Imagen promocional del grupo Anacronía.

David Gutiérrez, músico de Anacronía

«Una canción de Rosalía y una cantata de los Bach apelan a las mismas emociones, por eso la música clásica siempre existirá»

El ensemble Anacronía actúa este jueves en el Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo con un programa dedicado a la transición entre J.S. Bach y sus hijos incluido en el ciclo Primavera Barroca

Miércoles, 24 de abril 2024, 18:02

El conjunto Anacronía, considerado un auténtico grupo revelación de la música clásica y definido por la energía de su interpretación junto a la frescura de su puesta en escena como una suerte de banda de jazz del siglo XVIII, actuarán este jueves 25 a las ... 20 horas en la sala de cámara del Auditorio Príncipe Felipe de Oviedo y dentro del programa XI Primavera Barroca con su propuesta 'La Familia Bach'. La formación, que contará con la soprano Rita Morais, está integrada por Marina López (clave), Pablo Albarracín y Sara Balasch Lozano (violines), Luis Manuel Vicente (viola), Marc de la Linde (viola de gamba) y David Gutiérrez (traverso)'. Hablamos con este último sobre el programa que traen a Oviedo y los objetivos de esta formación que recibía el pasado año el Premio Ensemble Emergente FestClásica por su calidad innovadora.

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-¿Cómo surge la idea de unir la música de J.S. Bach con la de sus hijos?

-Viene de la propia filosofía del grupo. Estamos centrados en recrear e interpretar esos momentos de transición y confrontación de lenguajes que se producen en determinados instantes de la historia de la música. Y justo en esa época entre el barroco y el clasicismo, la música empieza a cambiar, especialmente con el estilo galante, el llamado 'Sturm und Drang'. Es la parte que más nos interesa, sonoridades que no son habituales de escuchar hoy en día y de ahí nace la idea de poder trabajar no solo y tanto con la figura de Johann Sebastian Bach como mostrar esa transformación del lenguaje que ocurre entre él y sus propios hijos, Carl Philipe y Johann Christian. El primero de ellos es una figura muy interesante. Es el hijo más famoso de Bach y de hecho en su época cuando se hablaba de ese apellido se referían más a él que a su padre, a diferencia de lo que ocurre hoy en día. Los Bach hijos nos parecen unas figuras muy sugerentes y buscamos, como en todos los trabajos de Anacronía, a través del juego de contrastes que el público pueda entender y emocionarse con este tipo de música.

-¿Y cómo suenan lenguajes tan distintos en un mismo programa?

-Lo hacemos desde varios puntos de vista. Hay uno tímbrico, instrumental y es que en ese momento de transición las salas empiezan a hacerse más grandes, el público también se amplía y eso implica que las necesidades del instrumento cambien. Por eso poco a poco, instrumentos como la viola de gamba o el clave empiezan a perder su uso en favor de otros más sonoros como el violonchelo y el fortepiano, aunque los primeros no desaparecen de un día para otro, se siguen utilizando. A nosotros siempre nos gusta jugar con el imaginario de cómo sonaría la música de Carl Philipe con los instrumentos del padre o la de éste con instrumentos cercanos a la música de su hijo. Jugamos con esta idea tímbrica y también con la del propio lenguaje musical: el de J.S. Bach., que es el de un barroco tardío y pleno, y el de su hijo que es muy diferente. Nos gusta identificar cuáles son esos cambios, por qué se producen y cómo Carl Philipe, Johann Christian y otros músicos de esa época rompen para buscar otro tipo de relación con el público y cómo con ello el lenguaje también evoluciona. Esa es nuestra propuesta.

-Algo acorde a su propia identidad como formación ¿Cómo se definirían?

-Para nosotros desde el propio nombre de Anacronía, el grupo surge de esa idea de recrear los anacronismos que se dieron en otras épocas o cómo en la actual la propia música antigua se entiende por sí misma como un anacronismo. El juego es escuchar música de una época que no es la nuestra para mostrar cómo las emociones de las que sale esta música siguen siendo las mismas aunque el lenguaje haya cambiado. Anacronismo y emociones actuales es lo que rige nuestro criterio de selección de obras y también el de nuestra interpretación. Lo que buscamos es que aunque el público de hoy no esté habituado a aquel lenguaje pueda entender exactamente qué está sucediendo y disfrutar de ello como el público de hace trescientos años.

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-Su propia actitud y disposición en el escenario parecen romper también con esa solemnidad que adoptan habitualmente los conjuntos de cámara. ¿No?

-Totalmente, queremos que la gente que venga a nuestros conciertos se lo pase bien y para eso lo más importante es conectar con ellos. Mucho tiempo de nuestros ensayos y de nuestros debates lo dedicamos a cómo poder conectar mejor con el público. Por esa razón hemos tomado la decisión de tocar sin partituras, que nos puedan ver sin esa barrera y también nosotros a ellos. Procuramos también contar y explicar qué es lo que estamos haciendo para que lo puedan entender perfectamente. Y a través de los gestos y la energía que ponemos todos los músicos, y con una apariencia más fresca tanto en la vestimenta como en las formas, buscamos lograr esa conexión.

-Las nuevas tecnologías han revolucionado tanto las formas de consumo de la música como esa conexión con el público, en especial con el más joven ¿Cree que eso garantiza el futuro del repertorio clásico?

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-Pensamos bastante en esa cuestión. Las propias formas de comunicar van cambiando y cada vez más rápido, y por ello nuestro reto es poder actualizarnos con ellas para llegar a sumar más público. En cualquier caso me gustaría insistir en algo que antes comentábamos, y es mi convicción de que la música clásica nunca desaparecerá porque sigue apelando a las emociones de hoy en día. Una canción de Rosalía y una cantata de Carl Philipe Bach apelan al mismo tipo de emociones humanas que se mantienen en el tiempo. Siempre que encontremos el medio adecuado para lograr que alguien perciba esa emoción seguirá existiendo esta música.

-Citaba a Rosalía. Basta ver su agenda de conciertos para notar que ustedes no le andan a la zaga. ¿Cómo viven esa experiencia?

-Con mucha felicidad y, a la vez, con mucha prudencia. Estamos muy satisfechos por la suerte que hemos tenido de poder tocar en tantos sitios, recibir premios como el de FestClásica. Eso nos ha dado visibilidad y con ello la posibilidad de hacer bastantes conciertos. Y prudencia, porque es un trabajo duro, y no sé si tenemos una agenda de conciertos como la de Rosalía (risas), pero desde luego están probablemente menos pagados. Todos hemos de combinar nuestro trabajo en el grupo con otras dedicaciones profesionales y a veces es incluso difícil poder reunirnos todos a la vez. En ese sentido, intentamos que el grupo y la música crezcan pero de una forma sostenible tanto económica como mentalmente. Siempre procuramos buscar ese equilibrio.

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