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RAMÓN AVELLO
OVIEDO.
Viernes, 28 de enero 2022, 00:54
El papel de 'Adriana de Lecouvreur', una ópera de cantantes, especialmente de sopranos, tuvo ilustres precedentes en el Campoamor, con Renata Tebaldi, en 1962, ... y Raina Kabaibanska en 1996. Ayer, en la 'premier' de esta ópera de Francesco Cilèa, convertida en un homenaje al teatro, que en los días siguientes -30 de enero y 2, 4 y 5 de febrero- cerrará la 74 Temporada de Oviedo, Ermonela Jaho se sumó a este selecto elenco de las grandes Adrianas. Fue muy aplaudida, especialmente en el último acto, después de cantar 'Poveri fiore', cuando se interrumpió la continuidad musical por los 'bravos' y los aplausos.
Se considera 'Adriana de Lecouvreur' una ópera dentro de la estética verista, la escuela italiana crudamente realista, que encabezaron Mascagni y Leoncavallo. Sin embargo, el verismo está aquí suavizado por una mirada poética a la realidad y un exquisito don melódico. Sus personajes existieron en la historia, son, por tanto, reales. Ella, Adriana, era una actriz del siglo XVIII, fallecida joven y en circunstancias extrañas. Él, Maurizio, un intrigante mariscal general francés y abuelo de la novelista George Sand.
En cierta medida, hay en el libreto, a veces algo confuso, un homenaje al mundo del teatro, concebido como espejo de la vida. Esta idea podría ser el punto de partida de la concepción escénica de Rosetta Cuchi, en esta nueva producción de la Ópera de Oviedo, el Teatro Comunal de Bolonia y la Ópera de Sidney. La escena, apoyada en sugerentes diseños escenográficos de Tiziano Santi, nos muestra a los personajes a través de diferentes épocas. En el primer acto estamos ante la Adriana real, actriz de la Comedia Francesa, musa de Racine y amiga de Voltaire, a mediados del siglo XVIII. En el segundo, la acción se traslada al siglo XIX, la época romántica. En el tercero, Adriana es una artista cinematográfica en el Paris de los años 20 del siglo pasado. Este fue una genialidad escénica, al unificar proyección de cine mudo, una coreografía muy hermosa que recuerda a las figuras aladas del mundo griego ejecutada por Luisa Baldinetti y las habilidades acrobáticas de Davide Riminucci. En el último acto llegamos al París de mayo del 68, con una pintada tras la escena que dice 'El tiempo es una invención de la gente incapaz de amar'. Lo más sorprendente es que Mauricio no está en escena, canta fuera de ella, sugiriendo la idea de un delirio de Adriana en los últimos momentos de su vida. Una muerte íntima.
Cilèa fue por influencia y por gusto un wagneriano convencido y confeso, lo que hace que su ópera, aunque carezca de la ampulosidad teutona, se estructure y organice sobre significativos leitmotivs. El director Daniele Callegari realiza una buena labor al frente de Oviedo Filarmonía, estuvo muy bien llevada. Intensa la dirección musical, buscando siempre la continuidad y la acción, con fuertes contrastes de dinámica y, al mismo tiempo, cierta transparencia tímbrica muy atractiva, en la que destacan pequeños solos de violín y la sonoridad pastosa del corno inglés. Oviedo Filarmonía hizo una gran labor concertante. El coro, en sus breves intervenciones en el tercer acto, correcto.
Como hemos apuntado más arriba, Ermonela Jaho interpretó a una Adriana apasionada, sensible y conmovedora. Destacó sobre todo en los dos últimos actos. Al igual que el ritmo de la obra, estuvo un poco fría al inicio, aunque cantó con un buen fraseo su aria de presentación 'Io so l'umile ancella', pero su actuación magistral fue en el cuarto acto. El empleo de la 'messa di voce', el fraseo extenso y, sobre todo, la capacidad dramática resultaron portentosos.
En el Campoamor hemos sido testigos de la carrera del tenor gijonés Alejandro Roy desde cuando era una promesa juvenil. Hace años que ya es una voz firme y consolidada, como hemos vuelto a comprobar en su capacidad de cantante y actor para interpretar a Maurizio. Estuvo siempre correcto, solvente en los agudos, pero un poco brusco en los matices.
Espectacular la 'mezzo' Nancy Fabiola Herrera como Princesa di Bouillon, enfrentada a Adriana por el amor de Maurizio. Es una cantante de carácter, segura en los agudos, potente en el registro medio y que encarna a una mujer celosa y vengativa. Estuvo francamente bien en 'Acerba voluttá' y los dúos con Adriana y Maurizio.
Luis Cansino recrea en Michelet al eterno y silencioso enamorado que vive en torno a la gran diva. Hace un gran papel, con voz segura, expresiva, fuerza declamatoria y estuvo convincente como actor.
Una de las características del verismo es el alto número de personajes secundarios que, como en la vida, aparecen y desaparecen, pero que de alguna manera en algún momento tienen un papel destacado, más allá de un simple 'partiquino'. Felipe Bou, como Príncipe de Bouillon, es un bajo rotundo; Cristina Toledo, como la señorita Jouvenot, estuvo muy pizpireta; Josep Fadó, como abad de Chazeuil, está muy bien metido en su papel... son algunos de estos secundarios fundamentales para la acción.
Esta 'Adriana' se puede ver como un homenaje al teatro, con una propuesta escénica y musical muy características y contrastantes, con dos actos, el tercero y el cuarto, muy originales. Además, estuvo bien servida por todas las voces y excepcionalmente dramatizada y cantada por Ermonela Jaho, una Adriana a través de todos los tiempos.
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