PABLO ANTÓN MARÍN ESTRADA
GIJÓN.
Viernes, 24 de enero 2020
El espectáculo y la fiesta están asegurados siempre con Coque Malla y su banda sobre las tablas. Pocos músicos españoles dominan como el madrileño el lenguaje del directo y menos los que consiguen llenar el escenario con la seguridad que transmite su actitud encima ... de él. Desde el explosivo despegue a finales de los ochenta con su ya mítico grupo Los Ronaldos su descarada y elegante chulería en escena ha ido transformándose en la expresión natural de un artista que siempre ha mostrado idéntica pasión por llegar al público y arrastrarlo con su energía como por explorar hasta el último recodo de su voz o su instrumento engrasados limpiamente al poderío de los músicos que le suelen acompañar. Una auténtica revolución permanente y sin interrogantes como la que sugiere el título de su último álbum y de la gira que lo trajo ayer a un teatro de La Laboral, que se llenó para escucharlo y disfrutar de un concierto repleto de potencia, en el que sonaron casi todos los temas del nuevo álbum y un amplio ramillete de esos otros suyos que nunca pueden faltar para regocijo de sus fans. Un telón rojo de fondo y los sones del himno libertario 'A las barricadas' crearon la atmósfera para que la banda con Coque arropado por los aplausos arrancasen con el tema que da título al nuevo disco: 'Revolución?'.
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El artista no dio tregua y a la orden de un «One, two, three!» las guitarras atacaron la rockera 'Queda música', también del álbum nuevo. Con menos respiro aún y con toda su potencia sonó 'Escúchame', un temazo de su anterior disco ('El último hombre de la tierra') y, en medio, la presentación de su extraordinaria banda: Héctor Rojo al bajo, Toni Brunet a la guitarra, David Lans a los teclados y Gabriel Marijuán a la batería.
El cantante recordó el concierto de Patti Smith que vio en ese mismo teatro y tras el primer 'speech' puso a todos a bailar con el discotequero 'Un lazo rojo'. Otro tema nuevo como los que le seguirían: 'América' y su vocación de himno vital de una generación como la que llenaba el teatro -la suya-, con su ácida delicadeza distorsionada; 'Extraterrestre' y sus aires revival del pop de los 80 más irreverente; o 'Berlín' («Aquí siempre digo donde esté: Gijón, Sevilla, etc. es hermoso, pero no es el único... Hoy me cuesta porque Asturias es hermosa»), otro de sus más sólidos temas nuevos.
Cambió de tercio al pasado próximo con la siguiente suite: hipnótica y con la banda mostrando toda su fuerza 'La carta', dedicada a su madre; 'El último hombre de la tierra', melancolía antes del intenso 'Todo arde' y la íntima 'Me dejó marchar', que grabó con Iván Ferreiro. Hubo guiño a otro amigo («grande»), Jaime Urrutia con 'La sangre de tu tristeza'.
Tocaba sentarse a la banqueta para repasar más temas nuevos y viejos ('El gran viaje', 'Un ángel caído', 'La moneda') antes de lanzarse en el vertiginoso descenso ronaldiano final, preludiado por la chaveliana 'Hace tiempo'.
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Y llegaron los temas de Los Ronaldos. Riff guitarrero del jefe y palmas del público para 'Quiero que estemos pegados' y todos arriba con 'Guárdalo'. El baile continuó con 'Por las noches' («no quiero dormir», coreaba la parroquia). Con 'La señal' -de su anterior álbum- comenzó la despedida. Hubo bises. Volvió al escenario para tocar su reciente 'El árbol'. Aún quedaban dos clásicos con los que cerrar dejando buen sabor de boca, 'Hasta el final' y 'No puedo vivir sin ti' que sus fans completaban melancólicos: «No hay manera». La Revolución ya hacía el saludo final.
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