosas. Hay gente para la que puede ser una presión doble, pero yo me siento más arropado que criticado. Me siento como que tengo más forofos (risas). No es esa cosa de sentirse mirado con lupa, sino sentir un cariño muy grande. Desde la primera canción todo el mundo está muy metido en el concierto y no tengo que andar superando una barrera de dos o tres canciones. Los años juegan a mi favor.
Cada público se caracteriza por un rasgo concreto. ¿Cuál es el del asturiano?
Es distinto en cada ciudad y no es lo mismo tocar en Gijón, en Oviedo o en Avilés. En general, y es algo que dice mucha gente que viene de fuera, es un público entregado, que sabe pero que no demuestra ese saber mirándote por encima del hombro. Es un público que se deja llevar por el entusiasmo. Asturias mezcla muy bien el saber mucho y el no cortarse a la hora de celebrar.
Su disco ('La pasión según Igor Paskual') ha cosechado grandes críticas. ¿Es un trabajo que marca un punto de inflexión o lo atribuye al resultado derivado de su dilatada carrera?
A mi me parece que es un quiebro. Apuntala ese ADN, pero utilizo todo ese bagaje para dar un giro de timón. Utilizo esos años para salirme por la tangente y cambiar de carretera. He intentado no repetirme. El camino del rock nos ofrece un montón de posibilidades y algunas no están tan explotadas. Para buscar esa tercera vía necesitaba todo este recorrido. Hay que conocer muy bien la tradición antes de romperla.
Dentro del largo, 'Waterloo' habla sobre las subidas y bajadas que experimenta el músico a lo largo de su vida. ¿Cómo es esa montaña rusa?
Bueno, la vida del músico siempre ha sido inestable. Es una profesión a la que el dinero, cuando entra, lo hace por estaciones. Es una putada porque cuando alguien ve que puede tener algo más consolidado o estable, deja la profesión de músico y todo ese saber que tiene acumulado tiende a perderse. Alguien que lleva igual 20 años de trayectoria y quiere formar una familia o lo que sea, en cuanto tiene algo más estable procura quedarse ahí. Esto lo que más me duele. ¿Qué pasa? Que antes ser músico era una profesión muy inestable, pero ahora lo son todas. Antes se diferenciaba mucho al músico del que tenía una profesión estable, y ahora creo que estamos todos en el mismo barco. Yo me relaciono también con otras personas que no pertenecen a la música y todos tenemos unos problemas muy parecidos. No hay profesión en la que te paguen como te pagaban antes. El mundo ha cambiado muchísimo. Yo antes me sentía como parte de un gremio. Pensaba 'soy músico y estoy aquí como un pirata contra el mundo' y ahora ya pasamos todos por las mismas penurias. Da igual que tengas un bar o una tienda de jerseys.
Vivimos tiempos de desazón y crisis de esperanza. ¿Teníamos más pasión hace veinte años que ahora?
Lo ha definido muy bien. La palabra clave es la esperanza. Creo que estamos más resabiados y nos hemos vuelto unos cínicos. El optimismo tiene muy mala prensa y la pasión conlleva optimismo. Hay más desencanto y menos esperanza en el futuro. Veo que la gente encuentra menos razones para luchar y siente que todo es más en balde. También está este individualismo atroz que hace que los esfuerzos sean en solitario, y así es más difícil aunar pasiones. Lo ves en la música. Antes cuando querías montar un grupo tenías que juntarte con tres o cuatro en un local. Eso llevaba mucho esfuerzo, pero lo hacía muy comunal, con un intercambio de experiencias increíbles. Ahora lo haces todo en un ordenador, que tiene una cantidad de ventajas increíbles, pero esa parte comunitaria que tenía la música se pierde. Más que pasión hemos perdido esperanza. Nos han convencido de que el optimismo es feo cuando es todo un ejercicio de sabiduría. En cambio, es terriblemente fácil ser pesimista, no tiene ningún mérito.
En sus primeros conciertos daban un show muy peculiar. Creo que lo explica muy bien en alguna entrevista, donde describe aquello como «unos tíos con falda que se subían al escenario y decían cosas que no todo el mundo estaba preparado para escuchar». ¿Se imagina aquello existiendo Twitter?
(Risas). Las redes no dejan ser reflejo de lo que comentamos. Son un invento increíble y a la vez sacan el cotilla de cada uno. Es como la energía nuclear, que ha servido para grandes cosas y para cosas terribles. No sabría que decirle porque me costaría mucho ubicar a Babylon Chats en tiempos de redes sociales. Creo que sería imposible porque el efecto sorpresa que nosotros teníamos hoy en día es impensable. Una banda hoy en día ya se graba su primer concierto. Cuando nosotros íbamos a tocar a Madrid o Valencia nadie sabía exactamente que iban a ver.
La de la capacidad de sorpresa es una pérdida.
Lo es. Me acuerdo cuando fui a ver a Johnny Hallyday a París, que siempre hace unos comienzos de concierto muy increíbles y alucinantes, y yo no sabía ni a donde mirar. Fue una de las cosas que más me impactó en mi vida. Hoy en día eso ya no sería posible. Ahora mismo sabes todos los trucos, el efecto de la magia ya no está. Es como el sexo, que está tan al alcance de la mano que ya ha perdido su misterio. Por una parte es bueno porque le quitas temor, pero también encanto. Es lo mismo que escuchar un disco y tantas otras cosas. Todo va al doble de velocidad y a la vez pierde misterio.
Dice que «para bien o para mal, todo el mundo tiene un precio». ¿Cuál es el suyo?
Mi precio es, como todo lo que hago, muy extremo. Si lo hago por placer soy baratísimo, pero cuando hago cosas que me cuesta más soy una puta bien cara, una puta muy bien remunerada del rock, que lo soy. Sí creo que todos en general tenemos un precio, pero quienes lo ponemos muy alto aprovechamos ese acopio de dinero para luego hacer cosas desinteresadamente.
Hablemos de fútbol. Usted es un gran fanático y un gran analista. ¿Cree que existe cierto paralelismo entre fútbol y música? Ambos mundos añoran tiempos pasados.
Sí, absolutamente. La música y el fútbol son elementos que surgen aislados de la sociedad, con unas circunstancias muy determinadas. El fútbol y la música fueron, durante mucho tiempo, el único elemento que tenía la clase obrera para saltar de clase, era casi el único medio de enriquecimiento. También comparten esa cosa grupal de articular una comunidad. ¿En qué se parecen ahora? En que todo es menos inocente. Ha desaparecido la clase media. En el fútbol son dos equipos ganándolo todo y el resto recoge las migajas. En la música y en el fútbol todo favorece al ganador. Nada nace aislado de otra cosa.
¿Messi o Maradona?
Me gustan mucho los dos pero me atrae mucho más Maradona porque creo que hay un gran drama ahí. Él, como Springsteen, encarna lo que predica, ese chico de la calle que vive su canción y que lo hace de forma muy verosímil. Él mismo personifica toda una narrativa.
Su figura es fiel a su historia.
Sí. Y estéticamente todavía me gusta más ver a Maradona. También me parece que hay una parte de batalla. Maradona juega en el Nápoles, que hasta que él llega es completamente irrelevante en Italia.
También hay que tener en cuenta una cuestión diferencial como el estado de los campos de fútbol en aquella época. Maradona baila en patatales.
A mí me fascina más todavía el nivel de desprotección que tenía en aquella época Maradona. Es inhumano lo que sufrió ese tipo. Tenía esa cosa de David contra Goliath. Messi no deja de jugar en uno de los grandes equipos de la historia. Messi está en el caballo ganador.
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