«Por supuesto, cuente con ello». Con esas palabras respondía Ennio Morricone convencido a la invitación que se le hacía desde España para venir a recoger en otoño el Premio Princesa de Asturias de las Artes. Los 91 años que lucía solo unas ... semanas atrás, no le hicieron siquiera dudar. Vendría al Campoamor, «claro que sí». Hoy ese optimismo se ha roto de cuajo. El gran compositor, el hombre que envolvió de música algunas de las películas que forman parte de nuestra historia personal y colectiva, ha muerto. Le faltaban cuatro meses para cumplir los 92 (Roma, 10 de noviembre de 1928) y una mala caída la ha postrado para siempre.
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Cerraba los ojos en una clínica de su querida ciudad natal, la Campus Biomedico, donde llevaba ya unos días, tras sufrir una fractura de fémur. El célebre compositor, que compartía su galardón asturiano con otro grande, el estadounidense John Williams (padre de bandas sonoras como 'E. T.' o 'Superman'), será despedido en la más estricta intimidad. Así lo ha pedido su familia. Su hijo Marco fue el encargado de comunicar la triste noticia, asegurando que el músico conservó «hasta el último momento una plena lucidez y gran dignidad». De hecho, antes de iniciar su último viaje se despidió de todos, incluida su compañera de tantos años, María, que estuvo con él en todo momento.
Ganador de un Oscar honorífico, que se le otorgó en 2006, se llevó por fin en 2016 el de la mejor banda sonora, por 'Los odiosos ocho', de Tarantino. Composición que le valdría también un Globo de Oro y el Bafta de la Academia Británica. Fue Morricone, premiado hasta la imposibilidad de recuperar todos sus galardones, el creador de las más aclamadas músicas del llamado spaghetti western, al que dio altura Sergio Leone. Suyas son las bandas sonoras de la mítica 'Trilogía del Dólar' protagonizada por Clint Eastwood. 'Por un puñado de dólares (1964), 'La muerte tenía un precio' (1965) y 'El bueno, el feo y el malo' (1966). Al lado de estos títulos deja como legado cientos de composiciones que todos recordaremos siempre, 'Cinema Paradiso' (1988), de su amigo Giuseppe Tornatore, 'La Misión' (1986) o 'Novecento' (1976), de Bernardo Bertolucci.
Renovador de los modos y las maneras de escribir música para cine, buscaba siempre el eco, la reverberación. Dicen los expertos que eso marcaba su estilo. Eso y el hecho de que todo para él valía para hacer música. Desde el silbido al repicar de campanas.
Si a su compañero de palmarés John Williams le corona el clasicismo romántico, a Morricone le hizo rey «la virtud de lo diferente, lo único, lo arriesgado, lo siempre nuevo». Por eso su música no es solo un elemento que mece la película, sino un protagonista más. Un chasquido, un golpe, un susurro, todo aporta potencia a sus notas. Por eso fue tan diferente, por eso las películas para las que escribió música palpitan de una manera tan singular.
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Pero Morricone no solo trabajó para la gran industria de Hollywood y los mejores directores italianos. En España dejó su huella en 'Átame', a las órdenes de Pedro Almodóvar.
Dicen que hace ahora 80 años compuso su primera obra. Tenía solo seis. Desde entonces firmó 520 partituras. Entre todas para muchos la mejor: 'Érase una vez en América', la película con la que Sergio Leone y el propio compositor redefinieron el sentido del tiempo cinematográfico. Hoy se ha ido un genio. Hoy el cine se queda por momentos mudo.
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